27 marzo, 2022 04:02
Cangas (Pontevedra)

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Raúl González Santiago era el tripulante más joven del Villa de Pitanxo. Cumplió 24 años a bordo del buque el 12 de febrero, tres días antes del fatídico desenlace que, el 15 de febrero, acabó con la vida de 21 personas. Su madre, Mary, le dijo que si estuviera en casa le haría una tarta de las que le gustan.

El hijo la tranquilizó: el cocinero del barco hacía también buenas tartas. Natural de Cangas do Morrazo (Pontevedra), pertenecía a una de esas familias que llevan la mar en el ADN. Su padre, jefe de máquinas faenando ahora mismo en Malvinas, trabajaba en Terranova cuando nació Raúl, las mismas aguas donde éste murió 24 años después. Su hermano Aarón es capitán y la familia está bien surtida desde hace generaciones de hombres de mar.

La península de O Morrazo es una lengua de tierra que se extiende entre las rías de Vigo y Pontevedra. Es tierra de gente dura, combativa y valiente. Los que protagonizaron en los años 80 los episodios más duros del conflicto naval; los únicos que no pagan por utilizar la autopista a Vigo porque un buen día decidieron que no les daba la gana y colapsaron las casetas del peaje pagando con monedas de un céntimo hasta que la empresa se hartó y los dio por imposibles.

Cangas es uno de esos pueblos que lleva siglos peleándose con la mar y Raúl González siempre supo, desde niño, que quería ser oficial en un barco de pesca. Eso ya lo había logrado. En la lista de tripulantes del Villa de Pitanxo figura como segundo oficial y, por tanto, el tercero de a bordo. Tenía el título de patrón de altura. Su sueño absoluto era ser capitán de un atunero, para lo que iba a matricularse a la vuelta de Terranova.

Raúl González Santiago, un día de descanso.

Raúl González Santiago, un día de descanso. Cedida

La singladura

El viaje desde el puerto de Marín a Terranova fue bien. Raúl lo pasó en su lugar de trabajo, el puente de mando. Había hecho su periodo de prácticas con su padre de julio a noviembre de 2021 en Malvinas y tenía amplia experiencia trabajando durante los veranos en los barcos que mueven turistas entre tierra firme y la isla de Ons. La singladura a Terranova fue tranquila, sin sobresaltos. Es de suponer que se sintió como lo que era, un orgulloso oficial cubriendo su primer destino.

Su situación cambió de manera drástica e inexplicable cuando el patrón, Juan Enrique Padín Costas, también vecino de Cangas, se metió en el infierno y mandó a Raúl a trabajar a las bodegas, meneando, limpiando y congelando pescado, algo totalmente ajeno a sus funciones. «Mucho ir en la ruta en el puente y luego abajo como un marinero más», escribió a su madre.

El pesquero Villa de Pitanxo, construido en 2004.

El pesquero Villa de Pitanxo, construido en 2004. Europa Press

La faena

Se comenta que Padín tenía una famosa frase: «Yo las cosas las digo una vez». No aceptaba réplicas. Raúl empezó a vivir sensaciones contradictorias, reflejadas en los mensajes por Whatsapp que intercambió con su madre, Mary Santiago (Kuky en familia), y con su hermana Sara. Por una parte, era perfectamente consciente de la injusticia que estaba sufriendo; pero estaba feliz del trato que recibía de sus compañeros, que desde que se lo encontraron en la bodega hasta que el Pitanxo se hundió, lo acogieron y lo arroparon. Para ellos tuvo solamente palabras de agradecimiento.

«Llevo dos días sin ducharme por esta mierda de horario. Llevo 20 horas trabajando», le escribió a la hermana. Su situación empeoró a los pocos días: «Estoy peor porque hay guardias». Las condiciones a las que fue sometido le frustraban, pero más aún hacer un trabajo para el que no se había formado y no hacer aquél para el que estaba perfectamente capacitado.

Era el segundo oficial pero el patrón lo envió a apalear pescado en la bodega con los marineros

«Al final, eso de ir de oficial era una mentira». En el entorno familiar describen esa situación como maltrato laboral. Toda la marinería en bodega soporta esas condiciones de trabajo, esos horarios y esas guardias, así que Raúl cumplió como uno más a pesar de que perfectamente podía haberse negado. Si soportó aquello fue gracias a los marineros, perfectamente conocedores de cómo funciona la cadena de mando de un barco.

