Tras una trabajada batalla con los gobiernos frugales de la Unión Europea y, sobre todo, con el canciller alemán Olaf Scholz y el primer ministro holandés, Mark Rutte, España y Portugal, apoyados por Italia, lograron ayer viernes arrancar de la Comisión Europea un acuerdo que abre la puerta a la posibilidad de adoptar medidas temporales para frenar el aumento de los precios de la luz topando el precio del gas. 

Aunque en los pactos a nivel europeo el demonio está en unos detalles diseñados para permitirle a todos los gobiernos vender a sus ciudadanos dichos acuerdos como una victoria, Pedro Sánchez puede presumir hoy de haber logrado debilitar la resistencia de la UE al reconocimiento de la peculiaridad de una península ibérica cuyo escenario energético tiene poco que ver con el del resto de Europa. 

La Comisión se reserva, en cualquier caso, la última palabra en la aprobación de las medidas que adopten ahora España y Portugal para frenar los aumentos en la factura de la luz que pagan sus ciudadanos. Esas medidas consistirán en un tope a los precios del gas utilizado para la generación de electricidad. Algo que en la práctica implica desvincular, al menos parcialmente, el gas del precio de la luz. 

Tratamiento especial para España

Durante su comparecencia junto al portugués António Costa, Pedro Sánchez ha garantizado que las medidas de desacople del precio de la luz que decidan España y su vecino no implicarán una intervención del mercado eléctrico capaz de impactar en el resto de la UE o de generar distorsiones en el libre mercado. 

¿Vence Pedro Sánchez al lograr el reconocimiento de la península ibérica como una "isla energética" a la que no deben aplicarse en circunstancias de emergencia las mismas reglas que al resto de países de la UE? ¿O pierde al no haber logrado que el resto de gobiernos acepten una reforma a fondo del mercado energético? 

"La península ibérica tiene una situación especial" ha dicho la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen tras la reunión. "Hemos aceptado un 'tratamiento especial' para que España y Portugal puedan gestionar los precios de la electricidad" ha añadido luego. 

El canciller alemán, por su parte, ha rebajado el acuerdo al afirmar que la Comisión debe todavía seguir estudiando la situación. "Vemos el problema, pero no vemos todavía la solución". Es probable que sus palabras hagan referencia a esa última palabra que se reserva la Comisión sobre las medidas adoptadas por España y Portugal.

Mario Draghi, por su parte, ha lanzado una de las acusaciones más diáfanas del día cuando ha recordado que la resistencia a topar los precios del gas no tiene su fundamento en una supuesta ortodoxia liberal, sino en la protección de los intereses de determinadas empresas nacionales, en alusión a Holanda y Mark Rutte. 

Reducción de la factura

Según el documento hecho público tras la reunión, España y Portugal harán propuestas para frenar el precio de la electricidad "preservando la integridad del mercado común, manteniendo los incentivos para la transición verde, preservando la seguridad del suministro y evitando costes presupuestarios desproporcionados". 

La posibilidad de desacoplar los precios del gas es una buena noticia para los consumidores españoles y supone una victoria de España frente a Alemania y Holanda. La Comisión se compromete además a tener en cuenta el volumen de interconexión de los mercados, que en el caso de España es muy bajo, de apenas un 2,8%. 

Este acuerdo es probablemente uno de los mejores que podía conseguir el Gobierno y supone un nuevo alivio para un Pedro Sánchez que en apenas 24 horas ha logrado liquidar los dos problemas más acuciantes que amenazaban su Gobierno, el paro de los camioneros y el precio de la electricidad.

Supone también la ruptura de un tabú que la UE arrastraba desde 2010. El de que las medidas decididas por Bruselas deben ser aplicadas sin excepciones en países con circunstancias económicas muy diferentes. En este sentido, la UE que asomó ayer es una UE más flexible en un marco general de ortodoxia liberal. La mejor noticia posible para un Pedro Sánchez cuyas habilidades negociadoras fueron incluso alabadas por Scholz.