Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.

TRIBUNA | GANA PP, GANA PSOE

Por qué el PSOE lleva camino de ganar las elecciones

Cuando le preguntaron a Giulio Andreotti si el poder desgasta, afirmó que sí: a quien no lo tiene. Y, con estas cartas, el PSOE tiene en su mano volver a ganar las elecciones.

5 septiembre, 2021 02:24

La política de nuestros días es cambiante y hasta cierto punto imprevisible. Ahí estaba ese temido otoño caliente de 2018 que luego fue templado, o esos tres años sin elecciones que supuestamente teníamos por delante a comienzos del presente año hasta que una moción fallida en Murcia derivó en un anticipo electoral en la Comunidad de Madrid. Y, de rebote, con la práctica extinción de un partido, Ciudadanos, que llegó a estar primero en las encuestas hace tres años y que había ganado las elecciones catalanas de finales de 2017.

Ahora sobrevuela el potencial adelanto electoral en Andalucía, una incógnita que condiciona la ecuación que ayuda a calcular ventajas y desventajas de Gobierno y oposición en la entrada del nuevo curso político.

No obstante, junto a esas incógnitas hay variables independientes que ayudan a dibujar un escenario en el que, puestos los elementos en los respectivos platos, la balanza se inclina a favor del Gobierno.

Es cierto que Pablo Casado y el PP lucen bien en las encuestas desde hace meses, en lo que no parece un dato coyuntural sino una tendencia sostenida. Además, los populares parecen haberse quitado de la cabeza el temor a que Vox les sobrepasara, algo que les ha dado más claridad de juicio y capacidad de planificación de su estrategia (de la misma forma que el PSOE no respiró tranquilo hasta que se confirmó su preponderancia electoral sobre Unidas Podemos).

Y está la arrolladora victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid (más el fracaso rotundo del PSOE, en tercera posición), que, más allá de disquisiciones sobre si su modelo es reproducible o no en el resto de España, insufló ánimo de victoria en un centroderecha y en una derecha cuyo cabreo revelaba más impotencia que confianza en sus posibilidades. En cuanto al partido, Casado parece haber encontrado cierto equilibrio organizativo entre los distintos caracteres y tendencias de su partido, que ahora sí parece más unido y relativamente convencido tras su líder. Una organización que, de facto, ha absorbido a su hasta hace poco competidor Ciudadanos. 

Cabe la sospecha de que el paso del tiempo aumente las opciones de recuperación electoral de PSOE y Podemos

Respecto a sus debilidades, queda la sombra de los casos de corrupción del pasado, que pueden seguir marcando la agenda del partido, así como su baja implantación en dos comunidades esenciales para gobernar España: País Vasco (por razones cualitativas) y Cataluña (por razones cualitativas y cuantitativas, al ser una de las comunidades más pobladas).

Casado sigue teniendo valoraciones bajas incluso entre sus potenciales votantes. Aunque, en un contexto de movilización, este puede resultar un escollo menor, máxime si el partido, como parece seguro que hará, se vuelca en su campaña. Tampoco tiene el PP un discurso económico demasiado acorde con los tiempos (muy noventero y liberal en una época con demandas bien distintas), ni figuras que sirvan como referencia externa en los grandes debates, ya sea la transición ecológica o la transformación del modelo productivo.

No es que no los tenga en su entorno, sino que no encuentran un espacio mediático y político suficiente en un partido que está todavía en transición desde la traumática salida del poder en 2018. Sin embargo, Casado y el PP están mucho mejor que hace un año y medio, cuando se formó el Gobierno de coalición.

Pero ¿cómo no iba a ser así cuando al Ejecutivo, con minoría parlamentaria, le ha tocado enfrentar una pandemia que paralizó el mundo? Una crisis sanitaria que pronto devino en económica, pero que no ha terminado en estallidos sociales en España gracias a una gestión europea bien distinta a la de la Gran Recesión de 2008.

Aun así, incluso en los peores momentos, el Gobierno mantuvo un suelo rocoso de apoyo electoral (más la parte socialista que la de Unidas Podemos), algo sorprendente a la vista de la magnitud de la crisis y el desgaste de su gestión. Si en los peores momentos sanitarios y económicos de la pandemia y de las medidas más duras para atajarla el PP veía posible pero no seguro armar una mayoría con Vox, cabe sospechar que el paso del tiempo diluya el momentum y aumente las opciones de recuperación electoral del Gobierno de PSOE y UP.

Si los fondos europeos se gestionan bien, el Gobierno tiene a su alcance su particular Plan de Recuperación electoral

No obstante, además de la incógnita andaluza, queda la variable Unidas Podemos, cuya recuperación electoral es todavía incierta, pese a que Yolanda Díaz cuenta con niveles inmejorables de valoración. Sin un Unidas Podemos razonablemente sólido en el Congreso, no hay Gobierno progresista. Por más estables (o ligeramente crecientes) que permanezcan los apoyos al PSOE.  

El Gobierno cuenta con tres grandes activos a su favor. Primero, ha conseguido bajar el suflé catalán (pese a la impopularidad de los indultos) y ganar dos años con la mesa de negociación.

Segundo, las elecciones no tendrán lugar cerca del final de la peor parte de la pandemia y, por lo tanto, los ciudadanos no votarán con ánimo de ruptura de etapa tras mucho sufrimiento. Un factor que, entre otros, hizo perder a Churchill en 1945, nada menos que tras ganar la Segunda Guerra Mundial.

Y, por último, que ese periodo desde el final de la pandemia hasta la llamada a las urnas estará regado con 140.000 millones del Fondo de Recuperación Next Generation EU, concretados en un Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia avalado y elogiado por las instituciones comunitarias. Si esos ingentes recursos se gestionan razonablemente bien, el Gobierno tiene a su alcance su particular Plan de Recuperación electoral.

Porque, como nos dijo Lucio Lucchesi en El Padrino III, "las finanzas son un arma, y la política es saber cuándo apretar el gatillo". Un personaje inspirado en el democristiano Giulio Andreotti, quien, preguntado por si el poder desgastaba, afirmó que sí, que desgasta a quien no lo tiene. Y eso sigue siendo así, incluso en la cambiante política de nuestros días.

*** Antonio García Maldonado es analista y consultor político. 

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