La decisión del PP de suspender las negociaciones con el PSOE para la renovación del Consejo General del Poder Judicial es una catástrofe que sólo beneficia a los separatistas y a los populistas. Esos que cargan a diario contra el órgano principal de los jueces por considerarlo ilegítimo y al servicio de la "ultraderecha" [sic].

El anuncio de la ruptura llegó después de que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo compartieran ayer jueves una conversación telefónica en la que el presidente reiteró su voluntad de rebajar la pena por sedición. O, lo que es lo mismo, después de que rebasara lo que los conservadores ven como una línea roja, al estimar que supone una "incongruencia insalvable" reforzar y desproteger al Estado al mismo tiempo.

El primer error del día lo cometió la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con la imprudencia de deslizar, para luego retractarse, que el Gobierno llevará la reforma del delito de sedición al Congreso. La torpeza sólo ha servido para echar gasolina al fuego y caldear los ánimos del PP. Pero el segundo error, garrafal y definitivo, lo ha protagonizado un Feijóo que ha actuado de manera desproporcionada.

Feijóo no debería haber vinculado la urgente renovación del principal órgano de los jueces, paralizado desde hace cuatro años, con una reforma legal que, sin duda, es imprudente e inaceptable. Pero que se puede pugnar en el Parlamento e incluso derogar con cierta rapidez en caso de ganar las elecciones en 2023.

No sería, en fin, la primera vez que ocurre algo similar. José Luis Rodríguez Zapatero ya despenalizó la celebración de referendos ilegales para deshacer lo aprobado durante el mandato de José María Aznar.

Parece claro que Feijóo ha cedido a las presiones de buena parte de la derecha mediática, política y judicial del país, que celebrará que el PP se baje del pacto y renuncie a cargar con todas las cesiones de la negociación.

Pero, guste más o guste menos, el avión de la negociación ya había despegado y había superado el punto de no retorno. Y, con esta marcha atrás, Feijóo repite los errores que hundieron a su predecesor, Pablo Casado.

El expresidente de la Xunta, en definitiva, está cayendo en ese tipo de estrategia reactiva, nunca activa, con la que Casado jamás arrancó una rectificación de Sánchez.

Es tiempo de que Feijóo muestre determinación, liderazgo y pragmatismo. Si quiere empezar a vestir el traje de hombre de Estado y, sobre todo, sustituir el de jefe de la oposición por el de presidente del Gobierno, tiene que demostrar que es capaz de ver la fotografía completa. Para eso es necesario que haga valer las peticiones de Bruselas y selle la renovación del principal órgano de los jueces, a pesar de las torpezas del Gobierno. Más si cabe después de que el PP haya conseguido un acuerdo que, si no es el mejor de los imaginables, sí es el mejor de los posibles.

El combate contra la reforma del delito de sedición era un paso posterior a la renovación del CGPJ. Feijóo comete un grave error al ligarlo a su negociación con el PSOE.