La amarga victoria de Inés Arrimadas dejó en manos de los partidos soberanistas la capacidad de formar Gobierno en Cataluña. Pero con Puigdemont huido en Bruselas y Junqueras preso en Estremera nadie sabe quién o quiénes van a postularse finalmente para presidir la Generalitat.

Puigdemont aspira a gobernar telemáticamente, mientras que Junqueras baraja la posibilidad de ser excarcelado, o que lo trasladen a una cárcel catalana, para postularse a presidente con vitola de preso político. La situación es tan grotesca que por sí sola ilustra el atolladero en que se encuentra Cataluña tras el 21-D a pesar de la gesta de Cs.

La hegemonía de separatismo

Pues bien, la decisión que pueda tomar a partir de este jueves la Sala de Apelaciones del Supremo sobre el recurso presentado por la defensa del ex vicepresidente de la Generalitat puede ser crucial para desatascar la situación y resolver la disputa entre el PDeCAT y ERC por convertirse en las marcas hegemónicas del secesionismo.

Al tribunal le corresponde resolver un recurso cuyas implicaciones mantienen expectante al conjunto de la clase política -no sólo a las fuerzas separatistas- y de la sociedad. La última encuesta de SocioMétrica para EL ESPAÑOL revela que la mayoría preferiría ver en la cárcel tanto a Junqueras como al huido Puigdemont. Sin embargo, mientras un 34% cree que los jueces deberían excarcelar ya al ex vicepresidente catalán, sólo un 21% apoyaría la libertad provisional para el candidato de Junts per Catalunya. Asimismo, sólo un 8% estaría dispuesto a permitir el estrambote de que Puigdemont fuese investido por videoconferencia y que gobernase desde el exilio.

Dar la cara o huir

Junqueras y Puigdemont han intentado dar un golpe de Estado aprovechando su posición de poder como mandatarios de la Generalitat de Cataluña. En eso nada les diferencia y ambos han de responder por sus delitos. Pero no se puede responder con la misma severidad a quien da la cara ante los tribunales que a quien elude la acción de la justicia después de haber cometido una fechoría. Así lo entendió también el juez Pablo Llarena cuando decidió levantar las órdenes de busca y captura contra Puigdemont para evitar que Bélgica revisara a la baja los delitos por los que debe ser juzgado en España.

La última palabra la tendrá la Sala de Apelaciones del Supremo en virtud de criterios judiciales, aunque es evidente que la liberación de Junqueras mejoraría sus opciones y arrumbaría definitivamente a Puigdemont. El pulso entre ambos jerifaltes del independetismo está en manos de la Justicia.