Placeres Castellanos, una gallega en la resistencia francesa contra los nazis

En la medianoche del 26 de mayo de 1940, Winston Churchill daba luz verde a la Operación Dinamo. Dunkerque, en Francia, era el lugar escogido desde donde, del 27 de mayo al 4 de junio, se evacuarían a 338.226 soldados en una de las mayores retiradas de la historia. La consecuencia fue que Francia se vio obligada a firmar un armisticio con la Alemania nazi el 22 de junio de 1940, que condujo a la ocupación del país. Como muestra de humillación, Hitler impuso que el documento se rubricara en la misma población, el mismo lugar y el mismo vagón de ferrocarril en el que se había firmado la rendición alemana tras la Primera Guerra Mundial en 1918. Pero los galos no se lo iban a poner fácil y por ello, para luchar contra la ocupación, nació la resistencia, con la que colaborarían gran cantidad de españoles que, tras la liberación de París, participaron en el desfile triunfal con los cascos de los soldados alemanes pintados de azul. Cuando De Gaulle los vio, preguntó: "¿Qué hacen todos esos españoles desfilando con las Fuerzas de Francia?". Porque se lo habían ganado. Entre todos aquellos compatriotas que participaron en la resistencia francesa, hubo una valiente gallega a la que el fascismo le había robado un hijo y un marido y que decidió no dejar luchar. Esta es la historia de una vida de película, la de la guerrillera por la libertad número 35.435: Placeres Castellanos.

Placeres Castellanos Pan nacía en Ponte Caldelas, un municipio de la provincia de Pontevedra, el 11 de enero de 1896. Allí conocería a Víctor Fraiz, maestro, orador, sindicalista y una de las principales figuras de la resistencia republicana gallega contra el golpe de Estado que daría Francisco Franco en 1936.

Placeres era su alumna y tenía tan solo quince años cuando se conocieron y se enamoraron perdidamente uno del otro, por lo que tuvieron que fugarse de casa para casarse en 1911 y trasladarse a Vigo, donde se convirtió en la primera mujer en militar en la agrupación socialista de la ciudad. 

Cuando estalla la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, Placeres viajaba a Madrid en tren, invitada por la Cruz Roja Internacional, para asistir a una asamblea. Mientras ella iba en ese tren, se cruzó con otro en el que viajaba su hijo Víctor Jesús, de diecinueve años, en dirección Vigo. Nunca llegaron a verse y nunca volverían a hacerlo. Víctor era funcionario en la capital de España e iba a visitar a su novia, pero al llegar a su destino fue detenido por el bando nacional y fusilado el 10 de noviembre. Los fascistas estaban buscando a su padre y la mejor forma de hacerlo salir de su escondrijo era amenazar a sus hijos.

Víctor Fraiz había huido a una casa en Gondomar, se había escondido en las montañas y logró escapar a Portugal. No paraba de recibir noticias en las que se le amenazaba con seguir arrancándole hijos hasta que se rindiera. Tras la detención de otros dos de sus pequeños, decidió entregarse en el consulado de Uruguay a cambio de que los liberasen y fuera sometido a un juicio justo. Víctor Fray sería condenado a muerte y ejecutado al año siguiente.

Placeres, lejos de su tierra, de su familia e indefensa ante la tragedia, decidió volcar su vida en ayudar a los demás. Comienza en la colonia infantil de Los Madrazos y más tarde en la de Carabanchel. Cuando todos los niños son evacuados ejerce como enfermera en los frentes de combate, primero en Tarancón, después en Jarama y por último en el hospital instalado en Valdelatas, donde fue nombrada responsable del cuerpo de enfermeras.

Pero el avance de la guerra la obliga a huir a Valencia, donde, el 18 de marzo de 1939, tiene que abandonar su país y partir en barco rumbo a Francia. 22 días después desembarca al sur del país galo, donde ella y sus compañeros son acogidos por la Cruz Roja francesa como refugiados. Pero tres meses después es enviada al campo de internamiento de Ceilhes-et-Rocozels, donde llegarían a malvivir hasta 600 personas en condiciones infrahumanas.

Allí conocería a Josef Spirk, un checoslovaco que había participado en la guerra civil española y, a través del cual, Placeres se registraría en el consulado de este país en Marsella con el nombre de Jakoubková. Además, entró en contacto con la resistencia francesa, que comenzó a darle pequeños encargos con los que quería ayudar en la lucha contra el fascismo con la esperanza de que Franco cayese junto a Hitler y Mussolini.

Sus primeras tareas fueron de enfermera y apoyo ayudando a los combatientes que luchaban contra el gobierno colaboracionista de la Francia de Vichy y los nazis, pero poco a poco fue ampliando sus actividades pasando a transportar armas, documentación o dinero. El hecho de ser mujer era una ventaja, ya que en aquella época no se esperaba que una muchacha fuera combatiente.

En 1944 todas las facciones de la resistencia se agrupaban bajo las “Forces Françaises de L’Interieur” y se autorizaba a Placeres a portar su insignia, que la acreditaba como la combatiente guerrillera número 35.435, una soldado que se jugaba la vida portando paquetes, acogiendo guerrilleros, fugitivos y militares y curando a los heridos. En una ocasión llegó a arrancarse un diente para justificar un desplazamiento para visitar al dentista, como tapadera para realizar labores para la resistencia y en otra oportunidad, en la que portaba armas escondidas en su maleta, el traqueteo abrió una de ellas, por lo que tuvo que dejar caer disimuladamente un abrigo para evitar ser descubierta. 

Cuando los nazis asaltaron el cuartel de Rimont, descubrieron entre la documentación información sobre una colaboradora guerrillera: Placeres. La gallega tuvo que huir. Pero nunca la descubrieron.

Finalizada la guerra, continuó luchando contra el fascismo y participó en el Congreso Internacional de Mujeres parisino de noviembre de 1945. Se trasladó a vivir a Niza, después a Marsella y en 1948 a París, donde se reunió con su hijo pequeño, con el cual partiría a Argentina, tierra a la que llegaba en 1949. Cuando volvió a Galicia en 1955 se reencontró con su familia, alquiló una casa y recuperó los años perdidos con los hijos que aún le quedaban hasta el 25 de junio de 1971, fecha en la que fallecía a la edad de 75 años.

Tras la liberación de París en el verano de 1944, el general Charles de Gaulle realizó una gira por algunas de las ciudades liberadas. En Toulouse, la capital del exilio español, pasó revista a los combatientes españoles. Durante aquella visita les dijo: “Y ahora, volved a vuestras casas”. El problema era que aquellos héroes que habían luchado por la libertad y por De Gaulle llevaban en guerra desde 1936 y ya no tenían ni casa ni un país al que regresar. Confiaban en que una vez derrotado Hitler, los aliados continuarían con Franco, pero aquello nunca ocurrió.

Silvia, una de las nietas de Placeres, recuerda que, con tan solo nueve años, llamaron del colegio a su abuela porque en clase la niña llamaba asesinos a Franco, Hitler y Mussolini. Placeres le explicó a su nieta que nunca había que mentir, pero que a veces había que callarse. Llegaría el día en que ya no sería necesario.

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

• QUINTAS ALBORES, E. Placeres Castellanos. Editorial A Nosa Terra, 2008
• es.wikipedia.org
• lavozdegalicia.es
• elpais.com
• hoxe.vigo.org
• farodevigo.es
• heroinas.net
• bretemas.gal
• elidealgallego.com
• coruna.gal
• pares.mcu.es
• pontevedraviva.com
• galiciaconfidencial.com
• consellodacultura.gal
• culturagalega.gal