Un grupo de insurgentes a las puertas del aeropuerto.

Un grupo de insurgentes a las puertas del aeropuerto.

LA TRIBUNA

¿Será Afganistán la tumba del imperio americano?

Rusia y China esperarán ahora a que se cumpla esa máxima histórica que dice que Afganistán es la tumba de los imperios que caen derrotados en su territorio.

17 agosto, 2021 03:09

Más allá de la delicada situación en la que queda un Afganistán regido otra vez por el extremismo de los talibanes, hay implicaciones geopolíticas que marcarán y decidirán el futuro del país.

Hay que empezar hablando de su vecino Irán.

Las relaciones entre Kabul y Teherán siempre han sido tensas y complejas. Afganistán depende en gran medida de Irán para la llegada del combustible que necesita, pues carece de hidrocarburos.

A través de la frontera iraní entra habitualmente un tercio del combustible que consumen los afganos. Cuando las relaciones entre ambos países se han enturbiado, el Gobierno iraní ha limitado o impedido la entrada de camiones cisterna en Afganistán.

Los objetivos de Teherán respecto al país vecino son claros. Por un lado, disponer de un elemento de presión ante la comunidad internacional en relación con su controvertido programa de desarrollo nuclear.

Por el otro, mantener un Afganistán lo suficientemente debilitado e inestable como para que el país dependa de ellos. Para ello, Afganistán no debe disponer de una amplia capacidad económica o militar.

Además, Irán siempre estará del lado de cualquiera que se oponga a su gran adversario, Estados Unidos, y que impida su presencia en la zona.

Washington ha acusado en repetidas ocasiones a Teherán de entrenar y apoyar con armamento a los talibanes que han operado en el suroeste de Afganistán. Según Estados Unidos, los centros de instrucción se encontrarían principalmente en las inmediaciones de la frontera entre ambos países, así como en el Beluchistán iraní, próximo a Pakistán.

Cualquier vía de solución para Afganistán pasa por Pakistán

Teniendo en cuenta los cientos de miles de afganos refugiados en Irán, no ha sido difícil encontrar extremistas dispuestos a recibir entrenamiento para actuar en su tierra natal. No se debe olvidar que Irán ha servido de refugio a multitud de afganos, sobre todo durante la invasión soviética, cuando llegaron a territorio iraní al menos un millón de ellos.

Por otro lado, Teherán ha intentado siempre potenciar la influencia chií en la sociedad afgana, mayoritariamente suní, por lo que siempre ha considerado a la etnia hazara (mayoritariamente chií) y las provincias afganas fronterizas de Herat y Farah como integrantes naturales de su esfera de influencia.

En el marco de estas relaciones tan complejas, ambos gobiernos han mantenido durante los últimos 60 años un acuerdo que permite que los ríos de Afganistán proporcionen un caudal constante de agua a Irán, que sufre deficiencia hídrica permanente.

Por lo que respecta a Pakistán, las autoridades pakistaníes se han encontrado, incluso cuando han actuado con toda la buena fe posible, con la enorme dificultad de poner coto a la violencia extremista religiosa en su país. Especialmente en las zonas fronterizas con Afganistán.

El motivo es el alto grado de radicalización existente no sólo en una parte importante de su población, sino también entre sus propias fuerzas militares y policiales, por no mencionar los servicios de inteligencia.

Desde hace tiempo existe un enfrentamiento indirecto entre los servicios de Inteligencia de Islamabad y Nueva Deli en Afganistán

Situación que ha complicado enormemente la solución del conflicto afgano al servir el territorio pakistaní como refugio para todo tipo de insurgentes y combatientes procedentes de Afganistán (o que se han preparado y entrenado allí).

Por otro lado, Afganistán es para el gobierno pakistaní el refugio al que acudirían en caso de ser atacados por India, su gran adversario geopolítico. Desde ahí lanzaría Pakistán su contraataque. Y por ello Pakistán ha intentado siempre mantener las mejores relaciones posibles con Afganistán, incluyendo ahí a los talibanes.

Tampoco debemos olvidar que India y Pakistán han dirimido sus diferencias en suelo afgano. Desde hace tiempo existe un enfrentamiento indirecto entre los servicios de Inteligencia de Islamabad y Nueva Deli en Afganistán.

Esta circunstancia se une a las reiteradas quejas pakistaníes de que los consulados indios de Kandahar y Jalalabad han proporcionado armas y dinero a las fuerzas opositoras al gobierno de Pakistán que actúan en las zonas tribales del noroeste del país. Es decir, en la provincia antes llamada Fronteriza del Noroeste (NWFP) y ahora Khyber Pakhunkhwa, así como en Beluchistán.

Cualquier vía de solución para Afganistán pasa por Pakistán. Un país que ahora está más próximo que nunca a China.

Todos los imperios que han salido de Afganistán con el rabo entre las piernas comenzaron ahí su declive

Aunque China mantiene una frontera mínima con Afganistán, sus intereses en el país son máximos. China ofrece a Kabul unos acuerdos diferentes a los que proponen Estados Unidos y sus aliados. Pekín evitará cualquier injerencia en los asuntos internos del país, y también evitará posicionarse físicamente con tropas en el país. Todo ello a cambio de que el gobierno afgano, sea cual sea, controle el flujo de posibles musulmanes extremistas hacia Xinjiang o el Turquestán Oriental, donde vive una mayoría musulmana (los uigures) y existe un movimiento independentista.

Como hace también con otros países, China le ofrecerá a buen seguro a Afganistán la creación de infraestructuras a cambio de algunos de sus recursos naturales, sean sus abundantes minerales o madera.

En un momento de máxima rivalidad entre Estados Unidos y China, es un gran éxito para Pekín observar el fracaso de Washington. Además, China ve alejarse de sus fronteras a su gran adversario geopolítico. Algo que llenará a Pekín de satisfacción.

Lo mismo se puede decir de Rusia. Con la condición de que el extremismo islamista no se expanda hacia sus fronteras, Moscú tolerará, con mayor o menor agrado, un nuevo régimen talibán. Y, al igual que China, con la satisfacción añadida de ver cómo los Estados Unidos y la OTAN salen derrotados del país tras 20 años de esfuerzos inútiles.

Para Rusia esta es la revancha por la ayuda que, en su momento, proporcionó la Casa Blanca (junto con el Reino Unido y Arabia Saudí) a los muyahidines para que estos expulsaran a los comunistas del país. Rusia quedará ahora a la espera de que se cumpla esa máxima histórica que dice que todos los imperios que han salido con el rabo entre las piernas de Afganistán comenzaron ahí su declive y el camino hacia su desaparición.

*** Pedro Baños es coronel del Ejército de Tierra y experto en geoestrategia. Sus últimos libros son El dominio mental: La geopolítica de la mente y El dominio mundial: Elementos del poder y claves geopolíticas.

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