Niños en la escuela

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LA TRIBUNA

El #MeQueer en las aulas: una vuelta al cole sin armarios

Los autores hacen hincapié en la necesidad de que el sistema educativo preste atención a la diversidad afectivo-sexual y que reconozca al alumnado que no se identifica con los mensajes heterosexistas.

Uge Sangil Jesús Generelelo
6 septiembre, 2018 01:23

El movimiento #MeQueer, hijo más que legítimo del #MeToo (nuevamente el feminismo marcando el camino a seguir), ha puesto en pie a través de Twitter a miles de personas LGTBI que han decidido darle una patada definitiva a la puerta de su armario. De un armario que oculta su orientación sexual o su identidad de género pero también todo el dolor acumulado como consecuencia de las mismas.

Los relatos contados en esta avalancha de mensajes no tienen nada de banal. Son historias de dolor, de violencias, de agresiones, de discriminaciones, de miedos e inseguridades, de abandonos familiares, de sentimientos provocados de vergüenza, de inferioridad, de asco por uno mismo. #MeQueer es una manifestación global del Orgullo desde su perspectiva más crítica y esencial, la perspectiva que pone en cuestión la sociedad en la que vivimos en tanto en cuanto todavía no respeta a las minorías sexuales y estas siguen conformando, con insultante frecuencia, una ciudadanía de segunda cuando no de cuarta fila.

A los pocos días de este estallido de rebeldía una noticia directamente relacionada nos heló la sangre: el suicidio de Jamel Myles en Estados Unidos el pasado 23 de agosto. Con 9 años, no pudo soportar el sufrimiento y el acoso que le provocaron en su colegio tras revelar que era gay. La pregunta obligatoria es: ¿cuántos Jamel Myles hay en el mundo que ni siquiera tienen el consuelo de participar en #MeQueer?

En España un estudio intentó hace un puñado de años abrir los ojos a la sociedad en general y a la comunidad educativa en particular. La investigación Acoso escolar por homofobia y riesgo de suicidio en jóvenes lesbianas, gais y bisexuales de FELGTB y COGAM, realizada en 2013 con la participación de 625 menores de 25 años que habían sufrido acoso escolar a causa de su orientación sexual revelaba que el 43% de entre ellos había pensado en el suicidio, el 35% lo había planificado con alguna concreción y el 17% había llegado a intentarlo. El número de suicidios consumados por este motivo permanece desconocido porque normalmente tanto escuelas como familias lo envuelven de un manto de silencio y vergüenza. El estudio manejaba cifras que podrían haber dado lugar a una alarma social de gran magnitud y complementaba otros que aportaban datos y testimonios verdaderamente espeluznantes.

Tanto FELGTB como las organizaciones que la integran y con las que trabaja a diario dedican una parte importante de sus recursos a lograr que el sistema educativo se vea concernido por la necesidad de educar en la diversidad afectivo-sexual, por la imperiosa urgencia de que se reconozca al alumnado que no se identifica con los mensajes heterosexistas y ajenos a las realidades trans que copan prácticamente el 100% de la educación. Sin embargo, el resultado deja mucho de ser satisfactorio. Las autoridades educativas se muestran como poco tímidas en la inclusión de la atención a la diversidad, y muy frecuentemente totalmente contrarias a cualquier movimiento que pueda suponer un conflicto con una minoría ideológica que no quiere perder privilegios a la hora de expandir su doctrina.

A las pocas semanas del estallido del #MeQueer empieza la campaña de la Vuelta al Cole. Nuevamente no es difícil establecer un nexo entre ambos titulares de prensa. Una parte importante de los mensajes que incluyen ese hashtag tienen que ver con el paso por un sistema educativo que tradicionalmente ha ignorado al alumnado LGTBI cuando no le ha sido francamente hostil. El concepto acoso escolar es una experiencia demasiado habitual en ese sector del alumnado como para que cualquier profesional de la docencia pueda ignorarlo.

Para FELGTB la campaña Vuelta al Cole es uno de los momentos importantes del año, donde es preciso darlo todo para implementar nuevos proyectos, llegar a más y más centros educativos, para conseguir que cada año más y más niños y adolescentes sean integrados plenamente, atendiendo a sus necesidades afectivas, respetando sus identidades y garantizando su seguridad. También es un momento estratégicamente fundamental para recordar y exigir a los poderes públicos aquello a lo que los obliga la Constitución: remover los obstáculos que impiden la igualdad efectiva. Incluido, ¿cómo podría ser de otra manera?, el terreno educativo.

El sistema educativo es extraordinariamente complejo, y la inclusión de la diversidad (de todas las diversidades pero, por supuesto, de la diversidad afectivo-sexual, de género y familiar) no admite parches. Han de tomarse medidas estructurales que garanticen que esa atención a la diversidad es sistémica, longitudinal y transversal. Algunas de las herramientas para lograrlo están incluidas en la proposición de Ley de Igualdad LGTBI que está en proceso de tramitación en el Congreso de los diputados desde hace casi un año. Un largo año en el que el tiempo avanza a la contra de quienes sufren un sistema educativo injusto e inapropiado mientras que sus señorías no terminan de cerrar una ley que procede del movimiento LGTBI y que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría del tejido social.

Interesante coincidencia de fechas, pues, entre el movimiento #MeQueer, la Vuelta al Cole y el aniversario de una proposición de Ley que la sociedad española necesita ya para responder al mandato de la Constitución y para seguir trabajando en una igualdad que ha de ser plena y real, y no solo nominal.

***Uge Sangil es la actual presidenta de FELGTB y Jesús Generelo fue presidente de FELGTB de 2015 a 2018.

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