22 mayo, 2022 02:29
Sanxenxo

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En cada pueblo, en cada aldea de Galicia hay un rey o una reina. No reciben ese título, pero lo son. Nunca son el más rico, si acaso el más humilde; nunca utilizan su ascendiente sobre los vecinos para entrar en política, pero siempre dan la cara por los demás; nunca son el más erudito, pero siempre el más sabio.

En campaña electoral, los candidatos novatos reciben instrucciones para identificarlos. Es muy fácil: entra usted en un bar, se presenta y saluda a la concurrencia. Antes de devolver la mirada o el saludo, todos miran a una persona: ése es el rey, por lo general una persona mayor y desconfiada que ha nacido ahí, como sus padres y sus abuelos, que no ha salido mucho del pueblo, que conoce cada piedra, cada árbol y cada ola. Que mira al cielo y dice qué tiempo hará pasado mañana.

Ese tratamiento se adquiere de manera natural, con el tiempo: el rey no tiene enemigos, da buenos consejos, resuelve rencillas, se pelea con el alcalde, tiene el respeto unánime y sobre todo, nunca ha querido ser el rey. Sin pretenderlo, ha convertido su vida en una carrera de fondo y la ha ganado. Nadie lo trata de una manera especial, no hay peloteo ni reverencias, pero todo el mundo sabe que es la referencia del pueblo y que representa el sentir de cada vecino

El rey de Sanxenxo no es Juan Carlos I (1938), el monarca nómada. El verdadero rey de Sanxenxo es Antonio Martínez Paz, Parapeta (1946). Parapeta es el apodo familiar. En Galicia los apodos también hay que ganárselos y se llevan como un galón a través de las generaciones, sea cual sea el origen. Lo de Parapeta les viene de su abuelo, que era tartamudo. En una ocasión, tratando de explicar algo se atascó: "Pa-para-para-pé", y le quedó Parapeta.

Pobres como arañas

En el Sanxenxo de su niñez ya había ricos. "Siempre hubo ricos, al principio pocos, pero ricos de verdad, de los que tenían chalet encima de la playa y pasaban aquí tres o cuatro meses al año, no como ahora que la temporada se mide en quincenas. Había unos húngaros, y ya empezaban a llegar los madrileños; y luego algunos alemanes, ingleses", cuenta Parapeta a EL ESPAÑOL | Porfolio. 

Los primeros ricos "pasaban aquí tres o cuatro meses al año, no como ahora que la temporada se mide en quincenas"

El actual Sanxenxo lo pronosticó en 1882 el historiador Celso García de la Riega. Por aquella época no era más que un pequeño pueblo al que sólo se podía acceder por mar, pues no se había construido la carretera que recorre la costa hasta Pontevedra: "El pueblo veraniego de Sanxenxo es el único de la orilla derecha de la ría de Pontevedra llamado a obtener un próximo desenvolvimiento, principalmente como punto de baños". Lo argumentaba en base a la calidad de su marisco, la limpieza de sus aguas, la finura de la arena y la longitud de su mayor playa, la de Silgar.

Antonio 'Parapeta', de niño, con su hermano pequeño, Amancio, y su padre, Antonio, en su barca en Sanxenxo.

Antonio 'Parapeta', de niño, con su hermano pequeño, Amancio, y su padre, Antonio, en su barca en Sanxenxo. E. E.

El rey emérito Juan Carlos llega al club náutico de Sanxenxo entre gritos de viva el Rey, este viernes.

El rey emérito Juan Carlos llega al club náutico de Sanxenxo entre gritos de "viva el Rey", este viernes.

A Antonio Parapeta le toco vivir la profecía, que tardó mucho en cumplirse hasta la llegada de aquellos primeros ricos y la posterior explosión urbanística desmedida que acabó en la actual aberración, en la que solamente vemos edificios de apartamentos que empiezan en primera línea de playa y no terminan jamás.

"Éramos pobres como arañas. Nunca teníamos hambre, pero tampoco dinero. Ni una peseta, nunca. Y éramos afortunados porque mi padre tenía una barca a remo y a vela. Todo manos y viento. Otros sí pasaban hambre de verdad porque dependían de que les dieran trabajo de vez en cuando para llevarse un quiñón y unos centavos cuando había pesca. Cuando no, volvían sin nada".

Antonio, en su juventud, con una de sus capturas.

Antonio, en su juventud, con una de sus capturas. E. E.

Parapeta embarcó por primera vez a punto de cumplir 10 años, el 1 de abril de 1956, y ya no se bajó del barco. Fue el día que su padre se partió el esternón en un mal lance. La barca quedaba sin su único tripulante, así que Parapeta la abordó y se hizo con los remos para llevarla a puerto y salvar el negocio familiar. Como todo remedio a la lesión del padre, lo mandaron a Valladolid "a respirar aire seco, dijeron". Y el pobre Antonio tuvo que hacerse cargo del sustento de los suyos. ¡A los 10 años! Se subía cada día a la barca y aprendía. Cuando el padre volvió al cabo de unos meses, descubrió que el niño se había convertido en una máquina de pescar.

