El plan de desescalada presentado el martes por el presidente Sánchez ha dejado muy preocupado al mundo de la empresa. ¿La razón? Esperaba unas directrices más claras y precisas para retomar la actividad. Algunas de las medidas anunciadas se consideran demasiado restrictivas y otras entran en flagrante contradicción, como lo absurdo de abrir hoteles sin huéspedes o habilitar el transporte interprovincial sin viajeros.  

Si uno de los objetivos del plan era insuflar optimismo y seguridad a los empresarios, ya podemos decir que el Gobierno ha pinchado. Tras analizar el documento, la idea generalizada es que la vuelta a la actividad será lenta. Tanto, que para algunos significará el cierre definitivo de sus negocios.

Asfixia

Junto a la falta de concreción, los emprendedores denuncian la ausencia de suficientes medidas de prevención en las pequeñas y las medianas empresas, necesarias para garantizar la vuelta a empezar.

El parón ha asfixiado los ingresos y está por ver que haya ayudas para todos los sectores afectados. Pero aun en el supuesto de que los hubiera, lo complicado es que lleguen a tiempo. Los economistas ya están solicitando una "financiación puente" del Banco Central Europeo. Y ya se sabe que la UE camina con pies de plomo. 

Unilateralidad

El Gobierno se ha encontrado antes de cumplir sus primeros cien días con la peor crisis que cabía imaginar. Ahora bien, eso no le exonera de responsabilidad. Pese a presumir de mano tendida, a la hora de la verdad ha actuado unilateralmente. Ni se ha contado con la oposición ni con los empresarios. 

La economía pedía auxilio y certidumbre. El Gobierno ha respondido sembrando dudas, que en este terreno siempre se traducen en inestabilidad y en pérdidas. De ahí el pesimismo.