Antiguo campo de concentración de Camposancos, en A Guarda. https://www.loscamposdeconcentraciondefranco.es

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Historias de la Historia

Los once infiernos que Franco creó en Galicia: campos de concentración

La historia de los campos de concentración creados por el franquismo en Galicia justo después de la Guerra Civil, con casos muy conocidos como el de Camposancos, en A Guarda

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En 1942, en una isla frente a la costa croata, el régimen de Tito convirtió un pedazo de roca en mitad del Adriático en Goli Otok, la “Isla Desnuda”, un lugar sin árboles, sin sombra y sin escapatoria donde miles de presos políticos fueron golpeados, humillados y obligados a trabajar hasta caer agotados. Décadas antes, el régimen soviético había hecho algo parecido en Solovki, un antiguo monasterio en medio del hielo del mar Blanco. En Francia, los nazis instalaron un campo de concentración en Drancy, en un anodino bloque de viviendas a las afueras de París. A veces, un régimen no necesita construir infiernos nuevos, basta con apropiarse de los lugares que ya existen. Eso mismo ocurrió en Galicia durante el franquismo. Hoy cuesta imaginar que en lugares como Lavacolla, Rianxo, A Pobra, Betanzos o la isla de San Simón, espacios que asociamos a aeropuertos, playas tranquilas o ruinas románticas, formaron en su día parte de un engranaje pensado para aplastar, purgar y disciplinar a los vencidos. Porque Galicia llegó a concentrar al menos once campos franquistas, lugares discretos, sin grandes muros ni torres de vigilancia, pero donde el fuego eterno se hacía realidad. Estos fueron los once infiernos que Franco creó en Galicia.

Isla de Goli Otok. https://es.wikipedia.org

Isla de Goli Otok. https://es.wikipedia.org

Cuando estalló la Guerra Civil, Galicia cayó del lado sublevado en cuestión de días. No hubo un frente de guerra, como en otras regiones, pero sí represión. Mientras se construían prisiones improvisadas y batallones de trabajadores forzados, el franquismo diseñó una red paralela de campos. Eran espacios de concentración temporales, centros de clasificación, lugares de tránsito, depósitos de presos políticos y también focos de trabajos forzados.

Vista aérea del campo de concentración de Miranda de Ebro en 1945. https://es.wikipedia.org

Vista aérea del campo de concentración de Miranda de Ebro en 1945. https://es.wikipedia.org

No eran campos de exterminio, no tenían el mismo objetivo que los del nazismo, pero sí eran piezas de una estrategia de control que buscaba aislar, castigar y reeducar.

Muchos de ellos funcionaron solo unos meses, pero otros lo hicieron durante años. El más conocido, y quizá el más brutal, fue el campo de concentración de Camposancos, en A Guarda. Este infierno fue instalado en el antiguo colegio de los jesuitas y funcionó entre 1937 y 1939. Por allí pasaron miles de presos procedentes de frentes del norte, muchos de ellos capturados en Asturias o Euskadi y trasladados en barcos.

Estado actual de abandono del campo de Camposancos. https://www.elespanol.com/treintayseis

Estado actual de abandono del campo de Camposancos. https://www.elespanol.com/treintayseis

La documentación y los testimonios hablan de hacinamiento extremo, comida escasa, enfermedades que corrían de celda en celda y un régimen disciplinario férreo donde los presos dormían en el suelo sobre mantas húmedas, en un edificio saturado de humedad y frío.

Algunos estudios sitúan en más de doscientos los fallecidos en aquel periodo, víctimas de enfermedades o fusilamientos, aunque las cifras exactas siguen siendo objeto de debate y no es posible afirmarlas de manera categórica.

A pocos kilómetros, en la isla de San Simón, las autoridades franquistas instalaron otra pieza clave del sistema represivo. San Simón llevaba años siendo un espacio de reclusión, ya había sido prisión en distintos periodos del siglo XIX y principios del XX, pero a partir de 1936 se convirtió en un centro donde se amontonaron presos políticos, sindicalistas y maestros republicanos.

Isla de San Simón desde el aire. https://es.wikipedia.org

Isla de San Simón desde el aire. https://es.wikipedia.org

La isla, bella y silenciosa desde la distancia, escondía dentro una rutina hecha de miedo, castigos, aislamiento y silencio. Muchos reclusos describían las noches como interminables, con la sensación de estar atrapados en un lugar del que nadie podía salir indemne.

Otro de los espacios más significativos, y más invisibles y olvidados, fue el campo de Lavacolla, a las afueras de Santiago, del que ya te conté aquí su historia.