Les debió impresionar que el segundo oficial fuera enviado a la bodega y que se pusiera a apalear pescado como el primero. Se generó una relación de respeto mutuo que acabó en amistad. A pesar de sus justificadas quejas fue amoldándose a la situación: «Es sólo un mes, las cosas son así», escribió poco antes de la catástrofe.

Zona del hundimiento del 'Villa de Pitanxo' y de otros naufragios en el Atlántico Norte, cerca de Terranova.

Zona del hundimiento del 'Villa de Pitanxo' y de otros naufragios en el Atlántico Norte, cerca de Terranova. Lina Smith

El hogar

Kuky, la madre de Raúl, recibe al enviado de EL ESPAÑOL | Porfolio en una buena casa de piedra con unas formidables vistas a la ría de Vigo. Una de esas casas en las que se ve toda una vida de trabajo bien empleado. Me llevan a una sala, me indican una mesa blanca y en dos segundos todas las parientes de Raúl están ubicadas. Frente a mí, la hermana, Sara, y Ana, la abuela. La mesa la preside Kuky, y las hermanas de ésta, Anuska y Eva, se sitúan entre ella y yo. De la mesa, como por arte de magia, aparecen y desaparecen a cada rato cervezas y refrescos, jamón y embutidos. Luego llegan dos personas más: la cuñada de Raúl y una amiga de la familia.

El ambiente es extraño. Se percibe un tremendo dolor y mucho cansancio y a la vez se suceden momentos de recuerdo a Raúl que provocan risas, alegría incluso. Lloran su muerte y celebran su vida entre continuas interrupciones, puntualizaciones y cambios de tema. Pasan las tardes en compañía, llenándose entre ellas de cariño y de atenciones. Su cadáver es uno de los 12 que no han podido recuperar. Pienso en lo duro que es perder a un hijo, a un nieto, a un hermano, a un sobrino, pero es reconfortante comprobar que en este caso es un poco menos duro porque no están solas. 

El hundimiento

La madre, Kuky, relata a esta revista su visión de cómo imagina el naufragio. Junto a ella están sus dos hermanas, su hija, su madre y su nuera, todas ellas recordando a Raúl entre lágrimas y risas. Son una piña. Al acabar la entrevista, tras una corta deliberación, piden que no se publique eso. El asunto está en manos de la Justicia y no quieren hacer nada que pueda complicar las cosas. No hace falta. Al poco de acabar la conversación con la familia, se publicó la noticia de que la Fiscalía ve un posible delito de homicidio imprudente y contra los derechos de los trabajadores por parte del capitán y patrón Juan Padín, y pide el traslado de la causa al juzgado de Marín.

El patrón, Juan Padín Costa (izquierda), y su sobrino Eduardo Rial Padín, dos de los tres supervivientes.

El patrón, Juan Padín Costa (izquierda), y su sobrino Eduardo Rial Padín, dos de los tres supervivientes.

Hay dos versiones de sobra conocidas: una, la que sostienen el capitán, Juan Padín Costas, y su sobrino Eduardo Rial Padín, según la cual el motor se apagó de manera repentina, quedando al barco a merced de las olas hasta que se inundó y se fue a pique. La otra versión, a la que la Fiscalía concede crédito, la más extendida y la aceptada por las familias de los 21 fallecidos, es la que se desprende de la declaración ante la Guardia Civil del tercer superviviente, el marinero de origen ghanés Samuel Kwesi Koufie.

Samuel Kwesi Koufi, uno de los tres supervivientes del Villa de Pitanxo.

Samuel Kwesi Koufi, uno de los tres supervivientes del Villa de Pitanxo. Cedida por la Iglesia Evangélica de Marín

Las condiciones eran infernales. Entre olas de 10 metros, de madrugada, trataban de subir un aparejo cargado hasta arriba de pescado. El Villa de Pitanxo no podía con él y empezó a escorar. Los marineros pidieron al patrón que soltara el aparejo, a lo que éste se negó, lo que se comprende al recordar su lema: «Yo las cosas las digo una vez». Fue, entonces sí, cuando se inundó la sala de máquinas y se paró el motor.

