La difusión de los mensajes enviados por Puigdemont a su compañero de huida Comín  -"esto se ha acabado", "volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana", "yo ya estoy sacrificado"...- desmontan el mito de que el procés era poco menos que la obra de unos genios de la política que tenían todo calculado al milímetro. Las grandes manifestaciones o la organización del 1-O, por ejemplo, se presentaron como un paradigma de audacia y gran gestión.  

Pero esa imagen es la que han querido construir sus promotores para dar confianza y seguridad de puertas afuera y poder sumar así más gente a su proyecto. Expresa además el carácter supremacista del nacionalismo: la listeza y la audacia catalanas, frente a la torpeza y el apocamiento español. Al Gobierno, que ha llegado tarde y mal a frenar los pasos del independentismo, le interesaba además cultivar esa idea de la perspicacia separatista: tenía excusa para tapar sus errores.

Improvisación y chapuza

Sin embargo el procés ha venido dando muestras de improvisación y chapuza, desde aquel arrebato que llevó a Puigdemont a estar en un tris de convocar elecciones y olvidarse de la declaración de independencia, al reciente fallo de seguridad por el que el expresidente se vio forzado a besar una bandera española tras ser abordado por un espontáneo en una cafetería del aeropuerto de Copenhague.  

Pero el ridículo mayúsculo y definitivo ha llegado con los mensajes de móvil en los que Puigdemont reconoce que esto "se ha acabado", que los independentistas van a hacer un "ridículo histórico" y que a partir de ahora dedicará su vida a su "defensa" en los tribunales. Manifestaciones que llegan a la opinión pública gracias a una serie de torpezas encadenadas por sus protagonistas.

La autodestrucción

Puigdemont se convierte de esta manera en la carabina de Ambrosio, expresión popular para describir aquello que es inútil o directamente no sirve para la finalidad para la que se había pensado. Ciertamente su autodestrucción no pone fin al desafío independentista, pero ayuda a calibrar sus verdaderas medidas.