La tienda de Tous en la calle Compostela de A Coruña

La tienda de Tous en la calle Compostela de A Coruña Nuria Prieto

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Una obra en A Coruña de Antonio Tenreiro y un mural que aún sigue ahí

Antonio Tenreiro Brochón fue un prolífico arquitecto coruñés autor del Instituto Laboral de Betanzo o la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Carmen en Aguiño, pero también un pintor de obra vanguardista. En A Coruña una de sus primeras obras combina su pintura y su arquitectura, y aunque la arquitectura desapareció, su mural aún es visible hoy.

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Las pequeñas cosas a veces se camuflan en detalles sin importancia. Pero eso es solo una forma de hablar, porque un detalle solo es la síntesis de un concepto. En arquitectura, el detalle se esconde en la profundidad de la idea que gobierna un proyecto. El proceso de desarrollo del proyecto se define a través de una mirada estereoscópica entre conceptos de magnitud dispersa. El conjunto de la idea se contrapone de forma sistemática con cada uno de los detalles que emergen de ella, de tal manera que se produce un ejercicio de crítica circular que determina un desarrollo que depura el proyecto hasta limpiarlo de sobrantes o artificio y estabilizarlo en un equilibrio sereno. Cuando el paso del tiempo a través del uso consolida el proyecto construido, los detalles comienzan a iluminarse como pequeños destellos que solo son visibles para quien lo habita. Los detalles esperan al paso del tiempo.

“Solo esperar que caigan / que se gasten/ que pasen los días / los minutos / los segundos / que quedan” Idea Vilariño

Comprender la importancia del detalle arquitectónico establece una lectura más enriquecedora de una obra. No sólo porque aporta información, sino porque construye la atmósfera de un lugar al igual que en una narración la dotan de verosimilitud, no solo de contexto. Una de las obras más interesantes de la arquitectura contemporánea desde la óptica del detalle es la Casa Gomis, construida ‘por carta’ y desde el exilio por el arquitecto Antoni Bonet Castellana. La correspondencia entre el arquitecto y la familia que le encarga el proyecto revela un conjunto de conversaciones a lo largo del tiempo que son capaces de construir una casa, incluso los detalles. En la carta 5 del archivo escrita el 18 de junio de 1953 casi siete meses después de la anterior, el grado de definición de los detalles comienza a aparecer y tras una larga descripción el arquitecto termina su texto con “si no tienes demasiada pereza, escribe. Un fuerte abrazo de tu amigo A. Bonet”. Bonet, exiliado, construye numerosas obras durante ese largo periodo, algunas de ellas para artistas o profesionales algunos de ellos en el exilio, con los que inicia una relación personal como el médico Joan Cuatrecasas, Rafael Alberti o Joaquín Torres García. Esta amistad permite colaboraciones mediante las cuales algunas obras de Bonet incorporan elementos artísticos: pinturas, esculturas o murales. En la propia casa Gomis participa el artista Villèlia con elementos para el jardín o el patio. Quizás esta presencia servía de prólogo a la futura presencia constante del arte en la casa en todas sus formas: música, pintura, escultura o literatura. 

Arte y arquitectura

La combinación de arte y arquitectura forma parte de esos detalles que construyen el proyecto desde el principio. La obra integral como combinación de las artes obliga a una concepción más amplia y pluridisciplinar. En manos de un arquitecto, la presencia de cualquiera de las bellas artes en su obra, especialmente si es desde el inicio, es un apoyo narrativo y emocional que solo puede empujar positivamente cada una de las decisiones de proyecto necesarias. 

El arquitecto Antonio Tenreiro Brochón (1923-2006) era uno de esos arquitectos que, además de hacer arquitectura se expresaba mediante la pintura. Formado en la Escuela de Arquitectura de Madrid, al mismo tiempo asistía a las clases de Desnudo del pintor Bendito, centrándose posteriormente en la técnica de la acuarela y el gouaché. Una de sus primeras obras en A Coruña es el Consignatario de Buques Bonifacio Logares (1957), más tarde viajes Amado (y actual local de Tous con la anexión de la desaparecida Casa Enrique fundada en la década de los 30) en la calle Compostela con esquina a Plaza de Mina (Recogido en Antonio Tenreiro Brochón, editado por A. Río Vázquez). 

