31 marzo, 2024 03:24

"Señor, yo de muerte sé lo justo. Yo de lutos sé lo justo", escribió Elisa Levi en Yo no sé de otras cosas. Lea, la protagonista con "ojos de campo" de la historia, cuenta qué supuso para ella la muerte repentina de su padre: "Un fin del mundo en sí". Seguramente, a Lea nadie nunca le habló abiertamente sobre la muerte, y por ello lo definió como una "explosión que desorganiza todo". Muchos expertos aseguran que naturalizar este concepto trae consigo diversos efectos terapéuticos, así como saber gestionar mejor la situación cuando ocurre.

"Es necesario hablar sobre el concepto de morir. La tanatofobia es el tabú de nuestra sociedad", señala Miryan Wodnik, psicóloga clínica especializada en duelo, a EL ESPAÑOL | Porfolio. Wodnik es una de las expertas que aseguran que hablar sobre el proceso de morir es sanador. De este mismo pensamiento surgieron los Death Cafe o cafés de la muerte: personas, a menudo desconocidas, que se reúnen para dialogar sobre la muerte sin un guión cerrado ni objetivos concretos mientras toman té o café y comen pastel. Se trata de grupos organizados de discusión donde un mediador o facilitador, como ellos se definen, dirige la conversación e interviene en caso de que fuera necesario.

El modelo fue desarrollado por el psicólogo Jon Underwood en 2011. El objetivo es aumentar la conciencia sobre la muerte con el fin de ayudar a las personas a aprovechar al máximo sus vidas. El primer Death Cafe lo organizó en el sótano de su casa, en el barrio londinense Hackney, junto a su madre Sue Barsky Reid.

Miryan Wodnik, psicóloga clínica y autora de 'Detrás del Arcoíris'.

Miryan Wodnik, psicóloga clínica y autora de 'Detrás del Arcoíris'.

"Jon trabajaba acompañando a enfermos con tratamientos muy difíciles o incluso terminales. Le impactó mucho lo que vivió junto a un paciente de leucemia. Influenciado por los artículos del sociólogo suizo, Bernard Cretazz, quien organizaba reuniones de Death Cafe en Suiza (2004) y Francia (2010), decidió institucionalizarlas, hacerlas viraesl", cuenta Wodnik. Desde entonces, se han celebrado miles de Death Cafe en todo el mundo, haciéndose muy populares en Estados Unidos. En España están comenzando a coger fuerza. Los primeros cafés de la muerte tuvieron lugar en el País Vasco, Cataluña y Andalucía hace tres años. Ahora, ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga organizan estas reuniones, al menos, una vez al mes. 

PREGUNTA.– ¿Por qué un café? –a la psicóoga Miryan Wodnik–

RESPUESTA.– Cuando estamos nerviosos necesitamos nutrir esos nervios de cosas que nos dan seguridad. Pocas cosas nos dan tanta seguridad como la comida y el dinero. 

P.– ¿Por qué tanto hincapié en que no es un proceso terapéutico?

R.– Lo terapéutico tendemos a querer repetirlo. Aquí cada encuentro es único, no siempre vienen las mismas personas, no siempre se escucha con la misma paz y tranquilidad que la vez anterior. Si lo llamamos terapia invita a pensar que aquí vienes a sanar, que va a ser un sitio donde alguien va a hacer un recorrido contigo y te va a dar la mano, a acompañar. 

P.– ¿Escuchó la 'meditación de la muerte' que hace Pablo Motos?

R.– Yo lo llamaría de duelo, más bien. Y el mayor duelo que tenemos que atravesar todos es que nos vamos a morir. No sabemos ni cuándo ni cómo, pero nos vamos a morir, y vivimos de espaldas a eso. No sabemos lidiar con el dolor, con el sufrimiento que nos genera la muerte de otros. 

P.– ¿A la gente le avergüenza hablar sobre la muerte?

R.– Sí. No hay una educación en hablar y escuchar hablar sobre la muerte. Debemos enfrentarnos a la nuestra propia y a recibir la muerte del otro como algo natural. Al final, la muerte es donde va la vida.

Una mañana en un Death Cafe

EL ESPAÑOL | Porfolio acude a un Death Cafe organizado en una cafetería del barrio madrileño de Aravaca. Son las once de la mañana. Al fondo del establecimiento, doce sillas estratégicamente colocadas conforman lo que será "un coloquio entre amigos". Los participantes piden a la camarera café y un par de churros a medida que van llegando. La mayoría, todos adultos de entre 40 y 60 años, se conocen entre ellos y han asistido, como mínimo, a un par de reuniones. Sólo Jesús y María asisten por primera vez, quienes se presentan tímidos.

Hoy Wodnik es la facilitadora. Nada más sentarse, aclara que "el Death Cafe no es terapia. No es un proceso terapéutico ni se trata de un apoyo al duelo" y que "esto no son sesiones, sino reuniones". "Aquí venimos a escucharnos y a hablar. No resolvemos dilemas personales", expresa. A continuación, explica el formato 'sándwich' de la reunión: ronda de presentación, diálogo y cierre, donde los integrantes expresan en una frase o palabra "lo que se llevan del encuentro". 

