EL ESPAÑOL publica entrevistas con personalidades muy diferentes del mundo de la política. En todos los casos les da la a los protagonistas la palabra en sus propios términos, y cada uno dice libremente lo que piensa sin que se condicione ni se module para nada el sentido de sus respuestas.

Por ello, no es habitual que este periódico se pronuncie en relación a una de sus entrevistas. Y menos el mismo día que se publica.

Pero la conversación con Javier Lambán que hoy publicamos es un despliegue tal de sentido común y lucidez que resulta difícil no poner el foco sobre ella. Es de justicia subrayar los múltiples aciertos del análisis del presidente del Gobierno de Aragón, que se expresa con una sinceridad y una contundencia inusitadas en este tipo de formatos.

Lambán, junto a otros barones como Emiliano García-Page o Guillermo Fernández Vara, se ha situado desde el principio en la cabecera de la familia socialista crítica con el secretario general de su partido. De ahí que se diga "socialista clásico", que insista en que "no soy sanchista" y que se reafirme en su negativa a que "el debate electoral [en Aragón] lo protagonicen los miembros del Gobierno de Madrid".

Y aunque sus pronunciamientos disidentes no constituyen una novedad, la actual coyuntura política (con una recrudecimiento de la incomunicación entre los bloques del PSOE y el PP, y con unas elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina) los hacen más pertinentes que nunca.

Como tantos españoles, Lambán se muestra preocupado por el trastorno de identidad disociativo que consume al Gobierno de España, donde en el mismo Consejo de Ministros coexisten posiciones antitéticas que agrietan la unidad de criterio en materias cruciales.

Por eso resalta el presidente aragonés las contradicciones entre la ambiciosa proyección internacional de Pedro Sánchez y "la absoluta disintonía que el Partido Socialista tiene en el mundo con un partido como Podemos". Le afea indirectamente al presidente que se apoye en unos socios "cómplices de regímenes populistas" en América Latina y con una posición favorable a Rusia en la guerra de Ucrania.

Tampoco ahorra en críticas a la reforma de la sedición y la malversación. Y cuestiona abiertamente la estrategia electoral de la dirección nacional para las generales. Frente al horizonte de revalidar la coalición, presentándose de forma tácita en bloque con Yolanda Díaz (en quien Lambán no encuentra "los saberes, los valores y dotes de liderazgo que algunos encumbran"), el presidente autonómico reivindica la autonomía del "proyecto propio" del PSOE, "no dependiente absolutamente de nadie". Y rechaza que su partido defina su actuación "pensando en futuros aliados".

Por todo esto aventura que "Pedro Sánchez estará perdiendo muchas noches de sueño", en una ácida referencia a las palabras con las que el entonces candidato socialista trató de tranquilizar a la opinión pública, asegurando que no pactaría con Podemos.

Y es que Lambán sigue defendiendo su alineamiento con aquel Comité Federal que destronó a Sánchez. Porque, como explica, lo que se dirimía entonces no era "Sánchez sí o Sánchez no", sino "una manera de entender España, de entender la política, de entender al Partido Socialista".

O sea, un PSOE que se mantuviese fiel a su trayectoria moderada o que abriese la puerta a una peligrosa deriva radical como aquella en la que se halla inmersa ahora el Gobierno.

Basta comprobar el mimo con el que habla de "mis empresarios" ("un pilar absolutamente fundamental del progreso"), y el cáustico comentario con el que dice cuidarles "de una manera esmerada", para comprobar que Lambán se desmarca completamente de la política de trabas a la iniciativa privada y de desdén hacia el empresariado de su secretario general.

En efecto, con el retorno de Sánchez a la secretaría general en 2017, y su llegada al Gobierno poco después, se abrió un nuevo ciclo político en España. Uno en el que se inauguró un nuevo régimen de asociación donde se incluyó al populismo y al independentismo en la ecuación de la gobernabilidad de la nación.

Lambán, en cambio, sigue integrando las filas de socialistas que piensan que aquellos son "aliados para gobernar España absolutamente indeseables". Y, en la línea de lo que ha defendido este periódico incansablemente, Lambán propone un modelo de gobernanza alternativo: que, tras el fin de la época de las mayorías absolutas, PP y PSOE puedan entenderse.

Es algo que ya se ha conseguido en varias ocasiones, como cuando se llegó a "un acuerdo implícito" mediante la abstención del PSOE para facilitar la investidura de Rajoy. Y, más recientemente, con el apoyo del PP al PSOE para reformar el "despropósito" del "desastroso" sí es sí, un "artefacto jurídico lamentable", en palabras del presidente autonómico.

En un gesto valiente, Lambán "celebra" ese acuerdo entre socialistas y populares, desea que haya más en el futuro y confiesa que le gustaría "ensayar más veces ese camino".

Al asegurar que el PP es "un partido absolutamente fundamental para el presente y el futuro de este país", el presidente aragonés realiza un sano ejercicio de concordia. Y demuestra que es posible una política con altura de miras capaz de trascender las ciegas adscripciones partidistas.

La entrevista, en fin, está repleta de cabales reflexiones que invitan a la esperanza de que pueda haber próximamente un entendimiento entre la derecha liberal y la izquierda progresista.