La fachada de la Facultade de Filoloxía de la Universidade da Coruña

La fachada de la Facultade de Filoloxía de la Universidade da Coruña Nuria Prieto

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La facultad de Filología de A Coruña: un aulario en A Zapateira

Proyectado y construido en 1986 por la arquitecta Julia Fernández de Caleya, el aulario de la Zapateira es un ejemplo de arquitectura funcional y sobria. De apariencia sencilla y ordenada, su arquitectura narra una historia en voz baja

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La hipérbole es una figura retórica, a veces, inexcusable en una construcción narrativa. De forma casi involuntaria, en la construcción de una historia a través del discurso, la mirada atenta de quienes la escuchan crea una reciprocidad que poco a poco se convierte en un diálogo intangible, magnético, armónico. La exageración aparece, como lo hacen una sonrisa o una lágrima, forma parte de algo metalingüístico, emocional que acelera o sostiene la inercia de un relato oral. 

“El dictador […] cuyo poder había sido tan grande que alguna vez preguntó qué horas son y le habían contestado: las que usted ordene mi general” Gabriel García Márquez

Más sutil que el hombre a una nariz pegado de Quevedo, los recursos hiperbólicos en la creación de un personaje, como el alazón de las historias clásicas de Aristófanes, son herramientas que, en el plano emocional, son digeridos por quien lo observa o escucha como un aprendizaje ético. La exageración es fácilmente comprensible, al igual que la ironía o la sátira como afirmada Aristóteles: “Así podrá tomar el orador lo que le conviene. La ironía es cosa más propia del hombre libre que la chocarrería, porque el irónico hace la burla para sí mismo, el chocarrero para divertir al otro”. Estas herramientas lingüísticas no sólo se encuentran presentes en la literatura o la dramaturgia, sino que se pueden aplicar a cualquier disciplina, como la música, arquitectura, escultura o la política contemporánea, aunque sobre esta último Charles Maurice de Talleyrand escribía: “Todo lo exagerado es insignificante”.

En arquitectura la exageración se encuentra en el perímetro manierista de algunos lenguajes, en su saturación o en la voluntad monumentalista que sobre-desarrolla la escala afectando a la tipología y a la morfología. Pero no es insignificante, tampoco simbólica, pero describe los límites posibles hasta los que se puede llevar un lenguaje. Hay estilos que se asocian de forma memorística con el exceso, como el brutalismo por la potencia aparente del material, el barroco y el modernismo por la densidad de ornamento o el postmodernismo por el figurativismo, a veces, irónico. Pero antes del exceso, existe un proceso progresivo de saturación a través del cual se produce una exploración y experimentación que genera un proceso de aprendizaje. 

Cementerio de San Cataldo, Aldo Rossi. Por Jacqueline Poggi via flickr

Cementerio de San Cataldo, Aldo Rossi. Por Jacqueline Poggi via flickr

Arquitectura postmoderna

La arquitectura postmoderna nace como una renovación creativa respecto a las formas de explorar la morfología, estructura y estética de posguerra. Los estilos arquitectónicos de posguerra como el Movimiento Moderno, el Estilo Internacional o el Brutalismo, se constituían en gran medida como reacción al antiguo régimen o como respuesta a las dos grandes guerras de principios del siglo XX. La búsqueda de un lenguaje común con el Estilo Internacional, de una limpieza funcional y estética en el Movimiento Moderno o de reacción frente al dolor y el abismo del Brutalismo. Pero cuando las emociones se atemperaron, apareció una mirada contextualista, en la que se sostiene que el conocimiento es sensible a aquello que le rodea. La influencia de esta mirada sobre la arquitectura fue recogida en el ensayo “El contextualismo: Los ideales urbanos y deformaciones” escrito por Colin Rowe y Fred Koetter en Collage City, definiendo un nuevo ecosistema para el desarrollo de la disciplina. 

