Desde su llegada a Madrid, Alberto Núñez Feijóo defiende que PP y PSOE alcancen un acuerdo para que el perdedor facilite el gobierno de la lista más votada. Tras los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas, los primeros apelados fueron los socialistas. Pero Feijóo está extendiendo la misma idea a Vox. Ayer volvió a repetirla en una entrevista televisiva: "Si ha ganado el Partido Popular claramente, que nadie interrumpa lo que sale de las urnas y le dé sus votos a la izquierda".

A estas alturas, nadie duda de que la determinación de Feijóo de gobernar en solitario (o al menos sin la influencia de un partido extremista como Vox) es firme. Lo que parece menos claro es que todos los candidatos populares compartan su visión. Entre ellos destaca la extremeña María Guardiola. Quedó por detrás del socialista Guillermo Fernández Vara, pero tiene la calculadora de su parte. La combinación de PP con Vox suma un escaño más que la de PSOE y Unidas Podemos.

Apenas dos días después de que Feijóo tendiera la mano a Vara para su investidura, Guardiola reconoció su voluntad de negociar un gobierno con Vox, como ya sucede en Castilla y León. "Mis jefes son los extremeños y ellos pidieron cambio", dijo ayer en una entrevista. "Las decisiones de Vara las toma Sánchez y las mías las tomo yo junto a los extremeños. Nuestra tierra no se gobierna desde Madrid".

Lo cierto es que Vara fue la opción más votada por los extremeños. Si Guardiola hubiese obtenido la mayoría absoluta, como Isabel Díaz Ayuso en Madrid, no existiría este dilema. Pero ni siquiera repitió el éxito de Carlos Mazón en la Comunidad Valenciana o Jorge Azcón en Aragón. De modo que la posición de Guardiola sólo se entiende desde una perspectiva personalista, local y cortoplacista que no justifica, en ningún caso, la ruptura de la estrategia marcada por su partido. Al que debe, dado su perfil casi desconocido, los votos obtenidos.

Si algo demuestran los cuatro años de coalición entre PSOE y Unidas Podemos es la peligrosidad de facilitar puestos de poder, cargos con responsabilidad y áreas de propaganda a partidos populistas. El PP cometerá un grave error si repite los pecados del PSOE. Nadie criticará que negocie con Vox para que sus diputados voten a favor de los candidatos populares o se abstengan para facilitar su investidura. Tampoco que alcancen pactos concretos para la aprobación de leyes puntuales.

Lo que debe asumirse como una línea roja es la entrada de extremistas en las vicepresidencias y consejerías. Hay una fotografía más amplia que Guardiola tiene que comprender para que el PP mantenga la coherencia. Es mejor perder un gobierno autonómico en Extremadura y facilitar la investidura de Vara que desafiar a Feijóo e imponer una visión localista. Algo que sólo beneficia a Guardiola y a Sánchez.

A Feijóo se le abre una oportunidad para ejercer su liderazgo y demostrar que su intención de gobernar sin Vox es algo más que una promesa electoralista con fecha de caducidad. España no puede volver a caer en las aguas rápidas del populismo, con efectos que los españoles conocen bien desde hace cuatro años. El futuro político del país es mucho más importante que el interés de cualquier candidato.