La airada reacción de Pablo Iglesias ante el intento de Errejón de marcar perfil propio como candidato a la Comunidad de Madrid demuestra que el líder de Podemos maneja el partido como su cortijo particular. "Ni media tontería ni marear la perdiz", le dijo, con un lenguaje más propio de un cuartel que de una formación que dice encarnar la "nueva política".   

No es la primera vez que Íñigo Errejón sufre en sus carnes la alergia de Iglesias a la disidencia. El año pasado, en cuanto las bases le otorgaron la victoria en Vistalegre II, el secretario general no dudó en purgar al sector errejonista. El propio Errejón perdió la condición de portavoz parlamentario en favor de Irene Montero y algunos trabajadores y asesores del partido fueron despedidos. Eso por expresar ideas que no coincidían con las del jefe.

Ordeno y mando

El hasta entonces número dos se tuvo que conformar con el premio de consolación de convertirse en aspirante a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en un acuerdo que establecía que él controlaría la candidatura que liderase. Pero a la hora de la verdad, aquellas palabras se las ha llevado el viento.

Ahora Iglesias y los suyos se han sacado de la manga una fórmula de votación "a dos tiempos" para las primarias que supone, en la práctica, controlar la lista que encabece el candidato. Cuando Errejón ha puesto el grito en el cielo, la respuesta de Iglesias ha sido más propia de un sargento chusquero que de un secretario general. Resurge el ordeno y mando.

Batacazo en Cataluña

La tregua entre Iglesias y Errejón ha saltado por los aires a un año de las elecciones y cuando las encuestas no le sonríen precisamente a Podemos en Madrid, que viene además de un gravísimo batacazo en Cataluña. ¿Asumirá Iglesias su responsabilidad por la deriva en la que ha entrado su partido desde que estalló la crisis catalana? Por lo pronto, debería intentar mejorar sus formas.