Partido Popular y Ciudadanos han confirmado este viernes el acuerdo para concurrir juntos a las elecciones en el País Vasco bajo la marca PP+Cs. Estamos ante una decisión estratégica, de alcance nacional, que abre la puerta a una estrecha colaboración del centro derecha.

La decisión ha contado con la oposición del presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, que considera que se sobrerrepresenta a Cs al cederle el segundo lugar en las listas electorales por Vizcaya y por Álava.

La rebelión de Alonso es miope, pues no tiene en cuenta la necesidad de construir un frente común al nacionalismo. Génova ha reaccionado con contundencia. Si no acepta la decisión, no tiene más salida que presentar su renuncia.

Irresponsabilidad

Al margen de que la dirección autonómica ha convertido su controversia con la dirección nacional en un escándalo venteado por las redes sociales, está claro que Alfonso Alonso ha obrado irresponsablemente al obviar la realidad de todo partido político: las decisiones de las organizaciones territoriales siempre son subsidiarias de lo que decida la cúpula del partido. 

En la práctica, sólo se puede intentar corregir a una dirección nacional si se cuenta con un respaldo social como el de Alberto Núñez Feijóo en Galicia, o el de Susana Díaz en su momento en Andalucía.

Nueve escaños

Los 9 escaños conseguidos por Alfonso Alonso en los comicios de 2016 no le habilitan, ni mucho menos, para estos ataques de dignidad que no hacen sino erosionar la credibilidad del PP vasco y comprometer la coherencia de un proyecto nacional.

Está por ver hasta qué punto se alarga este desafío a la estrategia del PP de Pablo Casado, pero convendría que Alonso no insistiera en seguir conduciendo contra dirección y sin cinturón.