Nadia Calviño lleva tiempo librando una batalla con el INE, a veces subterránea y a veces explícita, porque considera que sus estadísticas no reflejan bien la realidad de la recuperación de la economía española. Dos de esas estadísticas, la del PIB y la del IPC, se han convertido en el caballo de batalla de la ministra de Asuntos Económicos. Una ministra que incluso ha puesto en duda la metodología del INE para calcularlas.

Calviño se ha amparado por ejemplo en un nuevo indicador del PIB (el llamado "PIB diario"), según el cual España habría recuperado los niveles de actividad previos a la pandemia.

Pero los datos del INE han demostrado una y otra vez que esa recuperación está todavía lejos de haberse producido.

El Gobierno cree, sin embargo, que el PIB no refleja la recuperación económica que sí reflejan las estadísticas del paro o de la recaudación fiscal. Aunque existen argumentos contundentes en contra de esa afirmación, como los del maquillaje terminológico de los "fijos discontinuos", o los que hablan de una recaudación fiscal propulsada no por un incremento de la actividad económica, sino por una inflación disparada. 

Cambiando las reglas

Por lo que respecta al IPC, el INE lleva tiempo trabajando para incorporar a su medición el precio de la luz que pagan los usuarios del mercado libre. Ante este retraso, el Gobierno ha criticado el dato de inflación con la tesis de que este sería en realidad mucho menor al oficial del INE (hasta la llegada del tope del gas, los usuarios del mercado libre han estado pagando menos en su factura que los del mercado regulado).

Pero lo que pretende el Gobierno es cambiar en su favor las reglas de juego a mitad del partido. El INE es un organismo estadístico de reconocido prestigio y sus estadísticas sirven para vislumbrar las tendencias económicas. Modificar ahora la metodología por motivos de interés político puramente coyuntural sería un completo disparate, como han apuntado ya muchos expertos. 

Que el presidente del INE no sea un rostro conocido para el ciudadano corriente es la prueba, además, de que el organismo no es un ente político y politizado, centrado en la propaganda, sino uno cuyo objetivo es únicamente el de elaborar estadísticas.

Estándares internacionales

Es esencial para la economía española y la credibilidad del país frente a los organismos internacionales que las estadísticas oficiales de España tengan credibilidad. Pero si el Gobierno cambia ahora la metodología del INE, esa credibilidad se verá dañada. 

El INE no es ni debería ser el CIS de Tezanos. Las estadísticas del INE se elaboran de acuerdo con unos estándares internacionales (por ejemplo, el IPC armonizado se elabora con Eurostat, y la EPA con normas de la OMT) y se utilizan para revalorizar las pensiones en el caso del IPC. Es decir, que tienen repercusiones económicas concretas. 

Y de ahí la importancia de su independencia y su credibilidad.

Los movimientos en el INE, indeseables a todas luces, se producen además en el contexto de un ataque generalizado del Gobierno contra toda institución que muestre datos contrarios a los intereses del Ejecutivo.

Coinciden además en el tiempo con la toma de control de Indra, donde el Gobierno, quizá con motivaciones más bienintencionadas de lo que parece, ha pretendido dar un giro a la compañía. Con el objetivo, obvio, de crear un ente público fuerte en el terreno de la Defensa en tiempos de convulsión geopolítica y militar.

Pero las formas, desde luego, no han sido las más adecuadas. No ha ayudado el cese de todos los consejeros independientes críticos con la acción del Gobierno y su asociación con un fondo de inversión, algo que podría ser considerado concertación accionarial, con el consiguiente perjuicio para la imagen de Indra y del país.