Vladímir Putin observa el lanzamiento de un misil desde el crucero Pyotr Veliky.

Vladímir Putin observa el lanzamiento de un misil desde el crucero Pyotr Veliky. Reuters

LA TRIBUNA

¿Farol de Putin o amenaza nuclear real?

Ni el estado de las armas nucleares rusas ni la disposición de Putin a provocar un daño irreparable para su país están tan claras como pretenden algunos analistas.

8 octubre, 2022 02:58

Desde el 24 de febrero venimos asistiendo a una serie de amenazas apocalípticas de naturaleza nuclear a manos de Rusia. Si bien es cierto que este tipo de bravuconadas suelen estar reservadas a Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad, últimamente han llegado a estar protagonizadas por Vladímir Putin, con un comentario adicional: "No es un farol".

Putin, testigo de los juegos de guerra Zapad-2017 en la región de Leningrado.

Putin, testigo de los juegos de guerra Zapad-2017 en la región de Leningrado. Mikhail Klimentyev Reuters

La explicación se encuentra en la cada vez más cercana derrota rusa en Ucrania. Un escenario que sí sería apocalíptico para la camarilla de Putin, el denominado Clan de San Petersburgo, y que conduce a analizar qué armamento nuclear posee Rusia, en qué circunstancia está previsto que lo emplee y por qué no es la opción más probable.

Armamento nuclear ruso 

Los cálculos sobre las ojivas rusas son confusos y van desde las 6.200 que reconoce Moscú a las 5.700 que identifica Washington. En cualquier caso, se plantea que Rusia podría tener unas 3.200 cabezas activas, una cifra que podría descender hasta las 2.700.

Al igual que el resto de estados atómicos, Rusia organiza su fuerza en una triada que está compuesta por unos 500 misiles balísticos (ICBM) móviles o estáticos, doce submarinos nucleares y unos 80 aviones habilitados para cargar misiles de crucero.

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Si bien es cierto que la fuerza militar rusa es muy similar en cantidad a la estadounidense, después de la incapacidad demostrada en Ucrania, es probable que no sean comparables en eficacia.

¿En qué circunstancia lo podría usar?

Si hay una constante en los 30 años de independencia de Rusia es su voluntad de no lanzar armas nucleares. En todos los documentos doctrinales del Ejército se corrobora el deseo de no iniciar una guerra atómica.

En la doctrina militar de 1993 se renunciaba al first strike ("primer golpe" en español).

En el Concepto de Seguridad Nacional de 1997 sólo se permitía si había una amenaza existencial.

En la doctrina militar de 2000, si había un ataque a gran escala que llevara a una situación crítica.

En las actualizaciones de 2010 y 2014 se mantenía el uso condicionado a momentos en los que peligrara la existencia.

En 2020, ya con relaciones muy tensas con Occidente, se aprobó un documento sobre la disuasión que planteaba, de forma inequívoca, que las armas nucleares son defensivas.

"Incluso si las amenazas nucleares son ciertas, está por ver en qué estado se encuentra ese armamento"

En dicho documento se enumeraban los casos en los que se plantearía la opción: un ataque previo contra Rusia o contra sus aliados y situaciones en las que la soberanía o la integridad territorial estuviera en juego.

Así que podemos afirmar que la doctrina rusa no es muy diferente a la del resto de Estados con capacidad atómica. Y nada hace pensar que se pueda hacer un uso distinto de la misma.

¿Por qué no parece que lo vaya a usar?

Desde el comienzo de la guerra hemos asistido a un sinfín de amenazas del Kremlin. Quizá la que tuvo más eco fue la vertida contra Finlandia y Suecia tras su anuncio de unión a la OTAN. Pero también recurrió a este instrumento cuando comenzaron los envíos de armas a Ucrania o cuando se aprobaron las primeras sanciones.

La amenaza nuclear se ha convertido en un elemento más de la retórica de Moscú. Sobre todo, una vez el miedo al corte de la energía ha dejado de tener efecto para los socios europeos.

No es una técnica novedosa. Ya a comienzos de este siglo un desertor del GRU, Stanislav Lunev, alertó de unos supuestos maletines (AR-115S) dispersados por Estados Unidos y con armas atómicas en su interior que podían ser activadas en cualquier momento. Nunca ocurrió.

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Se puede alegar que Rusia es menos predecible que cualquier otro Estado con arsenal de este tipo. Pero no es menos cierto que las armas nucleares son palabras mayores. E incluso asumiendo que sus amenazas puedan ser ciertas, está por ver en qué estado se encuentran y la disposición del Kremlin a recurrir a un dispositivo que tendría efectos perniciosos para sí mismos.

La doctrina rusa no da ninguna clave que nos haga pensar que Rusia vaya a emplear armas nucleares. Incluso si asumimos que el territorio que se ha anexionado de forma ilegal la semana pasada fuera Rusia, ya debería haber respondido. Porque, según esa lógica, los ucranianos están atacando su territorio.

Si somos recelosos, sospecharemos que la amenaza atómica de la que habla Putin es un farol.

*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.

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