Gustavo Petro y su futura vicepresidenta, Francia Márquez.

Gustavo Petro y su futura vicepresidenta, Francia Márquez. Reuters

LA TRIBUNA

En Colombia ha llegado la hora de la izquierda

El miedo a Gustavo Petro en Colombia existe y tiene fundamento. Le toca al presidente electo demostrar que la izquierda es una opción democrática y eficaz de gobierno. 

22 junio, 2022 03:12

Hace un año, Colombia vivió unas enormes movilizaciones sociales que revelaron el profundo descontento de diferentes sectores sociales. Las movilizaciones tuvieron un carácter transversal. Se unieron las universidades privadas, los indígenas y los jóvenes de los barrios deprimidos. La indignación se hizo escuchar a golpe de cacerolazo incluso en los barrios más exclusivos.

Un seguidor de Gustavo Petro, durante la campaña electoral.

Un seguidor de Gustavo Petro, durante la campaña electoral. Reuters

Un año después, y según una encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), siete de cada diez colombianos creen que las marchas y el paro nacional de abril de 2021 estaban justificados.

El enfado con el gobierno saliente de Iván Duque y con la situación social sumó un 70% de los votos de la primera vuelta electoral. Rodolfo Hernández y Gustavo Petro representaban un castigo al sistema. "No queremos a los de siempre", dijeron los colombianos. Aunque Hernández y Petro no son nuevos en las arenas políticas.

Las dos semanas previas a la segunda vuelta electoral han sido, quizá, uno de los momentos en los que se ha respirado una mayor polarización en Colombia. Sin embargo, los candidatos apenas si han desempeñado un papel relevante. El escenario fue tomado por los medios más escorados para llenar los titulares de escándalos y filtraciones que hicieron de esta una campaña muy sucia. Aunque no tanto desde una perspectiva colombiana, donde los candidatos de izquierda no solían llegar vivos a la cita electoral hasta hace poco.

Pero a pesar del miedo a la izquierda que mueve a buena parte del electorado del centro y el occidente del país, Gustavo Petro rompió su techo de cristal y ganó las elecciones. Un hecho histórico por al menos tres factores.

1. En 1990, tres candidatos de izquierda con buenas opciones electorales fueron asesinados. La violencia política tocó techo en el país. Hoy se ha elegido a un presidente de la izquierda con el 50% de los votos y una participación del 58%.

Además, tanto su competidor como el Gobierno y el mismo Álvaro Uribe han reconocido rápidamente su triunfo y se han comprometido a apoyar la transferencia de poder. En Colombia ha ganado la democracia, incluso allí donde el Estado no llega. Ahora quedan por demostrar los beneficios de la alternancia.

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2. El segundo factor es la victoria de una mujer negra, humilde y líder ecologista, la futura vicepresidenta colombiana. Porque Colombia es el país más mortífero del mundo para los lideres ecologistas, y su población afrodescendiente e indígena esta sobrerrepresentada en todos los índices de pobreza y vulnerabilidad.

Francia Márquez es, por tanto, producto de un país excluyente. No sabemos si será una buena gestora, como no se sabe de nadie antes de verlo en acción. Pero el respaldo electoral que ha obtenido es un segundo techo de cristal roto para un país en deuda con su diversidad étnica. 

"El primer desafío de Gustavo Petro será dar tranquilidad a los inversores y los empresarios que le temen"

3. El tercer factor es la reacomodación de la maquinaria y las formas de la política tradicional. Los políticos tradicionales saben que la gente está enfadada y que debe producirse un cambio. Una reciente entrevista en el diario La silla vacía recogía los apesadumbrados testimonios de barones electorales que veían temblar los cimientos de su poder.

Esto no quiere decir que Petro no haya pactado con sectores del establishment. Pero sí demuestra un cambio en las dinámicas que mueven al poder. Un poder que no está ya sólo centrado en el mantenimiento del statu quo, sino también en la gestión de la representación política. 

