El Supermartes con menos intriga que se recuerda se ha saldado como era de esperar: Donald Trump y Joe Biden han ganado holgadamente, y despejan de forma prácticamente definitiva el camino para la nominación en sus respectivos partidos.

En la macrojornada electoral en la que se celebran primarias presidenciales en 15 estados para elegir a 865 delegados, Biden ha ganado en los 15, si bien ha recibido un importante porcentaje de voto de castigo en Minnesota, Massachusetts y Carolina del Norte, como ya le sucedió en los caucus de Michigan.

En el lado republicano, Nikki Haley, la única rival de Trump, se ha impuesto en Vermont, evitando así una victoria total del expresidente. Las dos únicas que ella ha cosechado no han sido suficientes para seguir ejerciendo de oposición interna, y ha optado, según avanzan medios estadounidenses, por abandonar la carrera para la nominación presidencial. Aunque resulta inverosímil que, como hizo Ron DeSantis, vaya a pedir el voto para el ahora único candidato republicano.

El proceso de primarias está prácticamente sentenciado. Todo parece indicar que las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre serán una revancha entre dos presidentes (algo que no sucedía desde 1912). Ambos con posibilidades similares, aunque según la última encuesta de intención de voto del New York Times, Trump parte de una ventaja sobre Biden del 48% frente al 43%.

Resta saber si un Biden en mínimos históricos de popularidad volverá a ganar a Trump, o si este se beneficiará de la nostalgia que acompaña al recuerdo de los expresidentes, que siempre se ven más positivamente cuando han abandonado el cargo.

Además, las últimas encuestas muestran más satisfacción de los republicanos con su candidato que de los demócratas con el suyo.

Lo que está claro es que las dos opciones entre las que elegirán los estadounidenses son casi igualmente indeseables. Dos candidatos de edad muy avanzada en la ya de por sí envejecida clase política estadounidense, uno de los cuales ostenta el dudoso honor de ser el primer expresidente de Estados Unidos en ser procesado penalmente.

El otro ha sido calificado por un fiscal especial como un "anciano con mala memoria" que no posee un "estado mental capaz de realizar acciones de manera intencionada". El dudoso estado de sus facultades mentales, atestiguado por toda una colección de lapsus y tropiezos, ha llevado al 77 % de los estadounidenses, según una encuesta del Centro de Investigación sobre Asuntos Públicos AP-NORC, a sostener que Biden es demasiado mayor para desempeñar con solvencia el cargo de presidente.

Es una mala noticia que, en un momento de inestabilidad geopolítica en el que el mundo está necesitado de un Estados Unidos fuerte, su liderazgo se vaya a dirimir entre dos líderes con un crédito político escaso y una imagen muy deteriorada tanto por sus mermadas capacidades como por el cerco judicial que, aunque a Biden en mucha menor medida, salpica a ambos.