Se produce un nuevo impulso optimista y creativo como contrapunto a la muerte de la cultura que tiene como consecuencia la guerra, porque como afirmaba John Steinbeck “un alma triste puede matar más deprisa que un germen”. Este “regreso del ingenio, el ornamento y la referencia” como se definió en gran medida el postmodernismo, tuvo como resultado una producción dispar dependiendo del país en el que se desarrolló, ya que el contextualismo se encontraba en la construcción conceptual del nuevo lenguaje. Si bien en algunas latitudes como América el postmodernismo es figurativo e incluso irónico en ocasiones, en Europa es sobrio y ornamental. Esta distinción tiene que ver con el arraigo al que apela el contextualismo, América y más específicamente EEUU se aferra a su juventud cultural, a la consolidación del capitalismo liberal y el auge del consumismo, mientras que Europa mira a sus raíces clásicas, a su cultura secular y a una tradición de pensamiento crítico y filosófico muy profundo.

En Italia, el postmodernismo miraba a su alrededor y al rico pasado clásico, pero también al neorrealismo de la década de los cincuenta y sesenta (que no sólo se circunscribió al ámbito cinematográfico) que puede entenderse en algunos casos como un proto-postmodernismo. Actuaciones como el plan para el barrio Tiburtino de Roma (Mario Ridolfi y Ludovico Quaroni, 1949-1956), sirven de preámbulo y punto de partida a la arquitectura como imagen del nuevo futuro. Una morfología sencilla, destinada a crear un hábitat para clases populares, que pronto comenzaría a crear una inercia dotada cada vez de mayor complejidad e identidad propia. Si bien el postmodernismo europeo se encuentra muy alejado del neorrealismo, éste ejerce como referente identitario y contextual, como punto de partida de una nueva forma de hacer arquitectura. El postmodernismo se convierte en hipérbole de la identidad arquitectónica europea, y su influencia derivó en proyectos muy relevantes como el Cementerio de San Cataldo (Aldo Rossi, 1976-1978), Aulario de la universidad de Chieti (Giorgio Grassi, 1979), Gallaratese (Franco Aymonino y Aldo Rossi, 1967-1972) o bloque de oficinas regionales en Trieste (Giorgio Grassi, 1974).

La influencia del postmodernismo italiano y de algunas obras estadounidenses como el Lincoln Center (Max Abramovitz, Pietro Belluschi, Gordon Bunshaft, Wallace Harrison, Philip Johnson, Eero Saarinen, 1962) o la torre del 550 en Madison Av. (Philip Johnson, 1984) ambas en Nueva York. Estas obras resultan muy influyentes en el panorama de la arquitectura española, que se adhiere a esta ilusión renovadora, especialmente tras el fin de la dictadura franquista y el espíritu esperanzador de la Transición. En España destacan arquitectos como Ricardo Bofill, las primeras obras de los estudios Studio PER y Clotet & Tusquets, o algunas propuestas de madurez de Francisco Javier Sáenz de Oiza como el polémico Edificio del Palacio de Festivales de Cantabria. 

La Facultad de Filología

La Facultad de Filología UDC

En A Coruña, el postmodernismo está presente en varias obras singulares como el Palacio de la Ópera o el Hotel Tryp María Pita (actual Hotel Melià), pero existen otras obras, más discretas que aplican de forma honesta los principios del postmodernismo de influencia italiana y norteamericana sin hipérboles. La actual Facultad de Filología (originalmente Facultad de Economía y Empresa) fue proyectada y construida en 1986 por la arquitecta Julia Fernández de Caleya Blankemeyer. El proyecto original recibía el nombre de “Ampliación de aulario en el Campus de A Zapateira”, es decir, que la asignación de la disciplina a impartir en sus instalaciones aún no estaba confirmada. Titulada en 1970 por la Escuela de Arquitectura de Madrid, Fernández de Caleya trabajó en la Comisaría de Patrimonio Artístico Nacional, posteriormente se trasladó a Estados Unidos, años después volvería a Coruña donde creó su propio estudio de arquitectura y comenzó a impartir clase en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, actividad de la que se jubiló en 2010. Especializada en paisaje, su arquitectura está caracterizada por la sobriedad y la integración en el territorio mediante la inclusión en esta de patios y circulaciones que la relacionan directamente con la naturaleza. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

El aulario de A Zapateira

El aulario de A Zapateira, es una obra formada por cuatro bloques (originalmente eran únicamente tres) unidos entre sí mediante tres cuerpos intermedios (originalmente, dos) que enfatizan esta composición reduciendo su tamaño, para que los bloques principales destaquen. El retranqueo delantero se aprovechó como mecanismo para significar el acceso al edificio, mientras que el posterior permitió la creación de dos patios que introducen luz y una mirada pequeña al paisaje circundante que, de no ser así, crearía un fondo oscuro. Frontalmente, todos los bloques se conectan mediante una pérgola baja que permite la comunicación exterior. Los bloques intermedios incorporan en el centro un elemento semicilíndrico que les dota de cierto dinamismo. 

