Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

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LA TRIBUNA

Recordar la España de 1989-2013 para volver a ser referentes en Europa

España puede y debe volver a ser un referente en la UE de buena gestión de los fondos europeos, como lo fue entre 1989 y 2013. 

10 diciembre, 2021 06:04

Cada vez más personas repiten la afirmación "vamos a perder los fondos europeos". El severo mensaje de que vamos a perder la oportunidad histórica de recuperar e incrementar nuestros estándares de vida a través de una recuperación y transformación económica está calando entre periodistas, políticos, mundo empresarial y ciudadanía en general.

Este mensaje tiene una derivada social y política todavía más preocupante. Perder unos fondos que se denominan Próxima Generación se vincula a la percepción que tienen muchas familias de que los hijos vivirán peor que sus padres. El desaliento y la incertidumbre que provoca esta visión son explotados sistemáticamente por los movimientos populistas. Por tanto, si dejamos que se cumpla, pondremos también en riesgo nuestra democracia liberal, que tanta paz y prosperidad nos ha dejado.

¿Es cierto que vamos a perder los fondos? Lo cierto es que la información con la que contamos es preocupante. La condición previa de las reformas que solicita Bruselas es objeto de graves controversias en el Consejo de Ministros y en el Congreso. La Comisión sólo ha aprobado un proyecto estratégico (PERTE) entre los que se anuncian a bombo y platillo. Y la ejecución de lo aprobado va lenta, como resultado de la baja velocidad de absorción financiera que permiten los actuales sistemas de gestión, que necesitan ser simplificados.

Ante este panorama, quiero lanzar un mensaje de optimismo. España fue desde el primer marco financiero europeo al que nos sumamos en el año 1989 y hasta el marco que culminó en 2013, la referencia en buena gestión de fondos europeos. Los servicios de la Comisión Europea y las autoridades de la Unión señalaban sistemáticamente a España e Irlanda como los ejemplos a seguir cuando los países del centro y el este de Europa se embarcaron en este éxito del mundo moderno que es la Unión Europea.

Durante aquellos años, tuve la fortuna de estar involucrado en los procesos de negociación, programación y evaluación que articulaban aquel volumen de fondos que para muchas regiones españolas significaban aproximadamente el 2% del PIB, el 10% de sus presupuestos y un tercio de sus gastos de capital.

"Así llegó una red de infraestructuras de transporte envidiable, una revitalización del desarrollo rural que deberíamos recuperar y la expansión de las primeras redes de telecomunicación de alta velocidad"

Como nación, debemos recuperar el sentido de orgullo de aquel éxito y, sobre todo, recordar los factores que lo sustentaron y las razones que lo quebraron.

El primer factor es que existía un proyecto de país y un sueño europeo que fue liderado sucesivamente por los presidentes Felipe González y José María Aznar. El primero persiguiendo y logrando la plena incorporación de España al proyecto europeo. El segundo, haciendo lo propio con nuestra entrada en el club del euro desde el primer minuto.

El segundo fue el hambre de aprender y de usar los procesos de planificación y evaluación que permitían definir el mejor camino para convertir el gasto en un impacto real para la ciudadanía. Así llegó una red de infraestructuras de transporte envidiable, una revitalización del desarrollo rural que deberíamos recuperar y la expansión de las primeras redes de telecomunicación de alta velocidad.

En definitiva, se logró un salto significativo en nuestra competitividad y cohesión territorial.

"Propongo ambición para definir el papel de España en la Unión Europea. Papel que debe ser el de convertir nuestro país en referente de los valores europeos en el mundo y no sólo en receptor de fondos"

El tercer factor fue el espíritu de colaboración entre un amplio número de servidores públicos de la Comisión Europea, de los Ministerios y de las Consejerías autonómicas. Coordinados bajo lo que se denominaban Comités de seguimiento, buscaban hasta la extenuación las mejores soluciones administrativas para no desperdiciar ni un euro y para lograr el mayor impacto posible. La injerencia política en esos niveles era baja y la colaboración técnica, muy alta.

Mi opinión es que estos tres factores se han ido diluyendo por los efectos de la crisis financiera, por la falta de proyecto nacional y europeo, porque la corrupción llevó a que los esfuerzos que se hacían en materia de programación y evaluación se tuvieran que reorientar al control y la burocracia, y porque se descapitalizó un equipo humano repartido entre todas las Administraciones públicas que fue huyendo, exhausto y en ocasiones frustrado, de la gestión de fondos.

En definitiva, propongo ambición para definir el papel de España en la Unión Europea. Papel que debe ser el de convertir nuestro país en referente de los valores europeos en el mundo y no sólo en receptor de fondos.

Planteo programar, evaluar y gestionar eficazmente, lo que implica aprender y copiar de las buenas prácticas de los países que se han convertido en modelos hoy en agilidad administrativa, como Dinamarca o Polonia, y de los que logran amplios consensos, como Italia.

Por último, reclamo apostar por dar mando en plaza a los buenos gestores públicos que tenemos, lejos de las injerencias políticas e ideológicas, y apoyados en servicios de asistencia técnica especializada.

España puede y debe volver a ser un referente europeo. También en la gestión de los fondos de recuperación y transformación.

*** Enrique Martínez Cantero es exdiputado y experto en fondos europeos.

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