Si continuara entre nosotros es casi seguro que el gran Rafael Azcona se hubiera planteado escribir El chalecito, una segunda parte de su pisito de 1959 para hablarnos de la suculenta vivienda que, por algo más de 600.000 euros, se han comprado Irene Montero y Pablo Iglesias en la sierra de Madrid.

El pisito, película dirigida por Marco Ferreri, narraba desde el esperpento las peripecias de una pareja para hacerse con una vivienda y poder así casarse. El nuevo guión de Azcona nos mostraría una realidad envuelta en el mismo esperpento pero con distintos collares.

Maldita hemeroteca, malditas redes sociales

Seguramente Azcona haría hincapié, con ese humor ácido y oscuro que caracteriza toda su obra, en la sorprendente evolución de una pareja que –maldita hemeroteca, malditas redes sociales– no ha parado de apostar por la austeridad personal: él, “tan a gustito” con sus 60 metros en Vallecas y ella, militando activamente en la plataforma antidesahucios; una pareja que habla sin parar de las familias que no llegan a final de mes, que ha criticado a un ministro del PP por comprarse un ático de 600.000 euros o que ha arremetido contra esos políticos que viven en las afueras, en chalés, alejados de la gente y de la calle.

Una pareja que de repente va y se compra, por esos mismos 600.000 euros, un chalé de 268 metros cuadrados sobre una parcela de más de 2.000 con un jardín esplendido, una 'casita' de invitados y una piscina de diseño a 40 kilómetros de la capital. Vamos, como cualquier pequeñoburgués. El guión de Azcona sería –como siempre– sustancioso, repleto de medias sonrisas y de críticas amargas.

Pero aunque pueda parecer lo contrario, todo lo que han hecho Irene y Pablo no debería escandalizar a nadie excepto a ellos mismos hasta hace unos días, si nos atenemos a su trayectoria y a sus palabras, cuando renegaban del dinero, de la propiedad y de todos los pecados que traen consigo lo uno y lo otro. Ahora se sienten perseguidos por su “pisito” pero se olvidan de que ellos abonaron el huerto, ellos señalaron el camino.

Un antes y un después

En Podemos han saltado todas las alarmas. La verdad es que no tiene mucha suerte con las inversiones inmobiliarias de sus dirigentes, después del escandaloso ‘pelotazo’ de Ramón Espinar, que ganó 30.000 euros, en menos de un año, especulando con una vivienda protegida. Ahora, el partido ha entrado en shock. No entienden lo del chalé pero se callan. En privado, algunos dirigentes no salen de su asombro y dicen abiertamente que es una incongruencia que tendrá graves consecuencias. Otros callan y sonríen, mientras los anticapitalistas se muerden la lengua para no decir lo que realmente piensan. Todos, menos el alcalde de Cádiz: Kichi ha señalado que no dejará su “piso de currante” y que “la idea es no parecernos a la Casta”.

Incluso hay quien habla ya de un antes y un después en la formación, por mucho que Pablo Echenique haya salido a defender a la pareja calificando de “reaccionarios” a quienes les critican. Los datos del sondeo de SocioMétrica que publica EL ESPAÑOL no ofrecen lugar a dudas sobre el malestar entre una parte de sus seguidores: el 36% cree que la compra es incompatible con los valores del partido, un 20% la desaprueba abiertamente y al 27% no les ha convencido sus explicaciones. La formación morada corre el riesgo de perder entre un cuarto y un tercio de sus votantes.

Tanto en el pisito de 1959 como en este chalecito de 2018 el final es feliz pero amargo. En aquél, Mari Carrillo y José Luis López Vázquez logran su objetivo pero dejando por el camino ilusiones y años perdidos; y en este, Irene Montero y Pablo Iglesias podrán celebrar en el magnífico jardín de su nueva vivienda el nacimiento de sus gemelos pero tirando por tierra algunos principios, buena parte de su discurso y quien sabe si dejando sobre la línea de flotación de Podemos un artefacto que pueda estallar en cualquier momento.