Planimetría original, via Casa de la arquitectura. Aportación de Inés Pernas

Planimetría original, via Casa de la arquitectura. Aportación de Inés Pernas

Planimetría original, via Casa de la arquitectura. Aportación de Inés Pernas

Planimetría original, via Casa de la arquitectura. Aportación de Inés Pernas

La lectura del edificio desde el exterior es fácil, algo fundamental en esta tipología, ya que no todos los usuarios tienen por qué estar familiarizados (al menos inicialmente) con el funcionamiento del centro. La organización en bloques permite comprender de forma intuitiva que las zonas donde tiene lugar la actividad serán los tres bloques de mayor tamaño, mientras que el acceso, así como las circulaciones se situarán en los elementos de conexión. Esta configuración funcional hace que el edificio sea muy flexible en términos de uso, y que las circulaciones resulten cómodas y organizadas. De forma análoga, el salón de actos se encuentra en la planta en el edificio central, de nuevo, intuitivamente funcional. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

La estética del edificio sigue un lenguaje postmoderno, pero moderado, es decir, no hace uso de la hipérbole para mostrarse, si no que por el contrario lo neutraliza. En este sentido, se trata de un uso lingüístico más próximo al postmodernismo sobrio italiano de Rossi o Quaroni, e incluso su materialidad y configuración de huecos puede tener cierto eco en la obra postmoderna de Philip Johnson. Uno de los rasgos fundamentales es el uso de huecos muy regulares en los que predominan los huecos de proporción cuadrada, así como los huecos de la parte superior que se adaptan a la cubierta a dos aguas siguiendo la estructura de la ventana termal clásica romana. El pasillo inferior que conecta los bloques sólo se interrumpía en los accesos (originalmente, hoy en día es continuo) creando de nuevo un orden muy geométrico. La discretización mediante juntas del material de fachada, enfatiza la composición, buscando formas de proporción cuadrada o muy regulares. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

La materialidad del edificio, es así mismo, neutra. Ya que utiliza un único material (mortero proyectado con juntas) monocolor para toda la envolvente. Los huecos incorporan carpinterías negras, lo que de forma perceptiva los hace desaparecer a la vista tras la sombra. Sólo la incorporación de un alféizar de hormigón prefabricado, los pone de manifiesto. Las luminarias, en forma de esfera, incorporan el círculo en un edificio de formas rectas, creando un contraste muy habitual en la arquitectura postmoderna. El interior del edificio es sencillo y funcional, destacando la penetración de luz a través de los patios y las escenográficas escaleras que son visibles desde los laterales, creando una perspectiva muy propia del dibujo y la pintura de la década de los setenta y ochenta. En la actualidad el interior, así como el exterior han sido objeto de algunas reformas que incorporan materiales como acero y granito. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Las voces bajas

A veces, hay historias en las que no sucede nada. Hay cine como ‘Licorize Pizza’ (Paul Thomas Anderson, 2021) o ‘Once Upon a Time in Hollywood’ (Quentin Tarantino, 2019) que, a pesar de no pertenecer a un ámbito indie o independiente, carecen de argumento. Al final, parece que no ha sucedido realmente nada. El conjunto de la historia carece de hipérboles, aunque a lo largo de toda la narrativa pueden aparecer momentos de cierta exageración, construcción muy definida de personajes e incluso ciertas tramas. El recuerdo, sin embargo, es el de una historia sobria, en la que resulta incluso complicado sintetizar sin caer en la narración de escenas. Pero todas son historias.

"Las historias sólo suceden a quienes son capaces de contarlas". Paul Auster

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

La arquitectura, establece su propia narrativa. Y su aparente sobriedad no es tal, sino que es la síntesis de un conjunto de experiencias que las arquitectas y arquitectos son capaces de contar. Y es que quizás, sea más difícil construir una arquitectura que narra una historia en la que aparentemente no sucede nada, que una cargada de hipérboles. Las voces bajas, a veces, son las que cuentan las mejores historias.