La debacle electoral del PSOE en Andalucía ha reabierto la guerra, hasta el domingo soterrada, entre Susana Díaz y Pedro Sánchez. Las declaraciones de José Luis Ábalos, ministro y secretario de Organización, son lo suficientemente claras cuando alude al fracaso histórico de Díaz y asegura que todo debe "subordinarse" al éxito del "proyecto político".

El día después del descalabro socialista amaneció con acusaciones y reproches cruzados entre sanchistas y susanistas que van a sostenerse en el tiempo. Pero la realidad es que, por mucho que Ferraz quiera desentenderse de los resultados del 2-D, estos reflejan la reacción de gran parte del electorado tradicional del PSOE a las concesiones de Sánchez al separatismo catalán. 

Vilipendiar a Andalucía

Los socios independentistas que sostienen a Sánchez en la Moncloa vilipendian sistemáticamente a España, pero particularmente a Andalucía, siempre en el foco de sus invectivas supremacistas, tratándola de región subvencionada que subsiste a costa de lastrar el progreso de Cataluña. ¿Cómo no iba a reflejarse eso en las urnas?

Es posible que la campaña de perfil bajo de Susana Díaz no haya sido la mejor para movilizar al electorado, pero estaba muy condicionada por las malas compañías de Sánchez, que han empujado a los andaluces a votar esta vez en clave nacional. 

Necesaria renovación

Nadie va a admitir sus culpas en la debacle, pero la confrontación de dos modelos -el de Díaz y el de Sánchez- es ya una realidad. La presidenta va a enrocarse y continuará como jefa de la oposición a la espera de acontecimientos.  

El socialismo español necesita una renovación evidente que pasa por recuperar un discurso nacional que ponga fin a sus vaivenes en la cuestión territorial. Cualquier otra prioridad sólo obedecerá a intereses personales que minan el crédito de un partido que vive hoy horas bajas... pero que puede no haber tocado fondo.