La coartada cuidadosamente construida ayer viernes por Luis Rubiales con el argumento de que el beso a Jenni Hermoso fue "mutuo, eufórico y consentido", un movimiento que ponía su destino en manos de la jugadora de la Selección Española Femenina de Fútbol, quedó demolida cuando esta emitió por la tarde un comunicado en el que afirmaba que el beso "propinado" por su superior no fue "consentido". 

La elección del verbo en el comunicado de Hermoso no es banal. Porque los besos se "dan" y los guantazos se "propinan". La jugadora del Club de Fútbol Pachuca Femenil de México desmontó así la coartada de Rubiales equiparando su beso a una acción tan violenta como un bofetón, obviamente no consentido, ni mutuo, ni eufórico.  

Por la mañana, y tras filtrar el jueves a la prensa su intención de dimitir, Luis Rubiales había acentuado su órdago y, con un discurso incendiario, había declarado la guerra al Gobierno, al "falso feminismo", a los medios de comunicación, a Javier Tebas y a todos aquellos que han criticado su comportamiento tras la victoria el pasado domingo de la Selección Femenina en la final del Mundial.

La comparecencia de Rubiales fue una huida hacia delante tan extravagante como poco meditada y que con casi total seguridad acabará con el mismo resultado que el presidente de la RFEF intentaba evitar. Es decir, con su salida de la presidencia.

Pero también obliga a separar el grano de la paja para no acabar haciendo de su caso un totum revolutum que se lleve por delante tanto la verdad como la proporcionalidad. 

Y lo que hay que distinguir es la acusación de haber abusado de su posición privilegiada como superior jerárquico de Jenni Hermoso de la zafiedad de su desempeño como representante de la RFEF. Una entidad privada, pero que representaba el pasado domingo a todos los españoles en un evento de alcance internacional en el que ondeaba la bandera española y en el que estaba presente la reina. 

El guante de la declaración de guerra de Rubiales fue recogido de inmediato por el Gobierno. Víctor Francos, presidente del CSD, anunció que solicitará al TAD (Tribunal Administrativo del Deporte) la inhabilitación de Rubiales por una infracción muy grave, así como su suspensión mientras no se resuelva su expediente. El Gobierno se sumó de esta manera a las cuatro denuncias contra Rubiales que ya han llegado al TAD.

Francos dijo también querer que el 'caso Rubiales' se convierta en el MeToo del fútbol español y afirmó su deseo de que el TAD se reúna este mismo lunes. Es cierto que la avalancha de reacciones negativas procedentes del mundo del fútbol por el discurso de Rubiales es señal de que el caso ha generado una gran alarma social. Pero el Gobierno no debería sumarse a ciertos tsunamis emocionales, por más justificados que estén, dado el daño que eso puede provocar en la percepción de la independencia de las instituciones. El 'caso Rubiales' debe limitarse a las acciones de Rubiales, pero no puede convertirse en una causa general contra el mundo del fútbol. 

Rubiales, en fin, no puede pagar por sus actos y por los de los demás. En un Estado de derecho, los ciudadanos responden por sus delitos, no en condición de símbolos de ningún mal abstracto, y eso es lo que EL ESPAÑOL espera del TAD y de la justicia

La torpeza de Rubiales está en haber cargado a Hermoso con dos responsabilidades. La primera, la de su propia credibilidad. Porque sólo unas horas más tarde, y con una sola frase, Hermoso desmontó la coartada del presidente de la RFEF.

La segunda, la de haber sido la culpable del malentendido. Porque, según Rubiales, fue ella la que tomó la iniciativa durante la entrega de medallas "acercando" su cuerpo al de él y "levantándolo". Rubiales culpó así a la jugadora de haber incitado sus muestras de afecto. Algo que desmienten las imágenes de TV y el propio comunicado de Hermoso. 

Presentándose como la víctima de una cacería mediática, el presidente de la RFEF anunció también que se querellará contra Yolanda Díaz, Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Echenique

Entre los aplausos de al menos una parte del cuerpo técnico de la Selección Femenina, incluido Jorge Vilda, y de docenas de miembros de la RFEF, Rubiales anunció luego la renovación del entrenador hasta 2027 y el aumento de su salario desde los 170.000 euros anuales que cobra ahora hasta el medio millón de euros. Una provocación dirigida a todos los que daban por sentada la salida del entrenador tras sus conocidas polémicas con varias jugadoras de la Selección Española Femenina de Fútbol.

Sólo unos minutos después de su negativa a dimitir, la Fiscalía de Madrid derivó las denuncias recibidas a la Audiencia Nacional por haber tenido lugar los hechos en el extranjero. Aunque el artículo 191 del Código Penal permite a la Fiscalía actuar de oficio en casos de agresión sexual "ponderando las circunstancias", lo habitual es que no se actúe sin denuncia de la víctima si esta es una mujer adulta y no vulnerable. 

Rubiales no escapará a su destino final, que es su salida de la RFEF. Sólo conseguirá alargar unos días su agonía tras provocar una cascada de renuncias, de dimisiones y de manifestaciones en su contra por parte de directivos y jugadores del fútbol español. Rubiales debería haber sido consciente de que su coartada era extraordinariamente frágil si un solo verbo de Jenni Hermoso ("propinar") bastaba para desmontarla.