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Juana de Vega, una coruñesa liberal dedicada a ayudar a los más desfavorecidos

A pesar de ser una de las figuras más destacadas del siglo XIX, su historia es poco conocida. Aya de la reina Isabel II, promotora de la Cruz Roja en A Coruña, defensora del campo gallego y amiga de Concepción Arenal, tuvo una gran conciencia social que demostró a lo largo de toda su vida
Fundación Juana de Vega
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La calle de A Coruña que lleva su nombre une la Plaza de Pontevedra con los Jardines de Méndez Núñez y es una de las más características. Desde ella, se accede al túnel de Juana de Vega, desde donde se puede atajar hasta la Avenida Finisterre, el Estadio Abanca-Riazor, la Torre de Hércules o la Ciudad Vieja y Monte Alto. ¿Por qué una de las céntricas calles coruñesas fue bautizada en honor a esta mujer?

Juana de Vega nació el 7 de marzo de 1805 en A Coruña. Su padre, Juan Antonio de la Vega, amasó una fortuna como empresario en Cuba. De él heredó el activismo político, mientras que de su madre, María Josefa Martínez, su pasión por ayudar a los demás. La pareja se había instalado en A Coruña después del regreso de Juan Antonio de la Vega de la emigración, ya que él era oriundo de Mondoñedo y ella de Monforte de Lemos. Ambos coincidieron en darle a su hija una buena educación con profesores de primer nivel y le inculcaron los valores del liberalismo.

La calle Juana de Vega de A Coruña

Cuando tenía 15 años, Juana de Vega conoció a su futuro marido, Francisco Espoz y Mina, que visitaba la comunidad para tomar posesión como Capitán General de Galicia. Un año después, en 1821, la pareja se casó en la casa paterna de Juana, en la calle Real. "Era un campesino navarro echado al monte para luchar contra los franceses y en aquel momento el ejército era un mecanismo claro de ascenso social. Llegó a capitán general, pero la riqueza que ella tiene deriva del patrimonio de su padre únicamente", explica el director de la Fundación Juana de Vega, José Manuel Andrade.

Espoz y Mina se exilió a Inglaterra tras la llegada de las tropas de "los cien mil hijos de San Luis" en apoyo del Rey absolutista Fernando VII. En 1825, Juana se reúne con él y la pareja pasa diez años emigrada en el país británico, con largas estancias en Francia. En 1836, tres años después de haber regresado a España, el general muere. Su madre ya había fallecido y poco después lo haría su padre: Juana se convierte así en heredera de un gran patrimonio familiar y, como viuda, en la Condesa de Espoz y Mina.

El corazón del General

Juana de Vega consiguió todos los permisos necesarios para conservar a su marido embalsamado en una de las habitaciones de su casa en la calle Real. Además, ayudó a redactar las Memorias del General Francisco Espoz y Mina, y años más tarde ella misma escribiría sus propias memorias centradas, sobre todo, en la época en la que vivió en Palacio.

Otra curiosidad vinculada a la relación que Juana de Vega mantuvo con la muerte de su marido está en su testamento. Además de dejar sentadas las bases de la Fundación que llevaría su nombre y las condiciones de su entierro, especificó que los restos del general debían ser trasladados a Navarra con la excepción de un órgano: el corazón. La coruñesa pidió que se levantase un sencillo monumento en su honor adornado con instrumentos de la agricultura y militares junto con una inscripción. Además, especificó que debían repartirse dos mil reales entre dos doncellas pobres o, si no las hubiese, entre cuatro familias necesitadas de la zona.

Francisco Espoz y Mina, en una imagen cedida por la Fundación Juana de Vega.

Si los restos del General se depositaron en Navarra, ¿a dónde fue a parar su corazón? Juana de Vega fue enterrada en 1872 en el cementerio de San Amaro, en el mismo nicho que sus padres. Pidió que solo se incluyese su nombre junto con la siguiente inscripción: "Viuda del General Don Francisco Espoz y Mina, cuyo corazón se halla aquí".

"Es un testamento muy meticuloso, donde tiene detalles con mucha gente que la rodeaba: criados, caseros, amigos... con muchas personas de la sociedad coruñesa", explica Andrade.

Aya de una reina

En 1837, Juana de Vega regresa a su ciudad natal. Su casa en la calle Real (por aquel entonces conocida como calle Acevedo) se convirtió en un lugar de encuentro de la sociedad liberal coruñesa y de personas notables que pasaban por A Coruña. Sin embargo, unos años más tarde, su vida cambia.

Durante la regencia de Espartero, Juana de Vega fue llamada a ejercer como aya de la reina Isabel II, que todavía era una niña, y su hermana, la infanta Luisa Fernanda. Además de estar a cargo de su cuidado desde 1841, fue Camarera mayor de Palacio desde octubre de 1842. Esto sentó muy mal entre ciertos sectores de la sociedad, ya que era un cargo que siempre habían ocupado miembros de la más alta nobleza. Juana reconoció en sus memorias que la tarea de educar a Isabel II como una monarca constitucional resultó difícil por el ambiente de Palacio y porque debía evitar interferir en sus ideales políticos, convirtiéndola en "el jefe de todos los españoles".

