La firma del preacuerdo de Gobierno entre PSOE y Unidas Podemos este martes en el Congreso ha cogido a España por sorpresa. Mientras una mayoría de los ciudadanos confiaba en la posibilidad de la gran coalición entre constitucionalistas, Pedro Sánchez ni siquiera se ha preocupado por sondear otras opciones y ha resuelto escorarse a la izquierda... y acercarse al separatismo. 

La decisión de Sánchez supone, en primer lugar, enmendarse a sí mismo. Hace una semana aún negaba cualquier posibilidad de pacto con Pablo Iglesias. Lo peor de ese repentino cambio es que la vía emprendida conduce a reeditar el Frankenstein que ya vivimos tras la moción de censura a Rajoy. La aritmética parlamentaria hace que en ERC y en su jefe, el reo Junqueras, descanse la gobernabilidad de España, mientras que los independentistas siguen imponiendo su ley en las calles. 

Contradicciones

Socialistas y populistas, sabiendo que suman menos escaños que en abril, han rubricado un programa de diez puntos vacíos, si bien Pablo Iglesias se ha garantizado la vicepresidencia. Ahora pretende asumir también las competencias ministeriales de Trabajo, Sanidad, Vivienda y Transición Ecológica.

El acuerdo entre el PSOE y Podemos tendrá, caso de fraguar, un coste enorme para las arcas públicas. Sánchez deberá aflojar la chequera ante nacionalistas y regionalistas, pues necesita sus votos. Y eso cuando Bruselas exige un ajuste de 6.600 millones de euros a España. Nadia Calviño y Pablo Iglesias de vicepresidentes son la viva estampa de las contradicciones de este proyecto.

Polarización

La convivencia entre los españoles también se resentiría con este Gobierno. El miedo de muchos ciudadanos a que consensos básicos de la Transición puedan ser socavados podría crear un clima enrarecido. Es un temor justificado por la influencia que tendrían los enemigos del constitucionalismo en los nuevos gobernantes. 

Abriéndole el camino a la izquierda radical e, indirectamente, al PNV y a ERC, a los que necesita sumar, Sánchez alimenta al populismo de derechas de Vox. Cegada la posibilidad de la gran coalición entre quienes encarnan la centralidad constitucional, nos esperan tiempos de una polarización sin precedentes.