Suso, dueño de El Real

Suso, dueño de El Real Quincemil

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La cervecería de Suso en la calle Olmos de A Coruña: "Él aquí es feliz y la clientela lo adora"

Desde 1988, El Real ha sabido mantenerse de forma discreta y fiel a la tradición con tapas sencillas, precios justos y una clientela que lo considera parte de su vida cotidiana

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Entre la calle Olmos y la calle Galera de A Coruña han pasado infinidad de locales que, de no ser por ellos, la gastronomía coruñesa no tendría la fama que se ganó en todo el mundo. Otero, La Bombilla, El Serrano… clásicos que forman parte de la historia de la ciudad y que dieron prestigio a una de las zonas más transitadas por locales y turistas.

Entre esos nombres se encuentra El Real, fundado en 1988. Sin hacer ruido, Suso se sumó a la oferta gastronómica que ofrecía la ciudad en aquel entonces. Tras casi veinte años trabajando en otros referentes como la cafetería Inar, aquel elegante local donde se servían desde platos combinados hasta banquetes de boda.

Hoy, con 76 años y siempre con una sonrisa, sigue siendo el alma máter del negocio junto a su hija Marta. La carta fue tendencia entre los vídeos de Noel Horcajada, uno de los tiktokers gastronómicos más populares del momento, que destacó los mejillones en escabeche y describió El Real como uno de los locales más baratos de la ciudad.

Los comienzos fueron como cafetería, con platos combinados, hamburguesas, batidos o sandwiches. Pero los tiempos cambiaron y, en 2006, llegó el gran giro. "Le dio un cambio de aires y lo convirtió en cervecería, con raciones y tapas, que era lo que pedía la zona", recuerda Marta, que desde adolescente lleva ya 30 años al lado de su padre.

Los calamares de referencia

Si hay un plato asociado al local, son los calamares. "Mi padre empezó a ponerlos cuando cerró el histórico Otero, cuyos dueños eran amigos suyos. Mientras ellos estuvieron abiertos, nunca quiso competir con ellos", explica Marta.

Hoy son seña de identidad, junto con el caldo gallego disponible todo el año, los callos, la carne asada y la ensaladilla casera. "Somos tradicionales, no hacemos platos elaboradísimos, pero lo que ofrecemos, intentamos hacerlo bien", resume.

Otro sello distintivo del Real son sus precios, más asequibles de lo que cabría esperar en pleno centro. "Mi padre siempre dice que no se puede abusar", comenta Marta. Esa filosofía se mantiene intacta desde el principio.

Una vida entera en el local

Para Marta, El Real es mucho más que un negocio: es su vida. "Yo no quería estudiar y mi madre me dijo: pues vas a trabajar con tu padre. Cuando ella falleció, nos apoyamos entre los dos para sacarlo adelante. Ha habido momentos difíciles, pero aquí seguimos", confiesa.

Suso, por su parte, es inseparable del local. A pesar de los años, no contempla retirarse: "¿Qué va a hacer en casa? Él es feliz en la calle, hablando con la gente. Es lo que le mantiene activo, y la clientela lo adora", concluye Marta.