"Un buen lance de fletán negro puede valer una fortuna, entre 400.000 y 600.000 euros", dice un empresario

Sobre el empeño del patrón Juan Padín en subir las redes, un empresario y antiguo marinero, Xosé, que hizo muchas mareas en sus tiempos, propone una explicación: «Un buen lance de fletán negro, que es lo que estaban pescando, puede valer una fortuna, entre 400.000 y 600.000 euros. A ningún patrón le gusta deshacerse de una carga como ésa. Hay que evaluar el riesgo y se puede caer en la tentación de llevarlo al límite y actuar de manera temeraria. Me temo que pudo suceder así y la cosa salió mal. Y si eso se demuestra, hay un único responsable, que es el que gobernaba el barco, el que tomó las decisiones equivocadas».

Raúl, futuro capitán

A Raúl nunca le faltó de nada. Con un padre faenando de jefe de máquinas (prefieren no dar su nombre) y una madre enfermera, su única obligación era estudiar. «Lo mejor que les puedes dar a tus hijos es formación, y Raúl la aprovechó muy bien, como sus hermanos. En nada iba a ser capitán, y era un chaval». Le gustaba ganar dinero y gastarlo, por eso trabajaba en vacaciones. «La ropa de marca, la buena comida, los coches. Él era así. Quería ahorrar para un coche nuevo».

Pero no era un posturitas. «Era muy trabajador y muy leal a sus amigos y a su familia. Cuando yo estaba ingresada con un cáncer, si tenía una hora libre, iba a Cangas a recoger a su hermana, venían a verme al hospital, estaban 20 minutos, volvía a Cangas a dejar a la hermana y vuelta al trabajo», cuenta una de sus tías. Y muy tenaz también.

«De niño, con tres años o así, se ponía un casco de romano, cogía una espada e intentaba cazar moscas. Podía pasar horas y días así, no se rendía, y así fue siempre. Cuando hizo el ciclo medio no le dieron plaza en Vigo y tuvo que ir a Culleredo. No estaba muy a gusto. Todos los lunes llamaba a Vigo para preguntar si había quedado una plaza vacante y en diciembre por fin algún alumno lo dejó y allá se fue. Era muy persistente».

A los 21 días de nacer estuvo a punto de morir de una bonquiolitis furiosa. «Salió vivo de milagro. La vida le ofreció una segunda oportunidad y la aprovechó a tope. Le encantaba la vida, y mira ahora», se lamenta la madre.

Las preguntas

Hay muchas preguntas en el aire que se irán resolviendo a lo largo del proceso. Una de ellas es por qué solamente el patrón y su sobrino llevaban los trajes protectores. Otra es dónde estaba el sobrino en el momento en el que el barco empezó a escorar. Otra, por qué el segundo oficial no se encontraba ocupando su puesto de trabajo en el puente de mando durante las maniobras de pesca y sí en la bodega, donde no pintaba nada. Cuándo y por qué se apagó el motor. Y la madre de todas las preguntas: por qué el patrón se negó a soltar el maldito aparejo, tal como sospecha la Fiscalía.

"Queremos que se sepa qué ocurrió, lo merecen Raúl y las 21 personas que murieron con él", dice su madre

Kuky y su entorno lo tienen claro: «No vamos a parar. No queremos millones ni componendas. No aceptaremos arreglos para tapar esto. Lo que queremos es que se sepa lo que ocurrió y vamos a llegar hasta el final, que es lo que merecen Raúl y las 20 personas que murieron con él». No quieren otra cosa, y mucho menos notoriedad. Se negaron a que acudiéramos al encuentro con un fotógrafo, ni a facilitarnos fotos familiares, salvo alguna de los tres hermanos con pocos años, tras mucho rogar.

Raúl (a la izquierda), de niño con sus hermanos Aarón y Sara.

Raúl (a la izquierda), de niño con sus hermanos Aarón y Sara. Cedida

Sobre cómo murió Raúl, Xosé, el antiguo marinero, tiene una teoría que la familia comparte: «Tal como se hundió el barco, de forma casi instantánea, el agua debió inundar las bodegas, los camarotes, la sala de máquinas de una forma brutal. No murieron ahogados, sino del golpe de las toneladas de agua entrando en tromba. Ni se habrán enterado. No creo que sufrieran. Los que subieron a la lancha salvavidas serían los que estaban en cubierta o en el puente. Ellos, salvo los tres que se salvaron, sí sufrieron porque murieron congelados».

