Del discurso de Pedro Sánchez ante el Comité Federal del PSOE de este sábado habría sido razonable esperar que explicase al partido lo ocurrido con sus dos ex secretarios de Organización y por qué pudo ocurrir.
También que aclarase qué responsabilidades está dispuesto a exigir y a asumir por ese error.
Y cuáles serían las acciones a incorporar para evitar que ese error volviera a repetirse.
Y sin embargo, en lugar de haber afrontado todas esas cuestiones, ha despachado el conglomerado de graves casos de corrupción que le salpican con apenas tres frases.
Ha dedicado su discurso, en cambio, a cantar las alabanzas de lo extraordinario que es el Partido Socialista y lo excepcional que está siendo la labor del Gobierno. Como si se tratase más bien de una intervención para hacer un balance de su gestión y pedir su reelección al frente de la Secretaría General, o incluso de un discurso de investidura.
Pero cuesta encontrar motivos para que el discurso tan autocomplaciente al que se ha dado Sánchez. Y menos aún cuando el Comité se ha saldado con un pasmoso continuismo con respecto a al PSOE de Cerdán.
Finalmente, Sánchez ha mantenido en la directiva a Juan Francisco Serrano, la mano derecha de Cerdán en el partido durante estos años. La continuidad de Serrano confirma que Sánchez no ha depurado ni siquiera al más directo colaborador de Cerdán en la Secretaría de Organización.
Como adjunta a la nueva secretaria de Organización del PSOE, ha nombrado a una exconsultora en el lobby de Pepe Blanco con vínculos con la trama Koldo.
Y un segundo adjunto de los propuestos, Paco Salazar, ha renunciado aun antes de haber sido nombrado, después de que varias mujeres le hayan acusado de "acoso sexual" durante su desempeño en la Moncloa.
¿De verdad era este el elenco más apropiado para el que había de ser el Comité Federal de la regeneración para atajar la corrupción?
¿Las designaciones más idóneas para la renovación del compromiso feminista por purgar las conductas sexistas de la era Ábalos?
El único "error" que ha reconocido el presidente, para hacerles la autocrítica a los demás, ha sido reconocerse víctima de una "traición dolorosa".
Pero es que, poco antes, una vez más un hombre de la máxima confianza de Sánchez se revelaba sospechoso de conductas ilícitas. Y de nuevo el PSOE ha puesto la mano en el fuego por él hasta el último momento.
Si, concediendo que Sánchez no tenía conocimiento de las conductas inapropiadas de Salazar, ha vuelto a ser engañado por un estrecho colaborador (como asegura que fue el caso con Ábalos y Cerdán), entonces sólo cabe concluir que un secretario general que ni siquiera sabe vigilar a sus nombramientos no está capacitado para dirigir el PSOE.
En definitiva, Sánchez ha hecho gala con ligereza de una actitud autoindulgente, reduciendo todo este gravísimo desfalco a un simple descuido.
Un error menor que puede subsanarse con un puñado de modificaciones cosméticas y de medidas de poca entidad para reforzar los mecanismos de control interno.
Ha hecho de sí mismo una caricatura benévola, de alguien que puntualmente pudo incurrir en errores de supervisión y fue poco cuidadoso, pero que siempre será preferible a la tenebrosa semblanza que ha dibujado sobre la oposición como una "jauría ultraderechista".
Y ello como si su medular discurso regeneracionista y feminista no hubiera salido severamente damnificado del caso Koldo.
El presidente ha vuelto a echar mano del símil náutico, para pedirle a sus bases que siguen prestándole apoyo para frenar a la "coalición ultraderechista": "Vosotros y vosotras me elegisteis como capitán de este barco y el capitán no se desentiende".
Aun reconociendo que "viene mala mar", no por ello ha dejado de glorificar lo bien que se viaja en el barco que timonea, como si no fueran conscientes todos ellos de que han chocado fatalmente contra un iceberg.
La contumacia en ensalzar las virtudes del Titanic mientras se hunde ofrece un símil atinado del negacionismo de la realidad en el se han instalado el Gobierno y el PSOE.
Y esta obstinación por seguir adelante a costa de negarse a asumir lo que está pasando es lo que hace que el futuro próximo resulte tan incierto y tan peligroso.