Emilio ‘El Indio’ Fernández, a la derecha, junto a Carmen Sevilla.

Emilio ‘El Indio’ Fernández, a la derecha, junto a Carmen Sevilla.

LA TRIBUNA

No se puede echar el lazo a un alma libre

"No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas" (Gregorio Marañón) 

24 junio, 2021 02:17

El 6 de junio hubo elecciones legislativas en México y, aunque se decretó la ley seca (para procurar que el pueblo mexicano votase en las mejores condiciones), esta no se cumplió exactamente. Tomé tequilas y mezcales con algunos votantes y pude comprobar que en varios restaurantes, y otros locales de Ciudad de México, muchas personas hacían lo mismo.

El retorno a ese magnífico país (tan denostado por la cinematografía yanqui) me recordó la entrevista que el 2 de mayo de 1976 realizó Joaquín Soler Serrano (en aquel gran programa de televisión en blanco y negro llamado A fondo) a Emilio ‘El Indio’ Fernández, actor y director de cine mexicano de reconocida fama internacional.

En aquella mítica entrevista, como prácticamente todas las hechas por Soler a sus invitados, hay varios momentos que merece la pena destacar. Uno tiene lugar cuando Soler pregunta a ‘El Indio’ Fernández sobre su vida conyugal. ‘El Indio’ confiesa que se casó varias veces, “pero ninguna por voluntad propia, sino por la cuarenta y cinco de Damocles”.

Al final del interrogatorio, y tras reconocer un complejo edípico con su padre militar, en los ojos de ‘El Indio’ asoman algunas lágrimas y la voz se le quiebra, impidiéndole continuar, cuando afirma: “Donde se habla en español está España”.

Pocas veces se podrá asistir a un fin de entrevista tan abrupto y conmovedor. Sobre todo, teniendo en cuenta que el protagonista era un ser curtido en mil batallas (no lo digo metafóricamente: a los diez años ya estaba enrolado en el ejército de Pancho Villa, llegando a alcanzar el grado de teniente coronel por méritos de combate).

‘El Indio’ Fernández fue un ser libre que nos regaló sus extraordinarias películas, llenas de fuerza y lirismo racialmente mexicano

Por tanto, un hombre de los que se suele decir de una pieza, de aspecto recio y rocoso, rebosante de virilidad, pero con un trasfondo muy sentimental.

Al acabar la presentación de mi libro en México, y después de dejar caer algunos fragmentos de Contra la corrección política, mis amables anfitriones tuvieron a bien deleitar al público, pero sobre todo a mí (por lo que disfruté viéndolo), con una exhibición sobre el manejo del lazo por parte de un charro. Esta escena es la que me hizo pensar inmediatamente en ‘El Indio’ Fernández.

‘El Indio’ Fernández fue un ser libre que nos regaló sus extraordinarias películas, llenas de fuerza y lirismo racialmente mexicano. Pero, además, donó a varias mujeres intensos jirones de su alma arrolladora. Algunas de ellas quisieron echarle el lazo.

Sin embargo, como él mismo confesó diez años antes de morir, ninguna lo consiguió definitivamente. Las que lo intentaron seguramente le terminaron odiando. La mujer a veces piensa que es capaz de cambiar al hombre e incluso este puede llegar a engañarse y creerse él mismo cazado. Pero, tratándose de espíritus libres, como el de ‘El Indio’ Fernández, no deja de ser un espejismo que termina desvaneciéndose conforme se avanza en el camino.

Más vale alegrarse por los intensos y felices momentos que fueron vividos junto al espíritu libre que lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue. En la conocida película Las amistades peligrosas (basada en la novela epistolar de Choderlos de Laclos) la perversa y fascinante marquesa de Merteuil (interpretada por Glenn Close) propone a su amigo el vizconde de Valmont (John Malkovich) que seduzca a Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer) para vengarse de un antiguo amante.

Al escuchar la proposición, Valmont queda desconcertado. Madame de Tourvel es una mujer casada y “un marido siempre es un competidor inferior”. Que su confidente y amiga le proponga seducir a una mujer casada, aunque devota y virtuosa, es para el vizconde de Valmont poco menos que una afrenta, teniendo en cuenta su historial de seducción y, sobre todo, que la docilidad a la que se ven conducidos los hombres que se resignan al casamiento los termina convirtiendo en seres rutinarios a los que sus mujeres puede que incluso sigan profesando profundo amor y devoción, pero nada parecido a lo que pueden sentir en la conmixtión con un ser verdaderamente libre.

Sólo hay una manera de retener a los espíritus libres: seguir la técnica del charro en sus ejercicios con el lazo

Por ello, quedarse dolida y amargada por no haber podido retener a alguien como ‘El Indio’ Fernández implica una contradicción en los términos. No se pueden tener las dos cosas: la intensidad y la excitación, aunque efímeras, que produce la relación con el ser libre, a la vez que la docilidad propia del cariño y del abnegado compañerismo sexual.

Si se quieren ambas, habrá que hacerlo con personas diferentes, pues no todos valemos para lo mismo. Al menos durante la mayor parte de nuestra vida.

Un ser libre no es un Donjuán o un mujeriego. El Donjuán es un esclavo de las mujeres. Lo supo explicar muy bien Marañón. No da. Simplemente recibe sus favores. El alma libre es capaz de dar lo mejor de sí, con la fuerza que sólo este tipo de espíritus pueden, cada vez que se encuentra con alguien.

No es infalible, ni muchísimo menos perfecto. En ocasiones se engaña y cae en su propio trampantojo. El ser libre es bueno y moral. Siente debilidad por la bondad que le muestran otras personas y, porque su moral es propia y no responde más que ante sí mismo, quienes no lo conocen (o quieren atraparlo) prefieren pensar que es amoral, porque su comportamiento y sus actitudes no se corresponden con las del común de la gente.

Howard Roark, el arquitecto representado por Gary Cooper en la película El manantial es también un ser libre, hasta el punto de estar dispuesto a picar piedra en una cantera si no le dejan proyectar y construir su propia obra. Finalmente, es juzgado por destruir el edificio que había diseñado, un proyecto sacrificado y castrado por un constructor que invoca la prevalencia del interés general sobre el individual.

Sólo hay una manera de retener a los espíritus libres: seguir la técnica del charro en sus ejercicios con el lazo. Nunca tensar la cuerda y dejar que se mantenga laxa y flexible. Quien así lo haga es posible que consiga que el alma libre le acompañe hasta el último día de su vida.

*** Juanma Badenas es catedrático de Derecho Civil de la UJI, y ensayista y miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica. 

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