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¿Mandarinas o clementinas? Quién es quién en la familia de la fruta más popular

Parecidas por fuera pero muy diferentes por dentro. Te contamos cómo distinguir entre mandarinas, clementinas, clemenvillas y demás híbridas del cítrico estrella de este invierno
Mandarinas
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Pocas frutas tienen tanto éxito como las mandarinas. Fáciles de pelar, pequeñas e ideales para un tentempié, dulces y agradables para todos los gustos… Con una recolección que comienza (generalmente) en septiembre, el momento ideal para consumirlas va desde finales de octubre hasta marzo, así que estamos de lleno en la temporada perfecta para disfrutar al máximo de todo su sabor. Esta fruta, originaria de China e Indochina (actualmente sus mayores productores seguidos por España), se fue expandiendo allá por el siglo XIX por toda Europa. En la Península y en Italia encontraron una buena legión de fans, donde el clima mediterráneo resultó ser ideal para su cultivo.

Sin embargo, lo que no está tan extendido entre los consumidores es que existen numerosas variedades dentro de esta “hija” de la naranja. El árbol (nunca mejor dicho) genealógico de la mandarina tiene numerosas ramas, y puede que nos causen alguna que otra confusión al acudir a la frutería. ¿Cuál es la “mandarina” que más nos gusta? Además de la ya mencionada, hay que tener en cuenta las variedades de clementinas, las satsuma y sus diferentes versiones híbridas.

Árbol mandarino (Fuente: Plantasmanía)
La cosecha de la mandarina va desde noviembre hasta finales de marzo, donde van pasando todas las variedades de clementinas, satsuma e híbridos

Todas estas variedades se tratan de frutas que interrumpen su maduración cuando se arrancan del árbol, por lo que hay que tener en cuenta que cada variedad exige una recolección diferente. Si al comprarlas nos encontramos con tonos verdes en la corteza, es signo de una recogida demasiado temprana, que hace que no se alcance todo el potencial de la fruta. Y ojo, no madurarán por mucho que las dejemos apartadas.

Quizás una de las mayores diferencias la podemos encontrar si agudizamos la vista, ya que las mandarinas suelen presentar un tamaño ligeramente superior al de la clementina. La mandarina suele ser una fruta más achatada, mientras que la clementina (gracias a su cruce con la naranja), suele ser más redonda.

Fuente: Gastronosfera
Tanto las mandarinas como las clementinas suelen soportar bien el frío, así que podemos conservarlas en la parte menos fría de nuestra nevera o a temperatura ambiente si tenemos pensado consumirlas pronto

Su sabor es similar, aunque la mandarina resulta más aromática y ligeramente ácida. La clementina, en cambio, tiene un sabor más dulce, fruto del cruce entre el polen de naranja y el árbol mandarino. Si nos fijamos en su interior, la mandarina cuenta con semillas mientras que la clementina no tiene. Pero ahí no queda la cosa. Dentro de la clementina podemos encontrar más de ocho variedades diferentes, que varían entre tonos anaranjados, tamaños diversos y que se caracterizan por una piel separada de la carne, lo que favorece a un pelado mucho más fácil.

La variedad satsuma es originaria de Japón, muy resistente al frío y que carece de semillas. Se trata de una variedad de mayor tamaño, ideal para hacer zumo y que también cuenta con varios subtipos. Y ojo, que aún no hemos acabado. También existen variedades híbridas, que destacan por una mayor capacidad de conservación, y que se han ido creando a lo largo de los años gracias a la polinización cruzada. Una de esas creaciones es la clemenvilla, que destaca por ser más achatada que la clementina, con un tamaño superior y un llamativo color rojizo y anaranjado. Cuenta con una piel mucho más pegada a la carne, lo que dificulta su pelado y cuyo sabor es más potente al de las otras mandarinas.

Lo que si tienen en común estas decenas de variantes son las propiedades beneficiosas que otorgan a aquel que las consume. Las mandarinas (y todo el pack familiar) son frutas muy apreciadas por su capacidad saciante, que combate la retención de líquidos y que nos ayuda a controlar el peso (que estas navidades más de uno se ha pasado con los polvorones). No te sentirás culpable por comer una o dos mandarinas al día, porque su gran cantidad de agua y su alto contenido en fibra la convierten en un snack ideal para llevar a cualquier parte gracias a que va protegida por su cáscara. Además, contienen grandes cantidades de vitamina C, que ayuda a combatir diversas enfermedades y que actúa como un antioxidante natural.

Fuente: El Español
La mandarina está buenísima sola, sí, pero con un bizcocho de merengue de coco… la cosa hasta mejora

Pero ojo, la mandarina no solo sirve para comerse sola. Se trata de una fruta que, como muchos cítricos, tiene mucha cabida en nuestra cocina fuera de los zumos. Especialmente en el momento del postre, donde podemos incluirla para realizar gelatinas, tartas (que combinan especialmente bien con toques de menta), mermeladas, flanes, bizcochos o riquísimos helados. Y poco a poco se ha ido colando entre fogones más salados, acompañando a carnes al horno como lomos de cerdo o pechugas de pollo, que responden muy bien al ácido dulzón tan característico de la mandarina. Por supuesto, su presencia en ensaladas es indiscutible; e incluso hay quien se atreve a añadirla en algunas sopas.

En resumidas cuentas, la mandarina es una fruta fácil de comer y transportar, con un sabor universal, beneficiosa para la salud y versátil en su cocinado. Tan solo queda lo más difícil: elegir nuestra favorita.

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