El saqueo de un establecimiento comercial durante los altercado en Barcelona.

El saqueo de un establecimiento comercial durante los altercado en Barcelona.

LA TRIBUNA

La decadencia de Cataluña ya ha empezado

La decadencia económica que genera el nacionalismo hará de Madrid y Andalucía las regiones más prósperas del futuro.

19 marzo, 2021 03:02

Estos años hemos sufrido una desbandada silenciosa sin el halo épico que envuelve las del siglo pasado. Ocurre, es un hecho. El nervio empresarial español ya no está en Cataluña, ni lo estará durante los próximos años. No se trata sólo de que más de 7.000 empresas hayan trasladado su sede a otras comunidades. Porque ahora se ha abierto un nuevo horizonte de prosperidad en otras regiones.

Al abandono de la economía por la demagogia nacionalista hay que darle un contexto. Madrid aumenta su PIB y se reafirma como el pulmón económico español antes y después de la pandemia. Al mismo tiempo, Cataluña sólo crece un 1,8%, casi al mismo ritmo que Canarias.

Una de las dos joyas industriales de España se desangra. Lo alarmante es que son datos de 2019, por lo que la pandemia no puede ser excusa.

A lo largo de 2020, 477 empresas catalanas han trasladado su domicilio a Madrid. Incluso con la pandemia les renta salir de Cataluña. El nacionalismo sale caro, sobre todo cuando lo que deja es pobreza.

Todo lo que pueda deslocalizarse encuentra más atractivos fuera que dentro. No hay motivos para quedarse en un lugar poco interesante fiscalmente e inestable políticamente.

Por otro lado, en 2018 hubo más traslados desde Barcelona a Sevilla que desde Sevilla a Barcelona.

El otro epítome del nacionalismo, el País Vasco, tampoco se queda atrás. Ha tenido el mismo crecimiento que Cataluña, aunque ha conservado su renta per cápita. Sin embargo, con el tiempo, y a este ritmo, cabe esperar una reducción de este.

Los escenarios económicos más interesantes están cambiando

Aunque no puedan huir los altos hornos, como sí hicieron (obligados) los exiliados por ETA, sus ventajas fiscales mantendrán la autonomía como lo que es hoy: un lugar monocorde al son de un PNV que en los últimos años ha sabido separar sus objetivos políticos del mundo empresarial.

La competición fiscal de Madrid es, con mucho, menos injusta para las demás comunidades que los privilegios de la Hacienda vasca. Una excusa torpe: el supuesto dumping fiscal. O el disparate del PSC al anunciar que pedirá la condonación de la deuda autonómica. O su acusación de “insolidaria” a Madrid.

¿Por qué? ¿Por su prosperidad económica? Más insolidario es condonar la deuda. Porque eso significa tomarse la economía como un juego inocente, olvidando que afecta a trabajadores y familias.

El contraste está en dos regiones. Madrid mantiene su músculo y Andalucía es la cuarta comunidad que más crece, junto con Navarra y Murcia.

Málaga va a ser la sede de la Mobile Congress Week del centro de excelencia de Google. Córdoba se lleva otro segmento más de la producción de pastas Gallo, cuya sede social está allí desde 2017.

Son sólo dos ejemplos que demuestran que los escenarios más interesantes están cambiando de lugar. Hay que recordar también lo sucedido con la Caixa (emblema de la banca catalana) cuando se fue a Valencia.

Madrid (que va a la cabeza de la recuperación) y Andalucía representan lo que se puede conseguir prescindiendo de la hemofilia endémica. La antaño emigrante Andalucía pasará a recibir trabajadores de otras regiones si consigue consolidar sus cifras. Superávit, inversión extranjera y crecimiento son la fórmula ganadora.

Los andaluces y los extremeños iban donde se necesitaba mano de obra. La tendencia, ahora, invierte los términos

Durante el siglo pasado, los andaluces y los extremeños iban donde se necesitaba mano de obra. La tendencia, ahora, invierte los términos. En cuanto las nuevas empresas asienten su producción en otras regiones, no habrá que esperar mucho tiempo para que se conviertan en focos de llegada de nuevos trabajadores.

España puede llegar a ser tan industriosa como Cataluña y Cataluña tanto como lo era la España de hace años. Esto es un exilio y no lo de Carles Puidgemont. El ritmo es lento, pero de aquí a diez años, nuestros marcos de referencia económica serán otros.

Pero ¿por qué el nacionalismo amedrenta a la economía? Obviando los constantes altercados en las calles catalanas, los tractores, las urnas amañadas y los raperos, lo cierto es que el dinero opta siempre por asentarse en lugares estables, donde pueda haber desarrollo y talento. Con la ausencia del primero, desaparece el segundo. Ninguna empresa que se precie se jugará una inversión donde no ve probabilidad de éxito ni seguridad jurídica.

Se podrán quemar las calles, la convivencia y los coches de policía. Pero el talento no se quema porque se va, y el que iba a venir se espanta. La única solución posible en este porvenir traumático pasa por ahogarse en la realidad.

El reciente acuerdo de fabricación de baterías para SEAT en Martorell es un parche vital para los trabajadores conseguido gracias a los fondos de recuperación. Pero, de momento, no cierra las heridas que dejan Bosch y Nissan. La obstinación del gobierno catalán alcanza lo inaudito cuando ni se presenta al acto con el rey en la planta de la marca de vehículos. A lo único a lo que Cataluña puede aspirar ya es a recibir alguna filial.

Aún quedan años de transformación para que se consoliden las nuevas regiones punteras de España. Ahora bien, sí se puede adelantar que el escenario económico de siempre ha llegado al principio de su fin. La inversión extranjera, que ya ha sacado al País Vasco de los tres primeros puestos, dará el pulso por el que se debe medir el porvenir económico, al que cada vez le quedan menos motivos para fijarse en Barcelona.

El atractivo, más que nunca, está en la gestión política, en una seductora fiscalidad y en la promesa de desarrollo. Ni al talento ni a la inversión les importa ya desplazarse. Y a una sociedad que se queda sin talento se le escapa el dinero.

*** Santiago Molina Ruiz es periodista.

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