Madrid ha vivido este lunes la octava jornada de protestas de los taxistas entre imágenes y consignas de inusitada dureza. Después de más de una semana de paros y de tratar de obstaculizar la celebración de FITUR, el Taxi ha optado por variar su estrategia y centrarse ahora en escraches al PP.

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, ha pasado a ser el nuevo objetivo de las iras del colectivo después de que Pedro Sánchez trasladara a las autonomías la patata caliente de la regulación de las licencias VTC. Al principio, las dianas fueron Cs y Albert Rivera, al que acusaron -vaya delito- de "moderno".

La imagen

Si la situación ya era complicada por sí misma, la politización la vuelve endiablada. No parece casual que taxistas afines a Podemos hayan sido los más activos en la revuelta contra el PP y sus dirigentes. Ahora bien, esa imagen de radicalismo está ya perjudicando a los intereses del colectivo. 

Este martes publicamos un estudio que revela que el Taxi ha perdido -y por goleada- la batalla de la imagen y la opinión pública. Las redes sociales son un clamor de indignación por el modo en el que las protestas de este sector profesional alteran la vida cotidiana de los ciudadanos. 

La libertad

Lemas como "Garrido, esta noche, mira debajo del coche", agresiones a conductores de VTC, contenedores ardiendo, cortes de calles y carreteras o  lanzamiento de objetos a la Policía son escenas intolerables convertidas ya en demasiado habituales. 

Sea como fuere, ni Ángel Garrido ni Pablo Casado pueden ceder a ese Taxi cuyas demandas atentan contra la libertad de las personas, contra la libertad de mercado y contra el uso de la tecnología. Y todo, en busca de imposiciones intervencionistas. Pero estamos en la Unión Europea, bien avanzado el siglo XXI.