Lo confirma Juan Rocafort, amigo desde la infancia: "Conocía cada piedra y cada hueco donde se escondía el pulpo, el marisco, el pescado, y sabía cómo colocar el barco. En las rías no hay grandes caladeros, pero sí muchos pequeños bancos. La diferencia entre pescar o volver de vacío puede estar en ponerte cuatro metros más acá o más allá. Todos los marineros, hasta los más veteranos, estaban asombrados con Parapeta, y era un crío".

Dice su amigo Juan Rocafort: "Hasta los marineros más veteranos estaban asombrados con Parapeta, y era un crío"

Durante los siguientes años el contraste entre el incipiente Sanxenxo glamuroso y la pobreza de los marineros se acentuó. Lo visitaban Balduino y Fabiola, reyes de Bélgica, y por ahí pasaban miembros de la alta sociedad madrileña y algún que otro famoso, como Sarita Montiel. Todo el pueblo bajó a la playa para ver de lejos a la actriz. Y a finales de los 50 se rodaron ahí varias escenas de la película El hereje, que se estrenó en 1958. Fue un acontecimiento. La protagonizaba un hermoso actor italiano, Folco Lulli, que tenía a todas las chicas de Sanxenxo maravilladas. Pero los marineros eran igual de pobres, aunque veían cada vez más riqueza a su alrededor, siempre a la debida distancia.

Los reyes de Bélgica Balduino y Fabiola, el 15 de diciembre de 1960. En su luna de miel estuvieron en Sanxenxo.

Los reyes de Bélgica Balduino y Fabiola, el 15 de diciembre de 1960. En su luna de miel estuvieron en Sanxenxo. E. E.

La mejor historia poética

En 2013, Antonio publicó un poemario autoeditado, Rimas y poesías do Parapeta. Me lo enseña en su casa este pasado jueves, mientras el pueblo espera al otro rey. Estamos sentados a una mesa sobre la que colocó un plato con queso para mil personas, pan y vino.

Pregunta.− ¿Es bueno el libro?

Respuesta.− Para mí fue bueno. Agoté la edición, pero no, no soy un gran poeta. Me gusta rimar.

P.− ¿Y eso por qué?

R.− Eso lo saqué de mi madre. Es un homenaje. Ella tenía dos libretitas en las que escribía poemas con una letra preciosa. Vino un invierno muy malo. Mucho frío, mucho viento y poca pesca. La leña era un artículo de lujo. Después de los temporales bajábamos a la playa porque siempre traían ramas que el viento arrancaba de los árboles y acababan en el mar. Sólo teníamos aquellas ramas y algunas más que sacábamos de por aquí o allá. En casa nos congelábamos. Para calentarnos a mi hermano Amancio y a mí aquel invierno, mi madre cogía algunas ramas secas y para encenderlas usaba aquellos poemas. Iba arrancado las hojas de las libretas y las quemaba para prender la leña. Así nos daba un poco de calor durante unos minutos. Nos arrimaba al fuego porque aquellas ramas se quemaban enseguida. Amancio es ocho años menor que yo, o sea, que tendría no sé, dos o tres años y yo ya estaba pescando. A veces iba a la escuela unas horas para aprender algo y vuelta al barco y al frío. Nuestra madre nos calentaba con sus poemas. Nunca nadie pudo leerlos. ¡Puta miseria! ¡Puta vida!

"En casa nos congelábamos. Mi madre nos calentaba con sus poemas. Nunca nadie pudo leerlos"

La madre poeta se llamaba Amancia, de ahí que el pequeño se llamara Amancio, igual que Antonio se llama como el padre. Cuando cuenta lo de los poemas y se queja de la miseria es el único momento en que parece no estar conforme con su niñez. Se nota que aquello le sigue doliendo. A mí me parece una historia muy dura pero muy hermosa y muy poética a la vez. 

El joven Parapeta con su barca de bajura, en su pueblo, Sanxenxo, en los años 60 o 70.

El joven Parapeta con su barca de bajura, en su pueblo, Sanxenxo, en los años 60 o 70. E. E.

Poco después la vida de los hombres de mar, como el urbanismo de Sanxenxo, empezó a crecer, sin que una cosa tuviera nada que ver con la otra. En la familia Parapeta y en muchas otras lograron hacerse con un barco a motor. Eso les permitía recorrer mayores distancias y acceder a nuevos bancos. Y luego fueron llegando los armadores con barcos que hacían mareas en los grandes caladeros y las ofertas de trabajo en las plataformas petrolíferas. Empezó a moverse el dinero y se acabó la miseria. El propio Antonio hizo tres campañas en un barco de Pescanova en Sudáfrica y otra en un carguero que iba a Houston.

