Tendido eléctrico.

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LA TRIBUNA

¿Puede la crisis energética poner en riesgo la recuperación económica?

La escalada del precio de la electricidad ha demostrado que difícilmente lograremos culminar con éxito la transición ecológica si no somos capaces de ampliar la producción de energía renovable a un ritmo que permita acompasarlo a la demanda.

23 octubre, 2021 06:59

El precio de la luz no deja de subir: hace días ya que superó la barrera de los 200 €/MWh. Aunque las últimas medidas acordadas por el Gobierno han reducido el impacto de este aumento sobre la factura que pagan los consumidores, el recibo de los consumidores acogidos a la tarifa regulada tampoco deja de subir. A estas alturas, y salvo que se adopten medidas más drásticas, parece difícil que se pueda cumplir el objetivo del Gobierno de que los consumidores a final de año no paguen por la luz más que en 2018.

La escalada del precio de la electricidad es un fenómeno que se está produciendo en todos los mercados mayoristas europeos, dado que en todos los casos su origen tiene una causa común: el alza del precio del gas natural, materia prima que hoy por hoy resulta la mayor parte de las veces determinante para la fijación del precio de toda la electricidad.

Pero no sólo es la luz y el gas natural. En lo que va de 2021, la gasolina ha subido un 22% y el diésel, un 23%. Los precios llevan encadenando meses de subidas y eso ya se nota en la inflación, que se acerca al 4%, la cifra más alta en 13 años. La vuelta de la inflación, una vez más, no es un fenómeno exclusivamente español: en la UE ya bordea el 3,4% y en los Estados Unidos, el 5,4%.

El aumento imparable de los precios de la energía en un contexto de recuperación de la economía tras la pandemia de Covid-19, todavía incipiente, ha hecho saltar todas las alarmas. Hay analistas que han visto en esta espiral inflacionista energética (bautizada en inglés como energy crunch) un paralelismo con la crisis del petróleo de los 70, un shock que provocó entonces transformaciones profundas en la estructura económica de todas las economías avanzadas. Algunos incluso hablan de riesgo de estanflación, esto es, que se dé simultáneamente estancamiento económico e inflación.

"La economía, más que próxima a un colapso, muestra síntomas de asfixia: la recuperación de la demanda se topa con una capacidad productiva limitada por la interrupción de las cadenas de suministro globales"

No obstante, la realidad actual dista mucho de la de entonces. Como señalaba recientemente Olivier Blanchard, execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional, la economía mundial no parte de bajos niveles de crecimiento. Al contrario, se espera que este año y los siguientes el crecimiento alcance niveles históricos en la mayor parte de países, España entre ellos.

La economía, más que próxima a un colapso, muestra síntomas de asfixia: la recuperación de la demanda se topa con una capacidad productiva limitada por la interrupción de las cadenas de suministro globales. Estas restricciones, por el lado de la oferta, están haciendo que cada vez más sectores industriales paralicen de forma intermitente su interrupción por falta de materiales o componentes.

Mientras, por el lado de la demanda, están provocando una demora del consumo. Lo hemos visto este verano, en el que la recuperación no se ha visto acompañada por un mayor gasto de los hogares. En sentido inverso, cabría esperar que una vez se relajen dichas restricciones, las tensiones en los precios empiecen a reducirse.

¿Quiere eso decir que la actual escalada de los precios energéticos no supone en realidad una amenaza para la recuperación? En absoluto. Cuanto más persista la actual situación, más riesgos habrán de que las limitaciones a la producción y el menor consumo se traduzcan en problemas de liquidez que puedan acabar repercutiendo en la economía real.

No hablamos de un futuro incierto: recientemente, dos plantas industriales de fertilizantes se vieron forzadas a cerrar en Reino Unido por los altos precios de la energía, y no se descarta que otras sigan su ejemplo. Lo mismo puede suceder en España.

Señal de que el riesgo es real es el reciente anuncio del Gobierno de excluir de la aplicación del mecanismo de minoración de los ingresos originados por el alza del gas a los contratos a plazo, una medida que beneficia de manera especial a las industrias electrointensivas, que proveen una parte importante de su energía mediante este sistema.

"Hoy, la potencia instalada renovable sigue siendo insuficiente para hacer frente a la demanda prescindiendo del gas"

¿Qué se puede hacer? Considerando que la actual crisis energética tiene una escala europea, cabría pensar que su respuesta también debería serlo. Sin embargo, la respuesta de las autoridades comunitarias hasta ahora ha sido más bien comedida. El paquete de medidas anunciado por la Comisión Europea esta semana, aparte de indicar diferentes acciones que los Estados miembros podrían poner en marcha (y que, al menos en el caso de España, ya se están aplicando), incluía dos propuestas que habían sido defendidas por el Ejecutivo español.

Por un lado, la pretensión de constituir una reserva estratégica de gas natural mediante sistemas de compra centralizada en Europa.

Por otro, el encargo a la Agencia Europea para la Cooperación de los Reguladores de Energía (ACER) de un estudio sobre posibles reformas de los mercados mayoristas de electricidad para potenciar la contribución de las renovables en la consecución de unos precios más asequibles.

Pero, más allá de la eficacia de las medidas concretas que puedan adoptarse, la crisis energética que atravesamos pone de manifiesto dos debilidades del proceso de transición ecológica en el que estamos inmersos.

Hoy, la potencia instalada renovable sigue siendo insuficiente para hacer frente a la demanda prescindiendo del gas, una materia prima de la que no disponemos y sobre la que tampoco tenemos ningún control.

Pero el impacto negativo de esta dependencia se ve agravado por un diseño marginalista del mercado mayorista eléctrico que confiere una capacidad de influencia decisiva a la tecnología más cara en cada momento, que precisamente suelen ser los ciclos combinados de gas natural.

Es por ello por lo que, aunque consigamos superar esta crisis toda vez los precios del gas vuelvan a la normalidad, difícilmente haremos que la transición ecológica pueda prosperar si no somos capaces de lograr ampliar la capacidad de producción de energía renovable a un ritmo que permita acompasarla a la demanda y, no menos importante, asegurar que los beneficios de estas energías limpias lleguen y se hagan notar en el conjunto de la población

*** Ramón Mateo es director del gabinete de incidencia pública beBartlet.

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