Marc-André Leclerc, alpinista.

Marc-André Leclerc, alpinista.

HISTORIAS MAYÚSCULAS

Marc-André Leclerc, el alpinista loco

Marc-André Leclerc brilló ante retos que permanecían imbatidos y fabricó nuevos límites donde antes había un espacio etéreo e irreconocible. Fueron sólo 25 años, pero qué años.

13 enero, 2022 01:55

¿Estaba loco el alpinista o lo estamos todos los demás? Marc-André Leclerc vivió solo 25 años, pero lo hizo con una intensidad aterradora y, también, envidiable. La vida se puede estrujar al máximo, si se quiere. O, mejor, si se tiene la tenacidad de hacerlo. Pero, claro, existe un precio, y es concluyente. Convertir cada día en uno que pueda ser el mejor de todos los vividos alberga sus riesgos, desde luego, pero al mismo tiempo potencia su encanto.

Resulta claro, sin embargo, que la fragilidad de una existencia al filo de lo que es viable, y de lo que no lo es, acaba por transformarse en un feroz, e irresistible (literalmente), ejercicio de locura. Nadie nos ha explicado del todo bien cómo vivir acertadamente y, supongo, cada mañana intentamos averiguar cuál es la forma óptima de hacerlo. A menudo, sin éxito.

Pero es cierto que uno puede elegir, en alguna medida, entre deslizarse por la vida sin mayores altercados, sin grandes pasiones ni excesivas derrotas, o jugárselo todo. A una carta, a una tirada, a un cambio de tiempo; a un resbalón, a una cima; a un amanecer en un lugar inhóspito, e inigualable. Eso hacía el alpinista canadiense. Si estaba chiflado o no eso ya nunca lo sabremos. Quizá a nadie le importe. Y, de entre todos, seguro que a quien menos le hubiera preocupado semejante posibilidad es a él mismo. Leclerc solo quería tener un gran día, cada día.

"Como la mayoría de los grandes escaladores, Leclerc deja su huella en el mundo, pero lo abandona antes de tiempo"

En estos tiempos en los que, como lamenta Benedetta Barzini, la modelo, periodista y académica italiana, la gente joven está “atrapada en el ansia de dinero y éxito”, al joven canadiense no le podía importar menos ninguna de esas dos cosas. Por no tener, no tenía ni móvil (bueno, tuvo uno durante un tiempo, pero se lo arrebató un zorro salvaje). Él, de entre todos los planes posibles, solo le importaba escalar (y Brette, su novia) y, a ser posible, hacerlo solo. En todos los sentidos: sin ser aplaudido, sin ser filmado, sin ser considerado y, sobre todo, sin cuerdas.

El joven de la Columbia Británica imaginaba, en la tienda de campaña donde pasaba la mayor parte de su tiempo, ascensiones imposibles. Y las transformaba en posibles. Álex Honnold, el gran escalador estadounidense que halló la fama al coronar en solitario, y sin ataduras, El Capitán de Yosemite, y cuyo registro en el documental Free Solo ganó un Óscar en 2018, admiraba la capacidad y la valentía de Leclerc. Lo que hace, escribió el americano en Twitter, “me deja atónito”. E impresionar a un tipo como Honnold no resulta una tarea sencilla.

El alpinista de Canadá vivió poco tiempo. El trabajo documental de Peter Mortimer The Alpinist revela una parte de sus últimos dos años, en los que logró el primer ascenso invernal en solitario a la Torre Egger en la Patagonia argentina o completar la ruta del Rostro Emperador del monte Robson, la gran cumbre de las Rocosas canadienses.

Como la mayoría de los grandes escaladores o himalayistas que empujan los límites a un lugar que no se sabe si existe, hasta que o bien se descubre posible o se cae al vacío, Leclerc deja su huella en el mundo, pero lo abandona antes de tiempo. Como Jerzy Kukuczka, el gran alpinista polaco, quizá el mejor de la historia. Como el austríaco David Lama, medallista en mundiales de Escalada y especialista en bloques y en tramos de gran dificultad, fallecido en 2019, antes de cumplir los 30 años.

"Su filosofía, su envite, su ambición permanente, tan real y al mismo tiempo tan alejada de Instagram"

Por supuesto, ese riesgo de coronar grandes montañas, u hollar la punta de las agujas más verticales, no siempre viene acompañado de una sombra a la que asalta una avalancha, u otra que se hunde en una grieta.

El primero en hacer los 14 ochomiles del planeta vive felizmente bordeando ya los 80 años, aunque también ha conocido épocas de abatimiento, como cuando murió, en una escalada conjunta en el Nanga Parbat, su hermano Günther. Incluso sir Edmund Hillary tuvo una vida especialmente larga, casi 90 años, después de asombrar al mundo al pisar la cima del Everest en 1953 junto a Tenzin Norgay.

Ver los amaneceres que brindan las montañas, después de una escalada brutal y antes de un descenso peligroso, no tiene precio. Pero, en realidad, en ocasiones sí acaba teniéndolo. A Honnold, uno de los más brillantes y osados escaladores de los últimos años, le admiraba la historia auténticamente mayúscula que había forjado Marc-André Leclerc. Su filosofía, su envite, su ambición permanente, tan real y al mismo tiempo tan alejada de Instagram.

El canadiense brilló ante retos que permanecían imbatidos y fabricó nuevos límites donde antes había un espacio etéreo e irreconocible. Fueron solo 25 años, pero qué años. ¿Estaba loco el alpinista o lo estamos los demás?

*** Ángel F. Fermoselle es escritor.

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