El local de la calle Compostela es una intervención arquitectónica de vanguardia, una obra que busca reflejar la modernidad, así como la propia función que albergaría. Este concepto tiene que ver con la transformación de la idea de modernidad que comienza a nacer en España en la década de los cincuenta. A pesar de enmarcarse en la etapa autárquica de la dictadura franquista, la desgarradora pobreza de la posguerra comenzada a remitir lentamente como consecuencia de una adaptación a las circunstancias. Emocionalmente, la sociedad intentaba dejar atrás del dolor de la guerra y la posguerra, aceptando positivamente cualquier novedad estética que se dirigiese a un futuro mejor.

El local de la calle Compostela de Tenreiro puede leerse en paralelo con el local diseñado por Alejandro de la Sota para Aviaco (calle doctor Teixeiro) en Santiago de Compostela en 1952. Ambos, vinculados al transporte y los viajes, utilizan lenguajes análogos capaces de empujar al visitante hacia el futuro a través de la arquitectura y su atmósfera interna. Quizás como un antecedente del márketing contemporáneo más consumista, el lenguaje arquitectónico de los cincuenta aplicado al comercio basaba su efecto llamada en emociones más simples. La promesa de un futuro mejor o al menos pacífico era un argumento suficiente. 

Imágenes recogidas en Antonio Tenreiro Brochón, editado por A. Río Vázquez. Fundación Luis Seoane. Colección privada, Foto Cancelo

Imágenes recogidas en Antonio Tenreiro Brochón, editado por A. Río Vázquez. Fundación Luis Seoane. Colección privada, Foto Cancelo

Imágenes recogidas en Antonio Tenreiro Brochón, editado por A. Río Vázquez. Fundación Luis Seoane. Colección privada, Foto Cancelo

Imágenes recogidas en Antonio Tenreiro Brochón, editado por A. Río Vázquez. Fundación Luis Seoane. Colección privada, Foto Cancelo

Un mural

El proyecto de Tenreiro se integra dentro de un edificio de viviendas tradicional del ensanche coruñés con muros de piedra y carpinterías de madera. Pero el interior, en aquel momento utiliza los materiales tradicionales de forma novedosa. El suelo estaba formado por un encachado de piedra pulido mientras que los paramentos verticales se encontraban revestidos de listones verticales de madera y rematados con ladrillo en la parte superior. El mostrador del local presentaba una forma orgánica, y estaba revestido de listones de madera al igual que los paramentos verticales, solo que esta vez con variaciones en su inclinación. El sobre del mostrador era de aluminio, un material que aparecería en los marcos de las carpinterías interiores del local que encerraban los mostradores de información y venta. El techo se perforaba mediante rebajes que permitían una iluminación cenital que dotaba de ambiente al espacio. El mobiliario del local, muy visible desde el exterior era de madera de haya, pintada al temple de blanco con acabado arañado. 

El elemento más excepcional y notable es, sin embargo, es el mural que aún se conserva hoy en día (firmado en el año 1957). Con tonos vivos en azul, verde, blanco y rojo, la obra destaca por su colorido y, al ser visible desde el exterior produce una atracción muy magnética. El mural está realizado con azulejo fijado al soporte del muro y presenta una temática náutica. Con un estilo casi fauvista se pueden reconocer grandes trasatlánticos, barcas y veleros. El tono verdoso del mar, en lugar del tradicional azul recuerda más al color de la bahía coruñesa.  

Via wikimedia commons

Via wikimedia commons

Pintar el aire

Los detalles a veces se camuflan en el ruidoso estruendo de la ciudad habitada. Pero eso no significa que no existan, quizás desaparezcan para quien busca no verlos, pero siempre acompañarán a sus ciudadanos. Un mural o una pintura dejan pasar el tiempo a través de ellas, pero años después la mirada se vuelve para encontrar la atmósfera de un pasado. Dalí afirmaba que en caso de que el museo del Prado se incendiase salvaría el aire de las Meninas. Un cuadro en que la mitad de su composición es aire porque muestra el techo de la sala en la que se está pintando, debería crear una contradicción en el observador y, sin embargo, produce el efecto contrario: una inmersión atmosférica que acerca a quien lo mira a la escena y sus personajes. Las veladuras, las pinceladas diferentes, representan una voluntad más allá de la composición. La percepción contemporánea del cuadro permite, a través de esos silenciosos y pequeños detalles, una conexión directa con el momento en que fue pintado. Y es que quizás el arte tenga esa extraña capacidad de ser una máquina del tiempo. Mirar una pintura durante unos minutos puede ser una auténtica experiencia personal en la que poco a poco los detalles van engañando a las emociones hasta introducir a quien mi mira dentro de ella.