Misa celebrada en la parroquia de Lavacolla, muy cerca del campo de concentración. https://www.loscamposdeconcentraciondefranco.es/

Misa celebrada en la parroquia de Lavacolla, muy cerca del campo de concentración. https://www.loscamposdeconcentraciondefranco.es/

Allí, donde hoy despegan y aterrizan aviones, hubo entre 1939 y 1945 un campo destinado a presos políticos obligados a trabajar en carreteras, drenajes, obras públicas y tareas vinculadas a la construcción y mejora de las infraestructuras de ese mismo aeropuerto. Los testimonios de aquel infierno coinciden en la dureza del clima, el trabajo extenuante y la mezcla de presos políticos, soldados derrotados y civiles clasificados como “desafectos”.

También hubo instalaciones en A Pobra do Caramiñal, A Estrada, Muros, Betanzos, Rianxo, Monforte, y varias dependencias en Vigo. Algunos funcionaron como centros de clasificación, donde los presos eran evaluados para decidir su futuro: libertad vigilada, trabajos forzados, prisión militar, traslado a otros campos…

Antiguo campo de concentración en el monasterio de Santa María de Oia. https://es.wikipedia.org

Antiguo campo de concentración en el monasterio de Santa María de Oia. https://es.wikipedia.org

Otros se usaban como lugares de paso donde se agrupaban detenidos antes de enviarlos a batallones disciplinarios en Castilla o Aragón. Por desgracia, la documentación sobre ellos está muy incompleta, ya que en algunos casos se conservan registros y croquis, pero en otros la memoria depende de testimonios orales y de investigaciones locales. Pero a pesar de las diferencias entre ellos, todos compartían rasgos comunes: hacinamiento, escasez de comida, enfermedades, humillaciones y trabajos forzados.

En muchos casos, las familias ni siquiera recibían información durante semanas, convirtiendo la represión física también en una represión burocrática repleta de expedientes interminables, sospechas arbitrarias y clasificaciones ideológicas.

Ruinas de la fábrica de curtidos en que se instaló el campo de concentración de Betanzos. https://www.asociacionbuxa.com/

Ruinas de la fábrica de curtidos en que se instaló el campo de concentración de Betanzos. https://www.asociacionbuxa.com/

Quizá uno de los aspectos más llamativos y más duros es que muchos de estos campos estaban integrados en espacios cotidianos, como un colegio abandonado, una antigua prisión, un conjunto de barracones, una isla usada durante décadas con otros fines, un aeródromo en construcción…

Aquellas prisiones infernales no eran grandes complejos aislados, sino lugares cotidianos del paisaje local. Eso explica, en parte, por qué su memoria fue durante años tan silenciosa, porque la vida siguió y los edificios cambiaron de uso, haciendo que el horror allí vivido se diluyese en su misma rutina.

Antiguo campo de concentración en el monasterio de San Clodio. https://www.eurostarshotels.com

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El sistema comenzó a desmantelarse entre 1939 y 1943. Algunos campos cerraron, mientras que otros se transformaron en batallones disciplinarios o depósitos de prisioneros bajo otro nombre. Con el paso del tiempo, la red desapareció del mapa, pero no de la historia.

Pero conviene recordar algo más, quizá lo más incómodo de todo. Los campos de concentración no fueron una anomalía exclusiva de Europa, ni patrimonio de los regímenes más autoritarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, la gran democracia occidental, también instaló campos de reclusión en su propio suelo.

Tras el ataque a Pearl Harbor, más de 120.000 estadounidenses de origen japonés, dos tercios de ellos ciudadanos nacidos en el país, fueron detenidos y enviados a recintos cercados por alambradas, vigilados por torres de guardia y levantados en zonas desérticas de California, Utah o Wyoming.

Manzanar Relocation Center, California, 1942. https://es.wikipedia.org

Manzanar Relocation Center, California, 1942. https://es.wikipedia.org

El Gobierno estadounidense los llamó “centros de internamiento”, pero muchos historiadores, y el propio Congreso estadounidense, los han reconocido como campos de concentración en sentido estricto, lugares donde un grupo de personas quedó privado de libertad no por delinquir, sino por su origen familiar o su raza.

Aquellos lugares (Manzanar, Heart Mountain, Tule Lake…) son un recuerdo de que ningún país ha sido completamente inmune a la tentación de encerrar a los “otros”.

Al igual que Estados Unidos, Galicia también tuvo sus infiernos y recordarlos no es un ejercicio de culpa, sino de comprensión, de entender qué ocurrió, para que jamás vuelva a ocurrir.

Camposancos en la actualidad. https://listaroja.hispanianostra.org

Camposancos en la actualidad. https://listaroja.hispanianostra.org

Iván Fernández Amil escribe cada semana Historias de la Historia en Quincemil. Consigue sus libros en https://www.ivanfernandezamil.com/libros

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Referencias:

es.wikipedia.org

loscamposdeconcentraciondefranco.es

elespanol.com/quincemil

lavozdegalicia.es

praza.gal

memoriasvivas.es

eldiario.es

cadenaser.com

loscamposdeconcentraciondefranco.es

farodevigo.es

elpais.com

historiadegalicia.gal

elidealgallego.com

listaroja.hispanianostra.org