Lo más destacado de las elecciones legislativas anticipadas celebradas este domingo en Portugal ha sido el empate técnico que se ha producido entre el Partido Socialista (PS) y el centroderecha de Alianza Democrática (AD). Las encuestas habían pronosticado un resultado ajustado, pero no hasta este punto. La participación también ha superado el nivel previsto.

Esto no quita para que los socialdemócratas hayan sufrido una importante merma, cayendo desde el 42,5% de los votos al 28,7%. Además, los tres partidos del bloque de la izquierda no suman una mayoría alternativa.

El giro a la derecha del país vecino es más pronunciado si se tiene en cuenta que las tres candidaturas de derechas han alcanzado el porcentaje de voto más alto en democracia. La ultraderecha de la Chega! (CH) ha sido la gran triunfadora de la noche, habiendo triplicado casi sus resultados en sólo dos años, hasta el 18% de los votos.

En el año en el que se cumple medio siglo de la salida de Portugal de la dictadura (un año antes de la Transición española), el extremismo xenófobo y populista se consolida como tercera fuerza parlamentaria. Los dos países ibéricos se habían mantenido como un rara avis en el marco de la ola iliberal que crece a lo largo de toda Europa, hasta que en 2019 se fundó la Chega! y Vox entró en el Congreso de los Diputados.

No parece, en cualquier caso, que el fin de la excepción portuguesa vaya a traducirse en una entrada de CH en el gobierno. Porque aunque la AD sólo lograría la mayoría absoluta formando una coalición con la ultraderecha, el líder moderado Luís Montenegro ha rechazado en campaña llegar a ningún acuerdo para dar cabida en su ejecutivo a los radicales. Y, como hiciera Feijóo durante el debate electoral con Sánchez, se comprometió a formar gobierno sólo si ganaba las elecciones.

Aun cuando la campaña ha basculado sobre un polarizado eje izquierda-derecha, la vida política en Portugal se mantiene menos encanallada que la española. El PS correspondió adelantando que no bloquearía un gobierno de derechas en minoría en el caso de que la AD ganase sin la suficiente ventaja.

Es decir, exactamente lo contrario de lo que hizo su homólogo español, el PSOE, que se negó reiteradamente a facilitar el gobierno de la lista más votada, cuando Feijóo le solicitó a Sánchez la abstención.

En lugar de contribuir a trazar un cordón sanitario frente a la ultraderecha entre los dos grandes partidos de Estado, como en Portugal, el PSOE prefirió seguir explotando electoralmente el miedo a Vox, y explorar una inestable alianza con toda una constelación de fuerzas nacionalistas y populistas.

Antes de que la corrupción cercara al gobierno del ex primer ministro socialista António Costa (y de que su consiguiente dimisión llevase a su partido de la sorprendente mayoría absoluta de 2022 a uno de sus peores resultados históricos), el PS estaba nimbado por la ejemplaridad que le confería ser uno de los pocos grandes partidos socialdemócratas europeos que resistían en el poder. Y el PSOE de Sánchez lo tomaba frecuentemente como ejemplo.

No ha querido emular, sin embargo, el sentido de Estado de su equivalente portugués que ha preferido contribuir a un clima político menos enconado evitando demonizar a su rival de centroderecha, y mostrando una disposición sincera a minimizar las opciones de la extrema derecha.

Aunque la hemeroteca avala las convicciones centristas de Montenegro, quien ya se negó en su día a establecer alianzas con la extrema derecha, queda por ver si la AD cumple su promesa -que ha reiterado tras conocer el resultado electoral- y se apoya únicamente en los liberales de IL, que han cosechado un 5% de los votos. Porque lo tendrá muy complicado para sacar adelante sus leyes y los presupuestos estando en minoría en la Asamblea de la República. Aún así, deberá obtener como mínimo la abstención del PS o de CH para evitar una repetición electoral.