La inmigración ya ha entrado en la campaña andaluza. No en vano, se trata de una cuestión delicada que los partidos acostumbran a usar como arma arrojadiza. Y que se contempla o bien desde el cerrilismo de la xenofobia, o bien desde la esperanza ingenua en que la llegada de nuevos migrantes será una especie de bálsamo de fierabrás para todos los problemas económicos.

La reforma legal con la que el ministro José Luis Escrivá pretende agilizar la contratación de extranjeros en puestos vacantes y regularizar su situación laboral y administrativa es razonable. Pero no lo es menos la exigencia por parte de Juanma Moreno de que el Ministerio de Seguridad Social y Migraciones concrete los pormenores de los cambios que pretende introducir en el Reglamento de Extranjería.

Al margen de la disputa política, muchos economistas vienen alertando desde hace tiempo de las graves deficiencias que arrastra el mercado laboral español. Resulta ciertamente paradójico que un país con casi 3 millones de parados tenga al mismo tiempo más de 100.000 puestos de trabajo sin cubrir.

El ministerio de Escrivá entiende que flexibilizar los criterios para conseguir autorizaciones de residencia y trabajo para los extranjeros es una de las fórmulas que pueden ayudar a corregir los desequilibrios de nuestro ineficiente mercado de trabajo.

De hecho, el planteamiento de la política migratoria como una pata más de la política económica ya tiene un precedente en la cartera de Escrivá, en materia de pensiones. Porque, al igual que la llegada de inmigrantes puede ayudar a ocupar puestos que los trabajadores españoles no cubren, el invierno demográfico que atraviesa nuestro país aconseja también una política flexible de acogida de extranjeros para poder garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones.

Inmigración sin ideologías

Por su parte, se diría que Juanma Moreno, a quien todos los sondeos dan una holgada mayoría para las elecciones autonómicas del 19-J, quiere ser cauto y apuntalar tanto como pueda su condición de figura transversal en la política andaluza. Sabe que el partido a su derecha, que está también experimentando un gran empuje en la región, se alimenta de discursos que ven con miedo la llegada de nuevos inmigrantes.

Y de ahí que, en referencia a los planes de Escrivá, el presidente andaluz haya pedido conocer la letra pequeña de una reforma que afectará a un tema sensible que excede la dimensión económica, y que genera profundas brechas en la sociedad española y en la andaluza en particular.

Moreno abogó ayer por una "migración ordenada, regulada y planificada". ¿No son estas palabras casi idénticas a las que pronunció su homólogo castellanoleonés, Alfonso Fernández Mañueco, en su discurso de investidura? Una manera de hablar de la cuestión migratoria que fue leída como un guiño al posicionamiento crítico con la libre llegada de extranjeros mantenido por la ultraderecha de Vox.

Tiene sentido, y más en una tierra en la que tiene mucho arraigo el régimen de contratación de temporeros, la solicitud del presidente andaluz a Escrivá de que la regularización de inmigrantes se haga de manera "transparente".

Pero el serio desajuste entre oferta y demanda en nuestro mercado de trabajo aconseja abordar la cuestión de la migración económica en serio. Para ello debe desterrarse de la ecuación cualquier consideración dogmática e ideológica y estudiar exhaustivamente qué vacantes son las que están sin cubrir, a qué se debe y en qué medida puede la inmigración ayudar a corregir esta situación.

Los retos en materia de política económica más acuciantes para los próximos años serán los de reducir la tasa de desempleo crónica de España y garantizar la sostenibilidad de nuestro sistema público de pensiones. Estas transformaciones no podrán darse si se mantiene un sistema normativo rígido que desincentiva la contratación y obstaculiza la libre competencia en el mercado internacional de mano de obra.

Muchos países de nuestro entorno ya están entendiendo que las políticas migratorias ordenadas, bien planificadas y sometidas a criterios económicos serán una pieza clave para la recuperación de las economías europeas. Pero adoptarlas dependerá de que podamos huir de un tratamiento maniqueo e irracional del problema de la extranjería.