Era un gran chico  

La madre y todas las mujeres que la acompañan sólo piden que escriba que Raúl era un chaval feliz, siempre animado y animando a los demás, un hombre que disfrutó tanto de la vida que incluso encontró la manera de ser feliz apaleando pescado en la bodega con sus nuevos amigos.

Quieren que la gente sepa que Raúl González Santiago, segundo oficial del Villa de Pitanxo, era algo más que el tripulante más joven: era una persona conciliadora, amable, atenta, sociable, inteligente y trabajadora. Un chaval que iba a ser un magnífico capitán de pesca, porque era lo que quería y nunca renunciaba a un sueño. La historia de uno de los 21 fallecidos en circunstancias tan graves como probablemente absurdas, presuntamente por salvar un lance de fletán negro.

El encuentro lo zanja Ana, la abuela de Raúl, mirando hacia el infinito, como buscando a su nieto: «Sí fue feliz. Tenía una sonrisa preciosa».

El joven oficial Raúl González, tripulante del pesquero 'Villa de Pitanxo', era vecino de Cangas, en Pontevedra.

El joven oficial Raúl González, tripulante del pesquero 'Villa de Pitanxo', era vecino de Cangas, en Pontevedra. Cedida

Daniel More, Diego Andrés More y Edwin Córdoba, tres de los 21 tripulantes muertos.

Daniel More, Diego Andrés More y Edwin Córdoba, tres de los 21 tripulantes muertos.

Los 24 del 'Villa de Pitanxo'

En el naufragio del barco gallego, con 24 tripulantes a bordo, sobrevivieron 3 hombres y murieron 21. De estos últimos, han recuperado los cadáveres de 9 y 12 continúan desaparecidos. El listado completo es el siguiente, con su nombre, fecha y lugar de nacimiento, y puesto en el barco:

SUPERVIVIENTES 

1. Juan Enrique Padín Costas (6/5/1966, Cangas, España). Capitán.

2. Eduardo Rial Padín (10/01/1980, Cangas, España). Sobrino del anterior. Marinero.

3. Samuel Kwesi Koufie (26/4/1991, Ghana). Marinero.

MUERTOS

4. Miguel Ángel Lumbres Cumpa (29/9/1970, Perú). Marinero.

5. Daniel Fernando More Valladares (18/1/1977, Perú). Marinero.

6. Diego Andrés More Vega (29/9/1995, Perú). Sobrino del anterior. Marinero.

7. Fernando Santomé Ferradas (12/19/1971, Bueu, España). Cocinero.

8. Juan Antonio Cordero Coro (3/5/1966, Lepe, España). Primer oficial.

9. Rogelio Franco Damazo Cueva (8/12/1965, Perú). Marmitón (ayudante de cocina).

10. William Arévalo Pérez (3/11/1979, Perú). Marinero.

11. Apaanah Pelungo Zure (27/6/1974, Ghana). Marinero.

12. Ricardo Alfonso Cruz Flores (6/7/1973, Perú). Engrasador.

DESAPARECIDOS

13. Raúl González Santiago (12/2/1998, Cangas, España). Segundo oficial.

14. Edwin Andrés Córdova Salinas (28/5/1993, Perú). Marinero.

15. Ricardo Arias García (22/8/1976, Marín, España). Marinero.

16. Fernando González Martínez (13/10/1967, Moaña, España). Engrasador.

17. Pedro Herrera Couso (11/9/1992, Marín, España). Primer oficial de máquinas.

18. Jonathan Calderón Ortiz (18/1/1983, Perú). Marinero.

19. Martín Quino Zeballos (2/8/1966, Perú). Marinero.

20. Edmon Owusu Okutu Kouletio (5/12/1981, Ghana). Contramaestre.

21. Michael Tetteh (6/3/1974, Ghana). Marinero.

22. Francisco de Pazo Villanueva (5/2/1949, Marín, España). Jefe de máquinas.

23. Juan Martín Frías Riera (7/4/1985, Perú). Marinero.

24. Francisco Manuel Navarro Rodríguez (8/11/1988, España). Observador.