Hizo tres campañas en un barco de Pescanova en Sudáfrica y otra en un carguero a Houston, y en 1973 se volvió

En 1973 renunció a un sueldo de 20.000 pesetas, una fortuna, para regresar a Sanxenxo, a su barco de bajura, para casarse con su novia, Charo, y no salir más de su pueblo. Allí quedó faenando y ella vendiendo el producto en el mercado hasta que se jubiló a los 68 años, con 52 años cotizados. No pudo cotizar hasta que tuvo edad porque a los 10 años no se podía. Tampoco cotizó cuando hizo la mili.

Lo hicieron vicepresidente de la Cofradía de Santa Rosalía, un cargo que en un pueblo marinero vale mucho más que el de un rey.

El rey Juan Carlos con la tripulación del 'Bribón', este viernes en el Club Náutico de Sanxenxo.

El rey Juan Carlos con la tripulación del 'Bribón', este viernes en el Club Náutico de Sanxenxo. Mónica Ferreirós

Dos reyes frente a frente

P.− ¿Conoces a Juan Carlos I?

R.− Sí, un fenómeno. Ya venía mucho por aquí cuando era príncipe y estaba en la Escuela Naval Militar de Marín, que decían que andaba detrás de una chavala de las casas ricas, pero conocer, lo conocí años después y coincidí con él algunas veces.

P.− Fenómeno, fenómeno, no sé yo…

R.− Sí, lo que yo te diga. La última vez que lo vi me dijo: "Yo a ti te conozco"; yo le contesté: "Seica si, meu", y se echó a reír. Luego me dijeron que había sido un maleducado y les contesté que no, que al Rey le había hecho gracia.

"Seica si, meu" puede traducirse como "creo que sí, amigo". Lo de amigo es una traducción muy libre. Lo mismo vale colega, chaval, tronco, brother, tío, o cualquier otra palabra inadecuada para dirigirse a un rey.

P.− ¿Qué sientes cuando lo ves regateando en las mismas aguas en las que tú te dejaste la vida trabajando desde niño?

R.− Bueno, él es Rey, qué va a hacer. Lo critican mucho, pero todos tenemos nuestras cosillas.

P.− ¿Cosillas?

R.− Llámalo como quieras. No sé por qué tienen que amargarle la vida ahora que le quedan dos telediarios. Yo es que no me gustan las broncas, ni siquiera en mi casa. No me gusta discutir ni me gusta la gente que se dedica a criticar. Por mí, si el rey emérito quiere venir, que venga, a mí no me molesta.

"No sé por qué tienen que amargarle la vida al rey emérito ahora que le quedan dos telediarios. A mí no me molesta"

P.− Leí en una entrevista que te hicieron en 2016 que te jubilaste el día en que él abdicó.

R.− ¿En serio? No lo sé, no lo creo. Son cosas que se cuentan por ahí, pero lo recordaría. Una cosa así no se olvida. No, no, pon que no.

El pescador y poeta Antonio 'Parapeta', con la colección marina que guarda en su casa de Sanxenxo.

El pescador y poeta Antonio 'Parapeta', con la colección marina que guarda en su casa de Sanxenxo. E. E.

El coleccionista

Antonio Parapeta nos sube a su despacho, donde tiene un museo de cosas raras que encontró en el mar. Trozos de cerámica, elementos de navegación antigua, espadas de pez espada (con una posa para la fotografía que abre este reportaje), sierras de pez sierra, mandíbulas de tiburones, todo tipo de animales marinos conservados en formol, huesos de ballena, de todo. Ocupan estanterías y mesas en toda la sala. La mayor parte de esa colección la tiene depositada en un colegio de Sanxenxo, para que la infancia la conozca. "A los niños les encantan estas cosas y yo lo tengo allí porque quiero que aprendan lo que hay en el mar. Además, aquí no me cabe. O sea, que un día lo mandé todo para allá. Los del colegio encantados y yo más". 

En medio de la sala hay otra mesa, enorme, llena de libros y de nuevos poemas. Le pregunto si está preparando un nuevo poemario. "Qué va. El otro lo publiqué porque me mandó la familia y ya te dije que no me gusta discutir". 

P.− ¿Prefieres este Sanxenxo de ahora o el anterior, el de tu niñez?

R.− El de mi niñez era una maravilla. Sin una peseta pero una maravilla. El de ahora es todo lo contrario. Se mueve mucho dinero en verano, pero el pueblo ha salido perdiendo en belleza, en espacio, en todo lo demás. Bueno, así vinieron las cosas.

El paseo de la playa de Silgar y el balneario (al fondo a la izquierda), en 1930.

El paseo de la playa de Silgar y el balneario (al fondo a la izquierda), en 1930. Ollares.com

Vista de Sanxenxo y el puerto deportivo Rey Juan Carlos, en la ría de Pontevedra.

Vista de Sanxenxo y el puerto deportivo Rey Juan Carlos, en la ría de Pontevedra. Ayuntamiento de Sanxenxo