La sustitución de Cayetana Álvarez de Toledo por Cuca Gamarra en el grupo parlamentario, el ascenso de Ana Pastor a vicesecretaria en el partido y el nombramiento de Martínez Almeida como portavoz nacional constituyen la gran apuesta estratégica de Pablo Casado para centrar al PP, en un momento en el que la formación necesitaba tomar oxígeno. 

El dato cierto de que Sánchez tiene atados los apoyos suficientes para alargar la legislatura hacía impensable mantener una oposición a cara de perro. La crisis va a requerir muy pronto de grandes acuerdos, ya sea para traer los fondos europeos o para pactar las nuevas medidas anti-Covid este otoño. Y los ciudadanos entenderían como una deslealtad al país otra postura que no fuera la predisposición a colaborar de los grandes partidos.      

Difícil para Sánchez

Ni Gamarra, ni Pastor, ni Almeida son complacientes con el PSOE, y menos aún transigen con su pacto con la extrema izquierda populista. Sin embargo, con ellos al frente, Sánchez tiene mucho más difícil explotar la caricatura de una derecha echada al monte.

Eso no quiere decir que Cayetana Álvarez de Toledo, la sacrificada en esta operación, sea una radical intransigente -sus errores han sido otros-, pero su imagen rígida y su tremendismo eran la percha perfecta de la izquierda para explotar el sambenito de un PP radical.

Con los cambios, Casado se alinea con algunos de sus principales barones -Feijóo, Juanma Moreno o Mañueco-, que han encontrado en la moderación y la política de mano tendida el principal aval para su gestión. De esa forma, el presidente del PP desactiva también la idea de la existencia de "dos almas" en el partido, que le ha perseguido desde su llegada.    

Despedida de Cayetana

En la propia despedida de Álvarez de Toledo, por otra parte, queda justificado el motivo de su destitución: nunca ningún portavoz parlamentario se marchó diseccionando las razones que le había dado en privado su mentor para relevarle del cargo para el que le nombró. La ya exportavoz  parlamentaria es una mujer sólida, brillante y con arrojo, pero que ha demostrado falta de empatía para trabajar en equipo. 

Casado ha movido ficha de forma inteligente en un marco en el que los gestos son tan importantes. Desde la centralidad le será más fácil sacarle los colores a Sánchez por su política errática y por sus malas compañías que desde el rincón del tablero en el que había acabado desplazado por algunos errores propios y por la efectiva propaganda del Gobierno. Con su giro, el PP se aleja de Vox, allana el camino al entendimiento y pone la pelota en el tejado de Sánchez.