Antes de comenzar, la psicóloga pide que ninguno de los participantes le diga al otro lo que hacer, "algo muy habitual en sociedad", y apunta que "nadie tiene la verdad absoluta de nada, por lo que aconsejaremos siempre desde nuestro punto de vista". "Ante todo, máximo respeto a las creencias de cada uno y confidencialidad", concluye. 

[Antoni Martínez, el psicólogo experto en la meditación de 'la muerte' que hace Pablo Motos]

Comienza por su derecha. "Esta es mi tercera o cuarta sesión", expresa una de las participantes. "Reunión", le corrige Wodnik entre risas con el fin de no equivocarlo con una sesión de terapia. "Vengo porque tengo miedo de aceptar la muerte como parte de la vida. De los Death Cafe salgo siempre con una enorme sensación de paz y tranquilidad. Me están ayudando a conseguir el objetivo", cuenta.

Durante la presentación, los integrantes dan a conocer el duelo por el que están pasando y evocan a sus muertos, que en paz descansen. Hay pérdidas de todo tipo. María (todos nombres ficticios para preservar sus situaciones personales) está pasando por una pérdida de amistad y Sofía recuerda a su madre, fallecida hace 17 años; Paula habla de su tía, Fernando de un antiguo ligue que se suicidó y Macarena se acuerda de Diamante, su perro.

Tema tabú

Sofía, quien perdió a dos parejas y a su padre, señala que del duelo se lleva un aprendizaje: "He aprendido a perder el miedo a la muerte. Aquí vengo a compartir y a ayudar a mis compañeros". "Además, en mi vida personal estoy viviendo un pequeño duelo, pues voy a dejar mi trabajo ya para siempre" cuenta. "La muerte profesional también duele", interviene Carlos. "Yo me desenamoré de mi oficio. Hace seis años me cogí una excedencia y todos me decían que lo aprovechase y viajase. 'Voy a viajar hacia dentro', les contestaba. Es una pérdida que también hay que procesar", participa Nuria.

Carlos asegura que pasó por una situación catatónica. "El poder abrirme, descubrir un lugar donde se hablara de este tema me parecía imposible. Siempre digo que la muerte es un tema tabú, casi nadie quiere hablar de ella, sobre todo la gente joven. Yo la he vivido de cerca con seres queridos. Asistir a estas reuniones, para mí, fue una especie de desahogo. Miryan dice que no es una terapia, pero para mí fue completamente terapéutico. Ahora estoy en una situación en la que quiero ver qué puedo aportar y qué puedo hacer por los demás", cuenta.

A su lado, un participante cuenta que ella quería vivir la muerte de su tía "sin ese miedo y agobio que aparece cuando pensamos en el fin de la vida". "Empecé a prepararme y conseguí acompañarla desde el cuidado, el amor y la curiosidad. Quiero seguir indagando sobre la muerte, pero normalmente no puedes hablar con la gente porque inmediatamente piensan que estás loca", expresa.

Mensajes desde el cielo

Tras la ronda de presentaciones, Sofía pide leer un mensaje. Cuenta que la noche que falleció su pareja en 2003, una amiga suya canalizó un mensaje del difunto. "Por el lenguaje y la forma de expresarse supe que era él", revela. Señala que ha seguido recibiendo este tipo de mensajes de forma directa. Es decir, desde entonces, la expareja de Sofía intenta comunicarse con ella de vez en cuando, sobre todo de madrugada. "Hoy lo vives con humor, pero ¿cómo lo recibías al principio?", pregunta una de las oyentes. "Fastidiaba un poco tenerme que levantar a esas horas", expresa entre risas. "Pero lo recibía con amor, con naturalidad".

Tras la revelación y contar los allí presentes anécdotas personales relacionadas con la canalización de mensajes, Wodnik invita a mandar un abrazo al amigo de Fernando. Todos aceptan, incluido Fernando, por lo que se disponen a agarrarse de las manos en círculo y enviarle al joven toda su energía. 

Para finalizar, después de que cada uno de los participantes expresaran un momento doloroso por el que están pasando, agradecen al Death Café por brindarles la oportunidad de hablar y debatir sobre estos temas. "Cada vez que vengo me voy llena", "me voy con una sensación de tranquilidad", "gracias por escuchar y compartir", "gracias por la confianza" y "me gustaría seguir viniendo" son los comentarios más escuchados en la ronda de cierre. 

[Así se enfrentan los niños al duelo tras un suicidio: "El tabú impide que hagan su proceso"]

Con el café terminado y ya desahogados, los participantes comienzan a marcharse no sin antes agradecer a Wodnik la reunión de hoy, "que ha sido muy especial y completa". Todos esperan poder coincidir de nuevo en otro café de la muerte. A la salida, cuentan sus experiencias en otras quedadas e insisten en lo importante y sanador que es: "La muerte es una condición de la vida, es parte de ella. No debemos ignorarla".