Juana de Vega regresa a A Coruña en 1843, tras la finalización de la regencia de Espartero. Su casa vuelve a convertirse en centro de reuniones de liberales y es objeto de vigilancia policial.

La ayuda a los más desfavorecidos

"Fue una mujer con una gran conciencia y preocupación social que demostró a lo largo de su vida", resume Andrade. Juana de Vega creía en la educación como mecanismo para el progreso, lo que la llevó a mantener escuelas para niños. "También desarrolló esa preocupación social cuando el cólera asoló la ciudad de A Coruña a mediados del siglo XIX. Se involucró de lleno en la financiación y construcción de un hospital provisional para atender a todos los afectados", explica el director de la Fundación Juana de Vega.

Concepción Arenal, en una imagen cedida por la Fundación Juana de Vega.

Concepción Arenal, otra de las grandes figuras femeninas del siglo XIX, dijo de Juana de Vega: "De esa santa mujer que no existe más que para los desdichados, que les consagra su fortuna, su inteligencia, su corazón, su vida entera... punto luminoso que Dios coloca en el cuadro sombrío de las soledades humanas". Las dos mujeres fueron amigas y compartieron las tertulias celebradas en casa de Juana de Vega pero también iniciativas de ayuda a los más desfavorecidos. Entre otras, ambas reclamaron públicamente peticiones de indulto para los condenados a muerte y protestaron por la supresión de las Conferencias de San Vicente de Paúl, que ayudaban a los pobres y que al final el gobierno revoca. En su testamento, Juana de Vega deja para Concepción Arenal y sus hijos la escribanía de plata que había heredado de su padre, entre otros bienes.

Juana de Vega promovió la institución de la Cruz Roja en A Coruña en 1870 y fue una pieza importante en el arranque del proyecto del Manicomio de Conxo (hoy Hospital Psiquiátrico de Conxo). "Hay información al respecto. Ella tuvo siempre una gran amistad con la reina Isabel y parece que en una visita que la reina hizo a A Coruña, Juana de Vega le sugirió la ubicación del hospital de Conxo", explica Andrade.

La coruñesa rechazó la propuesta del ayuntamiento de levantarle una estatua y cualquier otro reconocimiento público. Según ella, los recursos públicos debían usarse para dar "pan y agua".

La Fundación Juana de Vega

Con un gran interés en la agricultura, dejó tras su muerte en 1872 gran parte de sus bienes para crear la Fundación Juana de Vega. El objetivo de la coruñesa era ayudar a salir de la pobreza a los niños del campo gallego mediante la educación y contribuir al desarrollo del medio rural de Galicia. "El 90% de la población en aquel momento no tenía formación, se dedicaba principalmente a la agricultura y a la ganadería de subsistencia y ella consideraba que a través de la formación se podría mejorar la sociedad gallega", contextualiza Andrade.

Un momento de una de las actividades de la Fundación Juana de Vega.

La labor que desempeña hoy en día la asociación se debe a la gestión que Juana de Vega hizo de su patrimonio. Desde hace unos 30 años, la Fundación cumple con el objectivo fundacional pero adaptado a la realidad del siglo XXI, muy diferente a la del XIX. Según su director, hay tres líneas de trabajo principales: la promoción y desarrollo del sector agroalimentario; la investigación, en la que se financian proyectos que dan soluciones a problemas del sector agroalimentario y forestal de Galicia; y la línea de paisaje y territorio, que se desarrolla bajo la marca Escuela Gallega del Paisaje. Además, mantiene como homenaje a la figura de Juana de Vega la Cátedra Juana de Vega de Historia en la Universidade de Santiago de Compostela.

La Fundación, cuya sede está situada en San Pedro de Nós, desarrolla diversas actividades como asesoramiento a emprendedores y empresas del sector agroalimentario y forestal, cursos de formación, financiación de proyectos como la recuperación de variedades autóctonas de vid o de olivos y la catalogación de 86 variedades autóctonas de vegetales de Galicia. "Pimientos, patatas, maíz, frutales, tomate... Todo tipo de variedades autóctonas que constituyen una riqueza. Es un patrimonio vegetal de Galicia que tenemos que recuperar y poner a disposición de los productores gallegos como elemento de diferenciación para competir mejor en el mercado", explica Andrade.

Sede de la Fundación Juana de Vega.

Una vida de película

El 6 de marzo de 2017, se presentó la película de Juana de Vega en el teatro Rosalía de A Coruña, mientras que el Día de la Mujer Trabajadora de ese mismo año se estrenó en la Radio Televisión de Galicia. Las actrices Sonia Castelo y Luisa Merelas interpretan a la escritora y activista gallega en Juana de Vega. Vizcondesa do arado, donde la protagonista relata su vida.

El film comienza en 1871 con la coruñesa dictando su testamento. Juana insiste en dejar en marcha su último proyecto: una granja-escuela para los campesinos de la zona. El abogado se interesa por este hecho y la mujer comienza a relatarle su historia.

Desde luego, una vida merecedora de una calle en el centro de A Coruña.

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