Los datos hablan por sí solos. En España hay un suicidio cada 150 minutos. O lo que es lo mismo, entre 3.600 y 3.700 personas se quitan la vida cada año en nuestro país. Soslayando otros debates de índole moral que no vienen al caso, estamos ante uno de los principales problemas de salud de las sociedades modernas y la primera causa de muerte no natural en España. La gravedad de lo que abordamos palidece con los números y con las comparaciones, pero es que las muertes por suicidio doblan, por ejemplo, a los fallecidos por accidentes de tráfico. 

Este lunes se ha celebrado una jornada por el Día Mundial de la Prevención del Suicidio en la Asamblea de Madrid. Hay un clamor unánime de quienes han perdido a un ser querido por esta causa o han estado tentados de quitarse la vida: es indispensable levantar el tabú de la palabra "suicidio", hablar de ella abiertamente porque, como reconocen los expertos y los propios afectados, el mero hecho de verbalizarla ayuda a su prevención. 

Silenciar

Qué duda cabe que con la muerte de Blanca Fernández Ochoa se ha abierto el debate sobre el tabú social, mediático y hasta lingüístico del suicidio en España. Pero silenciar un problema, por insondable y dramático que sea el hecho de que una persona decida quitarse la vida, no ayuda a su solución.

El suicidio ha tenido una vertiente política, y, más allá de buenas intenciones, no se ha implementado una "política de Estado" al respecto, como exigen los damnificados y el propio sentido común. En 2017 UPN impulsó una proposición no de ley que instaba a que en seis meses se presentase el Plan Nacional de Prevención contra el Suicidio. Y si bien fue aprobada por la unanimidad de la Cámara, no se llegó a desarrollar por razones tan triviales como la dimisión de la ministra de Sanidad, Carmen Montón. 

Despertar

Al margen de la crudeza de los testimonios, en pocos asuntos como éste resulta más necesario que nunca hacer caso a los expertos. Éstos reclaman, junto a un Plan Nacional, otros compromisos como mejorar la Atención Primaria de Salud para detectar a personas en riesgo, aumentar la calidad de los propios equipos de Salud Mental y todo esto a través de una formación específica a sanitarios, educadores, cuerpos de seguridad... También abogan por un compromiso de los medios para dar visibilidad al problema, ponderando las estrategias preventivas que pasan por actuar en las redes sociales para detectar con antelación las tendencias suicidas.

Los especialistas piden que se hable del suicidio, y que con la comunicación se difunda una idea fundamental: es una muerte que se puede prevenir porque quienes se plantean el suicidio quieren dejar de sufrir, no de vivir. Como nos cuenta una persona que estuvo a punto de dejarlo todo, se arrepintió en el último momento y despertó y volvió a la vida. Es urgente que las autoridades trabajen para eso mismo: para ayudar a despertar de la única decisión que no tiene marcha atrás. El suicidio debe salir del armario.