Podemos ha decidido marcar perfil propio en el Gobierno. Por eso acudirá a la Comisión para la reconstrucción de este jueves en el Congreso defendiendo su propuesta del "impuesto a los ricos", una iniciativa que ya ha sido descartada públicamente por la ministra portavoz, María Jesús Montero.

El empecinamiento de Iglesias en esta medida introduce un evidente elemento de distorsión en una Comisión pensada precisamente para que el Gobierno pueda alcanzar pactos con el resto de formaciones. Resulta que, de entrada, es el propio Ejecutivo el que llega dividido. 

Populismo

Está claro que Podemos trata de explotar una receta claramente populista y sin ningún recorrido, aun a costa de convertir en papel mojado el acuerdo al que llegó con Sánchez de presentar "una sola voz".  

Y no tiene recorrido porque los 11.000 millones de euros que prevé recaudar al año con esta nueva figura impositiva es una fantasía. Baste decir que esa cantidad multiplica por diez la última recaudación del Impuesto de Patrimonio, gravamen al que sustituiría. El economista Daniel Lacalle asegura hoy en nuestras páginas que su recaudación no alcanzaría en ningún caso a los 2.500 millones.

Pancartas

Esta fisura que ahora abre Iglesias en el Gobierno subraya la voluntad de la mayor parte del equipo de Sánchez de afrontar la crisis sin dogmatismos. Y esto ocurre justo cuando entra en escena Ciudadanos. Este martes se produjo la primera de las reuniones telemáticas pactadas por Sánchez y Arrimadas, y tras ella ambos expresaron su voluntad de buscar "acuerdos futuros" en el ámbito sanitario, económico y social. 

Jugar a ser Robin Hood ante la peor recesión a las puertas jamás conocida en busca de rédito electoral es una frivolidad. Porque la alternativa de que Iglesias no actúe aquí por interés partidista es peor para él: corroboraría que sabe más de pancartas que de gobernar.