La infanta Elena, Gérard Depardieu, Luis Eduardo Aute y el Papa Francisco.

La infanta Elena, Gérard Depardieu, Luis Eduardo Aute y el Papa Francisco. Guillermo Serrano Amat

BESTIARIO

Elena y familia, Depardieu lascivo y el Papa progre

La Familia Real, Gérard Depardieu, el papa Francisco y Luis Eduardo Aute; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.

24 diciembre, 2023 02:17

Familia Borbón

Infanta Elena.

Infanta Elena. Guillermo Serrano Amat

Me dijeron que el sexagésimo aniversario de la infanta Elena se celebraría en dulce montón, pero algunos no llegamos a creerlo. Pensamos que de nuevo volveríamos a la ruta de Sanxenxo, con el Emérito presidiendo la romería del marisco. Pero no fue así. Por primera vez se impuso una reunión familiar stricto sensu, o sea, como Dios manda.

Don Juan Carlos fue el que más dio la cara. Saludó a los periodistas, contestó a sus preguntas y, como vimos luego a la puerta del restaurante, interpretó con su hija Elena un saludo típicamente borbónico que se convertiría en el chascarrillo de la jornada. El saludo consistía en un beso familiar, seguido de reverencia y señal de la cruz en la frente, (de la infanta a su progenitor, no al revés) detalle con el que la Elena agasajó a su padre en señal de intimidad. Finalmente, padre e hija se despidieron con un juego de manos (¡choca esa!) que asombró a los periodistas y a la concurrencia más cotilla.

Terminada la exhibición, el resto de la familia llegó en cuentagotas: la reina emérita sonriente, la hermana Margot, la cuñada Irene, la infanta Cristina (que se abstuvo de saludar), María Zurita, Simoneta Gómez Acebo, Froilán, Victoria Federica y toda la chavalería.

Los últimos en llegar fueron los Reyes, que dieron un calculado paseo por la acera hasta el restaurante con objeto de que los reporteros gráficos captaran toda la secuencia. Felipe VI hizo una exhibición de sonrisas como nunca antes habíamos visto. Todo hay que decirlo: el Rey gana mucho con la sonrisa. La reina Letizia también, pero ella solo sonríe con la gente de confianza, y nunca suele tomar la iniciativa. Letizia solo sonríe si lo ha hecho antes su marido.

Gérard Depardieu

Gérard Depardieu

Gérard Depardieu Guillermo Serrano Amat

Es uno de los hombres más grotescos y vomitivos que ha dado el cine francés. Protagonista de más de cien películas (entre ellas Cyrano de Bergerac, Astérix y Obélix", Fahim, Invencibles, Mis tardes con Margarite, Bellamy, Valley of love, Sólo se vive una vez, etcétera).

Gérard Depardieu (Chateauxroux, 1948) no levantaría la cabeza ni volvería a rodar una película si no fuera porque el presidente Macron defiende al actor y confiesa a quien quiera oírlo que está en contra de la cacería del hombre.

En estas semanas se han hecho públicas algunas de las más vergonzosas obscenidades del actor, unas en forma de video guarro, como corresponde al depredador sexual que lleva dentro, y otras disimuladas en frases contra las mujeres. Verbigracia: "las mujeres son unas zorras".

[La periodista española Ruth Baza denuncia al actor Gérard Depardieu por haberla violado en París en 1995]

Todo lo que dice es insólito e inmundo. Ahí va un ejemplo: trece mujeres acusan a Gérard Depardieu de haber abusado de ellas. La última, una periodista llamada Ruth Baza, se remonta a 1995, cuando la chica viajó a París para entrevistar al actor.

Javier Angulo, que entonces dirigía la revista Cinemanía, contó que la chica llegó traumatizada por el maltrato que había sufrido. Ruth, por su parte, alega que no ha sido la única, pues sabe de otras mujeres (entre ellas, algunas actrices) que han señalado a Depardieu como un abusador universal.

La familia del actor, sin embargo, lo defiende de las denuncias recibidas calificándolo de mojigato y delicado. Hay de todo. La actriz Carole Bouquet, que vivió con el mostrenco francés, lo blanquea recordando: "Nuestra vida ha estado llena de momentos prodigiosos".

Jorge Mario Bergoglio

El papa Francisco.

El papa Francisco. Guillermo Serrano Amat

El papa Francisco (Buenos Aires, 1936) siempre trae una novedad debajo de la sotana. La última es que a partir de ahora la Iglesia podrá bendecir a las parejas homosexuales. No se trata de ofrecer un sustitutivo al matrimonio gay. El Papa cree en Dios y en la unión del hombre y la mujer para traer hijos al mundo.

La novedad de Francisco no sólo consiste en que la Iglesia pueda bendecir a las parejas homosexuales. También se trata de dar un espaldarazo a los curas para que no bendigan de tapadillo a los homosexuales. Y al contrario: si una pareja de gays acude a una parroquia con el propósito de que el párroco les dé una bendición, que no haga como los curas de la carcundia y les bendiga.

Antes, la Doctrina de la Fe se llamaba Santa Inquisición. Lo curioso del caso es que la Inquisición que antaño quemaba a los herejes en la hoguera es la misma que ahora permite las bendiciones a los homosexuales.

Eso lo sabe bien el Papa, que está en la avanzadilla y gasta una bondad desbordante. Ahí manda ahora un cargo equivalente a un ministro en un Gobierno. El actual prefecto para la Doctrina de la Fe se llama Víctor Manuel Fernández, tiene 61 años y es el teólogo de cabecera de Francisco. Lo llaman Tucho.

