Carmen Alborch.

Carmen Alborch.

La tribuna

Mi despedida a Carmen Alborch

La autora recuerda a la exministra socialista destacando su capacidad de sorprenderse permanentemente y de aprender de cada conversación, de cada persona, de cada situación.

25 octubre, 2018 07:49

Conocí a Carmen en 1993, flamante ministra de Cultura. Era su primera intervención en el Senado y aunque hoy parezca mentira, estaba nerviosa. Se puso delante de mí y me dijo que le avisara cuando debía entrar y me preguntó si me parecía que iba vestida adecuadamente para la "ocasión". Me hizo gracia, ella tan segura, tan moderna, tan decidida, tan vanguardista, de repente dudaba de si era la imagen que debía de trasladar a los señores senadores.

Por supuesto que estaba "diferente" y adecuadamente vestida, estaba como a ella le gustaba, como quería ir y enseguida concluimos que eso era lo importante.

Desde entonces siempre he mantenido la relación con Carmen, por motivos profesionales, por militancia feminista, y porque queríamos.

Sé que habrá cientos de palabras estos días que le dedicarán amigas y amigos, artistas, mujeres desde el feminismo, políticos de todos los signos... y siento que muchas de esas personas tienen "títulos de relación" más acreditados que yo y que no debería ocupar ningún espacio y mantenerme en el confortable silencio que para mí ocupan los sentimientos.

Recuerdo su entusiasmo, las firmas, los saludos de personas que se cruzaban con ella y querían su sonrisa.

Pero tengo delante sus libros, 'Solas' ("...las mujeres preferimos estar solas que resignarnos al desamor ...”).  'Malas' ("...nos queremos, nos envidiamos, nos compadecemos, nos enfadamos, nos prestamos a la confidencia, nos apoyamos, competimos, nos divertimos y aprendemos juntas...").  "Libres" ("...si tuviera que elegir un concepto de libertad escogería la frase de Emile M.Cioran: -siento que soy libre, pero sé que no lo soy...")   Y recuerdo tantas cosas, su entusiasmo, las presentaciones, las firmas, los saludos de personas que se cruzaban con ella y querían su sonrisa.

Carmen era entrañable y cariñosa aunque también podía ser 'arisca' cuando, como ella decía, se le revolucionaba el basilisco que vivía en ella. Inteligente, atrevida, llena de luz, divertida, con capacidad de sorprenderse permanentemente y de aprender de cada conversación, de cada persona, de cada situación. 

Con una fuerza especial que demostró hace sólo unos días, el 9 de octubre, ¡qué pocos días! Y sobre todo era carismática. No es posible permanecer indiferente a su personalidad. Y no me he podido despedir de ella.

*** Enriqueta Chicano es consejera del Tribunal de Cuentas.

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