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LA TRIBUNA

Los dos apellidos vascos del primer Nobel español

Coincidiendo con el anuncio del Nobel de Literatura de este año, el autor recuerda la figura de José Echegaray y reflexiona sobre el nacionalismo etnicista vasco.

8 octubre, 2020 02:48

José Echegaray Eizaguirre fue el primer español que recibió un premio Nobel, en 1904 y en la modalidad de Literatura, ex aequo con el poeta francés, pero que escribía en occitano, Frédéric Mistral.

Hay que decir que el nombre del español ya fue barajado por la Academia sueca incluso desde el primer año de instauración de estos galardones, en 1901, como informa la prensa de la época, y hasta el último momento no se descartó su candidatura.

No obstante, la literaria fue solo una de las múltiples facetas de la actividad intelectual de José Echegaray y no la más importante. De hecho, a quien donó su medalla del Nobel y su biblioteca particular fue a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, lo que prueba cuál era su verdadera pasión: la física matemática, los números, el razonamiento lógico, la imparcialidad científica.

En cualquier caso, la figura de José Echegaray Eizaguirre resulta verdaderamente fascinante: “El cerebro más fino y exquisitamente organizado de la España del siglo XIX”, en palabras de Santiago Ramón y Cajal, el siguiente premio Nobel español, en su caso de Medicina.

Por lo que respecta a su faceta política, las memorias de Echegaray resultan imprescindibles para comprender desde dentro el convulso Sexenio democrático. Pensemos que quien tuvo su efigie impresa en los billetes de mil pesetas a partir de 1971, todavía en régimen de Franco, como fundador del Banco de España que también fue, resulta que formó parte de los gobiernos de Manuel Ruiz Zorrilla, su padrino político y líder del Partido Radical, el ala más a la izquierda del Partido Progresista.

Y es que Echegaray, el de los billetes de mil en tiempos de Franco, era un demócrata monárquico, que lo mismo propuso la separación total de Iglesia y Estado y la erradicación de cualquier enseñanza religiosa en la escuela pública, como intervino directamente en la traída del rey Amadeo I, para sustituir en el trono español a la entonces defenestrada dinastía borbónica.

El primer Nobel español, nacido en Madrid y criado en Murcia, se apellidaba Echegaray Eizaguirre

Por otra parte, no integró ningún gobierno durante el año que duró la Primera República en 1873, y sí en cambio el surgido del golpe de Estado del general Pavía que la echó abajo, con el general Serrano de presidente y ejerciendo otra vez como ministro de Hacienda.

El inicio de la Restauración canovista coincide con el de las representaciones de sus obras teatrales, que alcanzaron el número de 67 piezas en prosa y en verso, y que le valieron el reconocimiento no solo en España sino en muchos países de Europa, llegando su fama hasta Estocolmo, por lo que recibió el premio Nobel de Literatura.

Nadie en toda la historia contemporánea ha conseguido nada parecido siendo a la vez ingeniero de caminos –número uno de su promoción–, matemático, economista y ministro en cuatro ocasiones, una de Fomento y tres de Hacienda. La última vez que fue ministro de Hacienda, en 1905, coincidió con el homenaje que se le dio por la consecución del Nobel el año anterior, en una ceremonia presidida por el rey Alfonso XIII.

Pero en toda esta relación queda pendiente un tema que quizás en el resto de España no tenga mucho significado, pero que, en el País Vasco, desde donde escribo, sí lo tiene. El primer Nobel español, nacido en Madrid y criado en Murcia, ciudad con la que siempre mantuvo una relación de especial cariño, pues fue donde pasó su infancia y primera juventud, se apellidaba Echegaray Eizaguirre.

Justo al año siguiente del homenaje nacional al primer Nobel español, el Partido Nacionalista Vasco celebró una asamblea para poner orden en el partido, a los tres años del fallecimiento de su fundador Sabino Arana. De allí salió un folleto titulado Manifiesto y Organización del Partido Nacionalista Vasco, aprobados en la Asamblea Nacionalista celebrada en Bilbao el día 8 de diciembre de 1906, que estuvo en vigor hasta el final del franquismo y donde se establecían las condiciones para ser miembro del partido: “Artº 3. Para tener derecho a ser afiliado al Partido Nacionalista Vasco se requiere: a) La prueba de la oriundez vasca del solicitante, con uno al menos de sus cuatro primeros apellidos de procedencia euzkérica indudable”.

Se mantenía así el rasgo étnico absolutamente predemocrático del primer reglamento redactado por Sabino Arana. La única diferencia es que en aquel se exigían los cuatro primeros apellidos euskéricos para ser socio originario, con todos los derechos, pero daba la posibilidad de ser socio adoptado o socio adicto con menos apellidos.

El PNV ponía como condición de militancia tener apellidos euskéricos para segregar al que no los tuviera

Desde 1906 solo se exigía uno, pero lo cierto es que los cinco lehendakaris nacionalistas oficiales que ha habido –Aguirre, Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe y Urkullu– tienen los dos primeros apellidos euskéricos, igual que nuestro Nobel. Lo que no consta por ningún lado es que José Echegaray Eizaguirre hiciera alusión nunca a ese signo de su identidad, lo que prueba que tener algún apellido euskérico no es algo extraño o llamativo entre españoles que viven fuera del País Vasco y de Navarra.

El citado Manifiesto, en su artículo 105, relativo a la Comisión de Acción Social Vasca, se desglosa en una Subcomisión llamada “De la raza, que difundirá y fomentará el conocimiento de la vasca y el amor a ella, para conseguir que los matrimonios se verifiquen entre vascos, y evitar la mezcla del vasco con otras razas”.

A los padres de José Echegaray Eizaguirre tampoco hubo que enseñarles esto para que contrajeran matrimonio. Lo que demuestra que los españoles de fuera del País Vasco con apellidos euskéricos se pueden casar entre sí sin pensar que por eso contribuyen al fomento de la raza vasca.

En definitiva, que tenemos un primer premio Nobel español de apellidos inconfundiblemente vascos y que nunca hizo mención a esa característica, puesto que para él era consustancial con su condición de español. Y simultáneamente a la obtención de su gloria, en una región del norte de España, surgió y se desarrolló un partido nacionalista que ponía como condición de militancia tener apellidos euskéricos, para segregar al resto de ciudadanos vascos que no los tuvieran. Un nacionalismo vasco que, en todo este tiempo, nunca ha mostrado interés por los muchos vasco-navarros de origen residentes en el resto de España, ni siquiera por los que alcanzaron la gloria, como José Echegaray Eizaguirre. Les debe reconocer de una españolidad indestructible.

Y es por eso que los españoles como José Echegaray Eizaguirre tampoco pertenecen a lo que el nacionalismo vasco llama la Diáspora vasca repartida por el mundo, formada por vascos de apellidos, residentes fuera de Euskadi, y a los que los gobiernos vascos nacionalistas, resentidos por el desinterés hacia el nacionalismo de los muchos vascos del resto de España, les subvencionan generosamente, explotando su nostalgia de estar lejos a condición de que no se sientan españoles.

*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU.

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