Estaba trabajando en Argentina cuando le llamaron del Vaticano. Desde que está en Roma ha provocado una revolución publicando temas polémicos. Un tema polémico fue, por ejemplo, la aclaración de que una madre soltera podía comulgar, algo que hasta entonces estaba mal visto, hasta el punto de que algunos sacerdotes les prohibían la comunión.

Hablando de las prohibiciones, Tucho explicó hace un mes que los transexuales pueden ser padrinos de bautizo y testigos de boda. Amén.

Luis Eduardo Aute

Luis Eduardo Aute.

Luis Eduardo Aute. Guillermo Serrano Amat

De todos mis viajes a Tánger, faltó uno que nunca haré: la celebración del centenario del Hafa Café. Me enteré por el telediario español, en recuerdo de Luis Eduardo Aute (1943-2020), autor de la canción que dio éxito al café, cuando el cantante ya no estaba entre nosotros. Ahora llevo el video del aniversario en mi móvil, y cuando la nostalgia me castiga cargo las pilas del recuerdo hasta que se me hace un nudo en la garganta.

El Hafa está formado por un conjunto de terrazas donde los marroquíes toman el té la mirando a Gibraltar. Siempre me ha impresionado el manto de silencio que allí reina por las tardes. Grupos de jóvenes se reúnen fumando kif. Y hombres solitarios cuya única actividad es contemplar el perfil de la costa española al otro lado del Estrecho.

Lo descubrí un día de comienzos de otoño. Las mesas estaban cojas y el viento azotaba el mar, que muchos días estaba picado y desapacible. En aquella época ya habían estado en Tánger los Rolling Stones y demás famosos que aparcaban la fama para adormecerse con el aroma de la "maría".

En 1918 el dueño del Hafa metió las excavadoras y adecentó el café. Ahora ya es otra cosa. Menos destartalado, más blanco.

En Tánger hay tantos cafés donde cobijarse que necesitarías tres meses para conocerlos todos. Me gusta recordar lo que un día debió ser la ciudad, cuando reinaba el papá del monarca actual, Hassan II, que nunca se gastaba un dírham para embellecer esta ciudad. Ahora está irreconocible. Cuando llueve, la kasbah ya no es un barrizal y las callejuelas no parecen desbordantes alcantarillas. En cambio, los días secos olían a pan recién hecho y las campesinas recién llegadas del Rif tomaban la calle para ofrecer sus productos.

En el tramo que va desde el zoco grande al zoco chico conocí a Bachir, al que bautizamos como "nuestro hombre en Tánger" porque nos guiaba en todos los caminos: la gruta de Hércules, la vieja montaña, la librería des colonnes, el patio de El Minzah, Villa Josephine y cerca de la kasbah, Marsans, el barrio que un día fue elegante y de él salieron muchas familias que se dispersaron por toda Europa. Me entretengo contemplando las viejas y hermosas casas de Marsans. Ya no son de nadie (si acaso, de la municipalidad) y los postigos de sus ventanas permanecen siempre cerrados.

De todas las casas que he conocido a lo largo de estos años me ha llamado la atención una cercana al puerto que fue vivienda del pintor orientalista Josep Tapiró, amigo y condiscípulo de Mariano Fortuny. Tras la muerte de Fortuny en Roma, Tapiró instaló su estudio en los bajos de la medina y se dedicó intensamente a pintar retratos de los personajes locales. En aquella época el orientalismo inspiraba a muchos artistas europeos. Estaba de moda, como Tánger.  Allí murió Tapiró a los treinta y seis años y su casa fue adquirida, creo, por unos ingleses y posteriormente por un catedrático de la Universidad de Granada.

[Las mejores 7 canciones de Aute, el hombre que defendió la belleza y denunció a los tiranos]

Durante mucho tiempo, la casa del pintor de Reus ha sido objeto de deseo. Su último inquilino es un político español ya jubilado que ha dejado la política para instalarse en Tánger si es que para entonces, no se ha convertido en propiedad saudí. La casa ha tentado a muchos españoles de paso por esta ciudad, y concretamente por el estudio del artista. Tentación equiparable a al deseo de los gobiernos de España y Marruecos por hacerse con el Teatro Cervantes, una construcción de estilo modernista que se inauguró en 1913 y desde hace 50 años amenaza ruina.

El gran Teatro Cervantes, como le pusieron entonces, fue a comienzos del siglo XX el teatro más grande del norte de África, con un aforo de 1.400 butacas y en el que actuaron los artistas más famosos del momento, como Estrellita Castro, Antonio Machín, Imperio Argentina, Juanito Valderrama, Carmen Sevilla, Lola Flores y Manolo Caracol. Todo un elenco.

En cierta ocasión, un cónsul de España en la ciudad me dejó un libraco enorme con todos los proyectos de la rehabilitación del teatro. Pasaron los años y allí nadie ponía un ladrillo. Ahora está a medio acabar, pero el ritmo es lento.

Aparte del Teatro Cervantes, Tánger ha ofrecido muchas atracciones culturales. La más llamativa fue el ramillete de escritores americanos que anidaron en la ciudad. Sus nombres son conocidos de todos: Truman CapoteGore VidalAllen GinsbergPaul Bowles, Jack Kerouac, William Burroughs, etcétera. Cerca de casa estaba el café Colon, donde Bertolucci rodó las primeras secuencias de El cielo protector, película basada en la novela de Bowles, que vivió en Tánger bastantes años. Él mismo salía en el café Colón tomando un refresco como si fuera un guiri.

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