Benjamin Netanyahu, durante una rueda de prensa con los ministros de Defensa y del Gabinete, en la base militar de Kirya, en Tel Aviv.

Benjamin Netanyahu, durante una rueda de prensa con los ministros de Defensa y del Gabinete, en la base militar de Kirya, en Tel Aviv. Reuters

LA TRIBUNA

¿Adónde vas, Israel?

Israel se encuentra en una encrucijada de caminos entre un modelo de sionismo secular de supuesto rostro amable y un pujante sionismo ultrarreligioso. 

23 noviembre, 2023 02:58

La campaña militar israelí en la Franja de Gaza parece haber unido a amplios sectores políticos y sociales israelíes en torno a la necesidad de acabar de una vez con todas con el movimiento de Hamás, responsable principal de los ataques cometidos el 7 de octubre.

Puede que, mientras dure la operación, y en función de cómo se vaya desarrollando, esta aparente cohesión interna se mantenga con cierta solidez.

Sin embargo, también puede preverse que, cuando dejen de sonar los tambores de guerra, volvamos al escenario anterior a este nuevo conflicto en Gaza. Un país dividido en dos mitades con visiones cada vez más divergentes sobre el modelo de Estado y de nación que mejor responda a los retos contemporáneos de "Yisra'el". 

Es cierto que se está forjando un consenso en torno a la necesidad de que el primer ministro actual, Benjamin Netanyahu, abandone el cargo en cuanto termine la ofensiva. En esto coincide casi todo el mundo, desde la derecha hasta la izquierda.

Una manifestación contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el sábado cerca de su residencia en Jerusalén.

Una manifestación contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el sábado cerca de su residencia en Jerusalén. Reuters

Pero eso responde a la convicción de que los errores en materia de seguridad e inteligencia que dieron lugar a la mayor afrenta sufrida por el país en los últimos 50 años deben repararse de un modo ejemplar. Se trata más de ajustar un precio político que de debilitar a una facción en favor de otra.

El estallido del enfrentamiento entre las dos grandes tendencias del proyecto de nación israelí se origina a finales de 2022.

Por aquel entonces, el ascenso de una coalición de fuerzas políticas con una marcada tendencia ultranacionalista y religiosa impuso como prioridad política un plan de gobierno que hasta ese momento había quedado circunscrito a las proclamas radicales de las formaciones sionistas más acérrimas y los colectivos de colonos vinculados con ellas.

"La célebre reforma judicial propuesta por uno de los halcones ministeriales, Yariv Levin, no perseguía sólo blindar la figura del primer ministro ante las varias acusaciones de corrupción en su contra"

El acuerdo, que reintegraba a Netanyahu, del Likud, a la jefatura del Ejecutivo 18 meses después, incluía, entre otras cosas, que "el pueblo judío tiene derecho exclusivo e inalienable sobre todas las tierras de Israel". Se añadía que "el Gobierno promoverá y desarrollará la colonización de todas las partes de la tierra de Israel", tanto en Galilea como en el Néguev, Golán (ocupada a Siria en 1967) o Judea y Samaria (que incluyen la actual Cisjordania).

Durante los últimos once meses, los ministros israelíes, algunos de forma especial como el de Finanzas, Berzalei Smotrich, el de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, o el de Defensa, Yoav Gallant, han tratado de ampliar los asentamientos y reducir el margen de acción de la población palestina en los territorios ocupados.

De hecho, la célebre reforma judicial propuesta por otro de los halcones ministeriales, Yariv Levin, no perseguía sólo blindar la figura del primer ministro ante las varias acusaciones de corrupción en su contra.

A través de la limitación de los poderes del Tribunal Supremo y otras instancias judiciales separadas hasta entonces de los poderes Legislativo y Ejecutivo se pretendía legalizar uno de los grandes objetivos de la coalición: aumentar los asentamientos en Cisjordania y permitir la llegada de una nueva remesa de colonos, similar, en la medida de lo posible, a la registrada en la década de los 90 tras el proceso iniciado con la Conferencia de Paz en Madrid (1991).

El principal problema, como puede imaginarse, es que para liberar los territorios necesarios en los que construir las nuevas edificaciones y alojar a los recién llegados había que provocar la salida de decenas de miles, sino cientos de miles, de ciudadanos palestinos. Y tensar todavía más la ya deteriorada relación del Estado israelí con las instancias internacionales, que vienen condenando sin mucho éxito la política de ampliación sistemática de asentamientos de determinados gobiernos de Tel Aviv.

También estaba, como Netanyahu y sus colaboradores bien sabían, la propia legislación israelí, que imponía una serie de restricciones que aquellos consideraban perjudiciales para sus intereses.

Una de las razones de la controversia nacional y social que ha venido fermentando en Israel a lo largo del último año tiene que ver con la naturaleza actual del proyecto sionista contemporáneo. No debe olvidarse que los pioneros del sionismo, que ya a finales del siglo XIX llamaban a la emigración judía hacia tierras palestinas eran, en muchos casos, miembros relevantes de la comunidad judía en países europeos desarrollados.

Como el propio barón Lionel Walter Rothschild, uno de los personajes más ricos e influyentes de la Gran Bretaña del primer tercio del siglo XX, receptor de la famosa declaración Balfour, que reconocía la "simpatía" de su Majestad respecto del establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina.

