Resulta desalentador que una crisis diplomática como la vivida con Marruecos haya sido gestionada por el Gobierno español, pero muy especialmente por el Ministerio de Exteriores, como si de un sainete se tratara.

No ha contribuido al sosiego Rabat, que ha aprovechado la salida de Brahim Ghali de España para escenificar su impostada indignación y amenazar con consecuencias de las que es probable que tengamos pronto noticias. 

La embrollada partida de España del líder del Frente Polisario ha adquirido ribetes tragicómicos. Después de su declaración de este martes frente al juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, Marruecos ha acusado a España de "facilitar la escapada" de Ghali a Argelia a la vista de la decisión del magistrado de dejarle libre sin medidas cautelares tras una rauda meditación de apenas un par de horas. 

Resulta difícil saber por qué el primer avión diplomático enviado por Argelia para recoger a Ghali tuvo que dar la vuelta en Formentera al ver denegado su permiso de aterrizaje por una hipotética "escasez de personal de bomberos" en el aeropuerto riojano de destino.

En el vodevil de este primer vuelo frustrado participó personal del Ejército del Aire, el ministerio de Exteriores y los controladores del gestor de navegación aérea española (Enaire, dependiente del Ministerio de Transportes). 

Recibido con honores

Resulta difícil saber también por qué no hubo mayor problema en cambio con el avión de matrícula francesa alquilado en Burdeos por el Gobierno argelino. Avión que aterrizó en Pamplona a las 00:15 de este miércoles para embarcar a Ghali. El líder del Polisario llegó finalmente a Argelia a las 2:41 de la madrugada. 

En Argelia, Ghali ha sido recibido con todos los honores en el Hospital Central del Ejército de Ain El Naaja, en Argel. Allí ha recibido la visita del presidente argelino, Abdelmajid Tebune, y del jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional Popular de Argelia, Said Chanegriha.

Que Argelia haya dado la máxima publicidad posible a la vuelta de Ghali, con abundancia de vídeos y fotografías, no ayudará en nada a calmar los ánimos de Marruecos, enemigo tradicional de Argelia en el conflicto del Sáhara Occidental. Pero es de prever que las consecuencias las acabé pagando España. Quizá, con una oleada masiva de inmigrantes ilegales durante los próximos meses. Quizá de otras maneras. 

Escaso peso exterior

Es difícil negarle a Teodoro García Egea, secretario general del PP y número dos de Pablo Casado, parte de la razón cuando acusa al Gobierno español de haber gestionado la crisis con oscurantismo y a la ministra de Exteriores, de haber "generado una crisis diplomática de primer orden". 

También mete el dedo en la llaga Egea cuando alude al "escaso peso" de España en el escenario internacional.

Es probable que el Gobierno español se haya visto atrapado entre la dependencia energética del gas argelino, los vínculos históricos con la población del Sáhara Occidental y la siempre delicada relación diplomática con un vecino como Marruecos, envalentonado por el apoyo de los Estados Unidos y su relación privilegiada con Francia.

Pero aunque esos elementos explican las dificultades españolas en su relación con Marruecos, no justifican la chapuza (no es posible utilizar una palabra más benévola en este caso) del Gobierno en la gestión de la crisis.

Es cierto que Rabat puede permitirse unos lujos que una democracia europea como la española no puede. Pero España es la cuarta economía del euro y no puede conducirse como si fuera un amateur de la diplomacia.

La irritación en el Gobierno y en varios de sus ministerios por la gestión de la crisis apunta en la dirección de Arancha González Laya. Marruecos generó la crisis organizando la invasión de Ceuta por parte de más de 8.000 inmigrantes ilegales. Pero allí donde Rabat sólo tenía una excusa, Laya les dio un pretexto actuando de acuerdo a criterios más propios de un activista que de un ministro de Exteriores que debería conocer mejor los intereses geoestratégicos de su país