Sin embargo, Petro tiene muchos desafíos por delante.

El primero de ellos, dar tranquilidad a los inversores y los empresarios que le temen. El primer paso en ese camino será nombrar un gabinete equilibrado y de alto nivel técnico.

No le resultará difícil. Colombia tiene profesionales de alto nivel dispuestos a acompañar la propuesta de Petro. De hecho, las quinielas de los ministrables están hoy llenas de nombres y currículos que destacarían en cualquier país europeo.

Sin embargo, esto hace que aflore el segundo desafío de Petro: él mismo. Petro fue un mal alcalde de Bogotá. No por su programa o por su ideología, sino por su carácter. Sus equipos se desmembraron porque no pudieron aguantar su temperamento y su falta de capacidad de trabajo en equipo.

El mayor opositor de Petro es, por tanto, él mismo. Si no se modera, podría condenarse a un fracaso que sería carísimo para el país. Tal es su falta de popularidad como gestor que incluso sectores urbanos abiertamente progresistas le negaron su apoyo en la segunda vuelta.

Pero con un buen equipo y una gestión moderada y menos personalista, Petro podrá afrontar su segundo gran desafío. El de las reformas pendientes: la tributaria, la laboral y la de las pensiones.

Petro verá que algunas de sus propuestas, por muy sensatas que sean, no serán viables o sostenibles a corto plazo, o que no producirán resultados con la suficiente rapidez como para contentar a sus apremiados votantes.

"La reforma laboral y la de las pensiones también van a ser polémicas. Pero sin más y mejor empleo, la protección social es inviable"

La reforma fiscal que permitiría sostener su política social, tal y como está plasmada en su programa, es insuficiente. Porque no basta con gravar a 40.000 personas, por muy ricas que sean. La reforma fiscal que necesita el país pasa también por las clases medias y por un cambio mucho más profundo en los sistemas y las instituciones tributarias. De su capacidad para gestionarlo y explicarlo a los ciudadanos dependerá la calidad del cambio que se dé en el país.

La reforma laboral y la de las pensiones también van a ser polémicas. Pero sin más y mejor empleo, la protección social es inviable.

La implementación del Acuerdo de Paz puede ser uno de los puntos fuertes de Petro. Pero el nuevo presidente se enfrentará a la creciente violencia de numerosos grupos armados. El gran interrogante es cuál será su capacidad de gestión del Ejército. Una pregunta que Petro parecía esquivar en campaña, como si la seguridad no fuera también un problema de los gobiernos de izquierda.

El tercer desafío será conseguir la aprobación en el Congreso de sus propuestas. A pesar de contar con el grupo parlamentario más numeroso, Petro no tiene la mayoría, lo que le obligará a aplicarse en construir geometrías variables.

Ahora le toca demostrar altura de Estado también a la oposición. Una oposición que debe decidir si va a bloquear a Petro sólo para que le vaya mal, sacrificando con ello al país, o a facilitar pactos de Estado que a largo plazo le garantizarán también estabilidad a sus futuros gobiernos.

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El cuarto desafío es el hecho de que una parte de la masa social que apoyó a Petro, muchos de ellos por primera vez, se siente ahora identificada con sus representantes. Esa parte de la sociedad debe percibir que su situación cambia para que pueda creer que hay algo para ella en democracia. Fallarle sería un golpe a la ya endeble confianza ciudadana en las instituciones.

Por otro lado, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional ha planteado la posibilidad de una negociación. Es una gran oportunidad, pero también un enorme desgaste para un Gobierno con tantos frentes abiertos y una oposición feroz. Tan feroz que, muy seguramente, hará que se configure un bloque fuerte de ultraderecha.

El miedo a Petro existe y tiene fundamento. Le toca al presidente electo hacer gala de talante y sensatez, demostrar que la izquierda es una opción democrática y eficaz de gobierno, y que en nada se parece a aquello en lo que los autoritarios de la región han querido convertirla.

*** Érika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.

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