Una ola de indignación recorrió los Estados Unidos tras filtrarse a principios de mayo el borrador de la derogación de la sentencia Roe contra Wade. Pero el Tribunal Supremo no ha cedido a las presiones y ha anulado la protección constitucional del derecho al aborto.

La mayoría conservadora se ha impuesto por 6 a 3 en la votación y el Supremo ha tumbado el blindaje del aborto a nivel federal. Ahora, su regulación quedará en manos de cada uno de los 50 estados. Al menos 16 de ellos están dispuestos a prohibir o limitar la interrupción voluntaria del embarazo.

El retroceso que supone esta revocación de 50 años de jurisprudencia es evidente. La decisión del Supremo suspende una conquista social que permitía a las mujeres decidir el cuándo y el cómo de su propia maternidad.

La anulación de la protección legal del aborto, además, no sólo no pondrá freno al "exceso" de abortos del que hablan los conservadores, sino que pondrá en peligro cientos de miles de vidas.

Porque prohibir el aborto, como previsiblemente hará un buen número de estados, no va a hacer que las mujeres dejen de abortar. La decisión del Supremo no hará el aborto menos frecuente, sino sólo más peligroso, comprometiendo la seguridad física y jurídica de las mujeres.

La prohibición del aborto en al menos una parte del país perjudicará, sobre todo, a las más pobres. Es decir, a las mujeres que no dispongan de medios económicos para sufragar la interrupción de su embarazo en aquellos estados que sí lo permitan.

Populismo conservador

La histórica decisión es, en gran medida, legado de Donald Trump. El expresidente alentó durante su mandato la campaña antiabortista del lobby conservador y el fundamentalismo cristiano del movimiento provida contra la opinión de la mayoría de los americanos, partidarios en su mayoría de mantener la regulación previa.

Trump también cambió la composición del Tribunal Supremo, decantando la balanza a favor de los conservadores.

La anulación de Roe contra Wade únicamente servirá para ahondar en la división de un país ya gravemente dañado por la polarización social. También abre la puerta a que los tribunales revoquen la protección de otros derechos constitucionales relacionados con la salud y la libertad sexual.

La misma argumentación jurídica que ha usado el Supremo para afirmar que la Constitución americana no protege el derecho al aborto puede a partir de ahora ser usado para anular la protección constitucional que impide a los estados prohibir el matrimonio homosexual o el uso de anticonceptivos.

La ola reaccionaria que sacude Estados Unidos augura un oscuro panorama para las libertades individuales en un país que fue pionero en la defensa de los derechos civiles. Una regresión que debería servirnos al resto de países occidentales como advertencia de los peligros que entraña el populismo conservador.