"El movimiento sionista ha sido, durante décadas, una corriente con un claro componente secular, adherido a la visión occidental sobre el concepto de Estado moderno"

Rothschild y tantos otros influyentes líderes judíos en Francia, el Imperio austrohúngaro, Alemania o Estados Unidos se identificaban plenamente con sus sociedades occidentales y utilizaban el factor religioso, las alusiones bíblicas al derecho "sagrado" del pueblo judío en Palestina, como elemento legitimador del movimiento colonialista.

Empero, ni eran fervorosos cumplidores en el sentido religioso ni se consideraban ortodoxos desde un punto de vista doctrinal.

Por ello, el movimiento sionista ha sido, durante décadas, una corriente con un claro componente secular, adherido a la visión occidental sobre el concepto de Estado moderno, con una legitimación histórica, para justificar, con el recurso a las fuentes religiosas inspiradas por Dios, algo tan poco moderno como es la expansión de un modelo nacional a costa de los habitantes originarios del territorio.

Humo en la franja de Gaza tras varios bombardeos israelíes.

Humo en la franja de Gaza tras varios bombardeos israelíes.

El gobierno que dirige los destinos del Israel actual, incluido el curso de esta campaña militar en Gaza, representa una transformación sustancial del sionismo tradicional. No ya sólo por proponer una opción que difiere del modelo secular, transversal y multiidentitario (circunscrito al espectro judío) basado en la separación de poderes según el concepto occidental.

Sino porque, por primera vez en su historia, sus postulantes creen firmemente en que los textos religiosos no sólo constituyen una legitimación de su proyecto nacional, sino que representan el fundamento mismo de la doctrina sionista.

Por esta razón, a lo largo de 2023, hemos oído en numerosas ocasiones a los dirigentes israelíes justificar sus propuestas, vinculadas según los casos con la necesidad de neutralizar el crecimiento demográfico de los palestinos en Gaza y Cisjordania, con referencias a pasajes bíblicos.

"Los adalides del sionismo tradicional hacían uso de este tipo de alusiones bíblicas, mucho menos agresivas por lo general, pero sólo en momentos puntuales"

Al inicio de la ofensiva terrestre, el propio Netanyahu hacía referencia al conocido mandato divino dirigido al rey Saúl, con una significativa alusión: "Recordad lo que los amalecitas hicieron con vosotros".

Se trata del principio de una conminación divina al rey Saúl, recogida del modo siguiente: "Ve, pues, y ataca a Amalec (el pueblo de los gigantes), y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata a hombres y a mujeres, a niños y hasta a los de pecho, y vacas y ovejas, camellos y asnos (Libro de Samuel I, 15.3)".

No fue la primera vez que los representantes de Tel Aviv emitían este tipo de declaraciones tremendistas. Smotrich tiene especial afición a un versículo incluido en el Libro de los Números (33.55): "Si no expulsáis a los habitantes del país, entonces los que queden serán para vosotros espinas en los ojos y aguijones en el costado, y os atacarán en la tierra que vais a habitar".

Por supuesto, los adalides del sionismo tradicional hacían uso de este tipo de alusiones bíblicas, mucho menos agresivas por lo general, pero sólo en momentos puntuales y para, una vez más, conceder una legitimidad "incuestionable" a sus postulados políticos. La gran diferencia con lo que llevamos escuchando desde hace un tiempo es que los líderes del sionismo israelí actual parecen creerse con fervor lo que dicen.

Esta sensación no sólo la tienen muchos israelíes, y no digamos los palestinos, a saber, que Israel se desliza peligrosamente hacia una versión que la está alejando de sus presupuestos de nación occidental.

El fundamentalismo literalista religioso del gobierno de Tel Aviv y la aplicación a ultranza de los dictados de expansión territorial, pese a quien pese, fue un motivo de preocupación para la propia Administración estadounidense, que a principios de 2023 hizo expresa su preocupación por la deriva de la política israelí.

La pronta y resuelta respuesta del presidente Joe Biden en apoyo incondicional de su gran aliado en Oriente Medio tras los ataques del 7 de octubre dejaron a un lado las reticencias hacia el nuevo gobierno en Tel Aviv, pero no dejan de revelar una honda preocupación por el futuro próximo de Israel.

El envío de portaaviones, fragatas y destacamentos de fuerzas especiales, así como las ayudas millonarias aprobadas por la Cámara de Representantes, reflejan la impresión de que Israel ya no es el Estado poderoso y capaz de desenvolverse con soltura en contextos de máxima complejidad. Como coincidieron en afirmar varios observadores locales cuando Biden visitó el país el 18 de octubre, los Estados Unidos han venido a proteger a Israel de sí misma.

La percepción es que el país se encuentra en una encrucijada de caminos, entre un modelo de sionismo secular de supuesto rostro amable que da muestras de agotamiento y un pujante sionismo ultrarreligioso que ya representa cerca de un tercio de la población y que aboga por un modelo de máxima presión sobre los palestinos.

Así las cosas, el fin de la campaña militar en Gaza habrá de dar lugar a un nuevo momento, decisivo, en el que la sociedad israelí en su conjunto deba formularse la gran pregunta. ¿Quo vadis, Israel?

*** Ignacio Gutiérrez de Terán Gómez-Benita es profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid.

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