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Arroaces, ballenas y orcas: así es la población de mamíferos de las aguas gallegas

La enorme disponibilidad de alimento para los cetáceos que presenta el Atlántico en Galicia este verano ha hecho que las poblaciones sean mucho más numerosas y se queden más días disfrutando de las rías
Delfines en las Rías Baixas.
BDRI
Delfines en las Rías Baixas.
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Los arroaces y las ballenas se han convertido este verano en los fieles compañeros de los navegantes gallegos, que han podido comprobar cómo las poblaciones que visitan las rías han aumentado en las últimas semanas. Del mismo modo lo han hecho las orcas, no tan divertidas, que han causado problemas a veleros en la Costa da Morte, donde se acercan peligrosamente a algunas embarcaciones.

El verano, sin duda, es el gran culpable de que los mamíferos marinos visiten Galicia, algo que hacen cada temporada. Este año, no obstante, se ha podido ver un notable aumento de ejemplares, tanto dentro como fuera de las rías, que ha sorprendido a marineros y científicos. Así lo explica Bruno Díaz, Director del Instituto para el Estudio de los Delfines Mulares (BDRI), que reconoce que durante el mes de julio "se han contabilizado hasta 54 ballenas en una única jornada en aguas gallegas, un número de ejemplares sin precedentes desde que tenemos registros, en 2017: es un número elevado incluso para la época del año".

Díaz explica que la razón de estas curiosas visitas es la disponibilidad de alimento. "En Galicia hay todo el año delfines mulares, conocidos popularmente como arroaces, delfines comunes, rorcuales aliblancos (ballenas) y marsopas, más difíciles de ver porque son más huidizas y no se acercan a las embarcaciones", aclara. "En verano sí que se acercan más ballenas azules y orcas, que vienen a alimentarse".

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La cadena es sencilla: "ahora mismo hay más disponibilidad de pequeños crustáceos, que es de lo que se alimentan las ballenas, como también lo hacen algunos peces pequeños; estos peces pequeños sirven de alimento para el atún rojo y éste último es lo que comen las orcas". Por esta razón, aclara Díaz, "cuando hay más presencia de ballenas hay también más presencia de orcas: el alimento disponible es abundante para todas las especies".

Convivencia bajo el mar

En las rías gallegas hay varias especies de cetáceos, que se distinguen entre los que viven todo el año en Galicia y los que se desplazan hasta aquí cada verano. Bruno Díaz cuenta que las Rías Baixas, por ejemplo, cuentan con una gran población "permanente" de delfines mulares o arroaces, "que incluso vemos desde las embarcaciones o las playas porque son muy juguetones".

Lo mismo ocurre con las marsopas, un tipo de delfín de menor tamaño y en peligro de extinción. "De hecho, en Galicia se encuentra un reducto importante de ejemplares de este mamífero, el más importante de la Península Ibérica", reconoce. "Lo que pasa es que son más difíciles de ver porque no se acercan a embarcaciones ni a las playas".

El rorcual aliblanco, explica Bruno Díaz, también es una especie de ballena que vive todo el año en aguas gallegas, del mismo modo que lo hacen los delfines comunes, aunque estos últimos suelen moverse fuera de las rías. "En verano también llegan las ballenas azules, el mamífero más grande del planeta, que viene por la gran disponibilidad de alimento del Atlántico gallego", cuenta el director del BDRI.

Las orcas también son una especie que solo viene en verano, para alimentarse de los grandes bancos de atún rojo que hay en aguas gallegas. "Se mueven cerca de la costa porque siguen los bancos de atunes, lo que suele ocurrir es que, como cazan en manada, siempre se ven varios ejemplares juntos: hay que tener en cuenta que los atunes son peces de gran envergadura y una orca sola no sería capaz de cazarlos", explica Bruno Díaz.

"Disfruten de la vista"

El director del BDRI insiste en que lo más importante para que sigamos disfrutando de estas hermosas visitas es respetar a los animales que pasean por la costa de Galicia. "Siempre digo que hay que aplicar la máxima de 'disfruten de la vista' y no debemos acercarnos a los cetáceos ni a nado ni con las embarcaciones porque podríamos, sin darnos cuenta, estar haciendo un daño indirecto a los animales". Explica que, por ejemplo, los ruidos y los movimientos de los motores podrían interrumpir la lactancia de las crías de arroaz, "lo que perjudicaría gravemente la crianza y podría desembocar en la muerte de la cría".

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Además, señala que, "aunque parezcan bonitos y juguetones", los delfines y las ballenas "son animales salvajes y nunca sabemos cómo van a actuar: pueden ser agresivos y nadie quiere que suceda algo, por lo que debemos evitar que pueda ocurrir". Por ello, apela al sentido común y a la propia legislación española, que prohíbe el nado y el acercamiento a animales marinos "para garantizar la seguridad de los animales y de las personas".

En cuanto a las orcas, el investigador se mantiene en la misma línea y dice que debemos extremar el cuidado y mantener la distancia si las vemos en el mar. "Es cierto que hay ejemplares que acostumbran a interactuar con las embarcaciones, aunque no todos van a hacerlo porque depende de su personalidad, pero son depredadores y tienen estrategias de caza muy complejas y técnicas superespecializadas que podrían ser las culpables de sus comportamientos con los veleros", reconoce.

Díaz y sus colegas creen que las interacciones de las orcas con los veleros se deben a una parte del proceso de aprendizaje de caza y lo explica como una especie de juego de socialización y tecnificación. "Para poder ser efectivas tienen que aprender y el juego es una parte importante para el desarrollo de las técnicas de caza o incluso de las relaciones sociales y sexuales: puede que practiquen con los timones de los veleros la intensidad del mordisco, el nado a sprint o los golpes que deben dar a las presas".

Las ballenas serían, en el caso de Galicia, los mamíferos más complicados de ver porque "no nadan en manada y se mantienen con mucha distancia, la vida diaria de los rorcuales es habitualmente solitaria", dice Díaz. Pone el ejemplo de la ballena que apareció varada en Combarro hace algunas semanas, que creen que falleció "o bien porque se estresó al desorientarse en las aguas poco profundas del puerto o bien porque estaba ya enferma y se acercó a la costa para morir".

En cualquier caso, insiste Bruno Díaz, "pedimos a la población que no moleste a los animales, que disfrute de la vista y que, si ve algún comportamiento extraño o un cetáceo demasiado cerca de la costa, avisen a las autoridades y nosotros valoraremos, junto al Cemma, cómo actuar o cómo prestar ayuda a ese mamífero si es necesario".

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