Con el cese del número tres de la Guardia Civil, Fernando Santafé, el ministro Grande-Marlaska afronta la peor crisis en este Cuerpo desde los tiempos de Roldán. La cúpula ha quedado descabezada en tres días y el malestar por este espectáculo se extiende entre los agentes de todo el país. 

Y todo después de que el responsable de Interior cesara al coronel Pérez de los Cobos por resistirse a hacer de confidente del Gobierno en la investigación del 8-M. Una torpeza que ha desencadenado esta sangría que no parece tener fin.

El informe

Para no dejar cabos sueltos, el Gobierno, a través de sus terminales mediáticas, ha tratado de desacreditar el informe elaborado por la Guardia Civil que pone en entredicho la gestión del coronavirus. Pero, sin tan burdo era ¿a qué tantos nervios? 

Lo lógico hubiera sido esperar a ver qué decía la juez instructora o dejar que prosperase la batería de recursos que está presentando la Abogacía del Estado para frenar la investigación. Incluso, llegado el caso, que un tribunal superior resolviese. 

Humillante

Pero que el Gobierno ha decidido usar a los guardias civiles como escudos humanos para tapar sus responsabilidades políticas quedó bastante claro ayer en el Congreso cuando, a los burdos ataques de Gabriel Rufián a la Institución, el presidente Sánchez no opuso una sola objeción.

Conviene recordar ahora que esta misma Guardia Civil, Cuerpo fundamental en la consolidación de las libertades en nuestro país, es la misma que elaboraba informes sobre la corrupción del PP que tan del agrado eran de quienes hoy la difaman.

El Gobierno se ha equivocado de medio a medio. No hay nada más humillante para los guardias que encima trate de comprarse su silencio con el anuncio de una equiparación salarial siempre postergada. Aún queda mucha cera por arder.